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jueves, 28 de enero de 2016

Carta semanal del Sr. Arzobispo


Verdaderos cristianos: murieron perdonando a sus verdugos

No estaban en la trinchera de enfrente. No se adiestraron ni para la guerra ni para ningún tipo de violencia. Después de 80 años la Iglesia los reconoce con la palma más heroica que corresponde a los mártires cristianos: los que mueren por el odio de la fe de sus verdugos, y perdonando a los que les quitaban de ese modo cruel la vida.

El pasado jueves 21 de enero, festividad de santa Inés, la Santa Sede daba la noticia de que el Papa Francisco tras despachar con el Cardenal Angelo Amato, Prefectode la Congregación para las Causas de los Santos, daba su autorización para que dicha Congregación vaticana publicase los Decretos de Martirio de cuatro fieles católicos asturianos. Los siervos de Dios: Antonio González Alonso, soltero de 24 años y estudiante de Magisterio; Isidro Fernández Cordero, minero de 43 años, casado y padre de siete hijos; Segundo Alonso González, minero de 48 años, casado y padre de doce hijos, y don Genaro Fueyo Castañón, de 72 años y párroco de Nembra.

Don Ángel Garralda García ha llevado adelante todo el trabajo del proceso de beatificación de estos mártires asturianos, preparando la documentación de la fase diocesana que concluyó en 2000. Ha habido que trabajar duro también en Roma hasta ver culminados todos los requisitos que nos permiten reconocer a estos hermanos como verdaderos cristianos en los que se cumplen las palabras de Jesús: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen (Mt 5, 44). Así lo describe Garralda en su libro “Los mártires de Nembra”: «Genaro Fueyo era el párroco de Nembra-Áller. La noche del 21 de octubre de 1936, dieciocho milicianos vecinos de su pueblo, cuatro de ellos mujeres, le metieron a empujones en la Iglesia. Allí se encontró a dos miembros de la Adoración Nocturna cavando, a punta de pistola, dos fosas frente al altar de los Santos Mártires. Un tercer agujero ya estaba abierto ante el altar mayor. En dos de los nichos los milicianos arrojaron, desangrados y descuartizados, a los fieles, después de darles tormento (...) A la tercera fosa fue arrojado el párroco, tras ser apuñalado y rematado con un tiro en la sien». La descripción señala con más pormenores lo que algunos testigos vieron suceder con todo el dramático patetismo de una crueldad que dejaba de ser violencia inhumana para ser algo de difícil definición.

Los otros tres martirizados eran mineros dos de ellos, y padres de familia numerosa. El otro, un joven estudiante que se preparaba para ser maestro en Oviedo. Murieron por su fe, murieron sin más cargo que el ser cristianos, murieron con el nombre de Cristo en los labios y perdonando a quienes así de cruel e impunemente les quitaban la vida con escarnio, befa, humillación y escándalo.

Para nuestra Diócesis es una llamada para despertar nuestra fe quizás aletargada en una cómoda mediocridad. Pero aquí en Asturias, ha habido hermanos y hermanas nuestros que pagaron con su vida su condición de cristianos. Es motivo de conmovida gratitud y de emocionado homenaje eclesial. No son pretexto para nombrar con rencor a sus verdugos ni siquiera para ironizar con las siglas políticas que propiciaron tamaño dislate. Pero sí para dar gracias por el inmenso testimonio creyente de estos cuatro hermanos que tanto amaron a Dios que supieron entregar su vida perdonando a quienes de ese modo se la arrebataban.

Tiempo tendremos de fijar el cómo y el cuándo de la ceremonia de beatificación que será en Asturias, tras hablar con la Congregación para las Causas de los Santos. Mientras tanto, a ellos nos encomendamos. Mártires del Señor, rogad por nosotros.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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