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viernes, 18 de diciembre de 2015

Monseñor Juan Antonio Menéndez: un Obispo “Por la Senda de Toribio” .



Suena ya lejano ese librillo titulado “Por la Senda de Toribio”, escrito por el bueno de D. José Benito Cavero con su particular recopilación de anécdotas y vivencias de una tierra que sentía muy suya. Entre las bibliotecas personales de los sacerdotes mayores de Astorga, se encontrará éste perdido entre el polvo y los recuerdos de toda una vida. En una Iglesia tan extensa a la vez que familiar, deseamos que el Pontificado de D. Juan Antonio sea como ese libro: un compendio de vivencias en la vida de una Diócesis que camina por la senda que antaño recorrió su Patrono Santo Toribio.

Con el nombramiento de Monseñor Juan Antonio Menéndez Fernández para la antiquísima sede asturicense, se reaviva la tradición apostólica en dicha iglesia particular, cuyos orígenes se remontan a los mismos discípulos de los Apóstoles. Honor acreditado en la carta de San Cipriano de Cartago al Obispo Basílides, allá por el año 245, que concede a su Catedral la distinción de "Apostólica".

“Tierra de buen clima y corazones aclimatados”, que podríamos decir en palabras del sacerdote fallecido, Don Fernando Rubio (cuyo padre fue allí seminarista). “Excelente gente la de Astorga”; no era erróneo su concepto, sino que las obras en el tiempo nos hablan de un pasado glorioso con un presente costoso y un futuro esperanzador, que pasa por depositar la confianza en quién todo lo puede.
La ciudad astorgana divisa en su altura las llanuras que se extienden a lo lejos contemplando en lontananza las faldas del Teleno. Hacia este enclave milenario mira el pueblo de Dios que perteneciendo a realidades tan dispares, con tres provincias de por medio, se vuelve una sola bajo el báculo de su pastor. Allí, desde la Cátedra dispuesta a la sombra del gran retablo de Gaspar Becerra, presidirá, a partir del próximo diecinueve de Diciembre, la grey que se encomienda a este asturiano moscón, el cual va como mensajero que anuncia la paz, la buena nueva, la salvación (Is 52, 7).

Ya hubo asturianos al frente de dicho Obispado, en concreto recuerdo un lienzo en el edificio episcopal que representaba a un Obispo de Astorga nacido en Libardón (Colunga), aunque de esto el que mejor podría hablar sería mi apreciado y antiguo confesor Don José Manuel Sutil, actual Ceremoniero y Archivero del Cabildo asturicense. Más, asturiano o portugués, hay que reconocer que los astorganos son acogedores con los que llegan de fuera, y esto quizá sea clave para comprender la gran aceptación que siempre han tenido en esta misión gallegos, maños o andaluces. Por no hablar de los catalanes, con pontificados tan renombrados como los de Grau Vallespinos, Torres Amat , Briva  o Castelltort.
La diócesis Ovetense y su sufragánea, comparten historia, fe y santidad; algo que uno descubre una vez se aventura en los entresijos de su realidad. Desde la Arqueta que el rey Alfonso III el Magno regaló al entonces Obispo de Astorga, hasta los restos de las tres enfermeras de la Cruz Roja martirizadas en Somiedo, son muchos los signos evidentes de que no estamos tan lejos ni tenemos tan poco en común. Quizás haya que releer esa jota de Cangas de Narcea que canta: En el puerto Leitariegos/ León y Asturias se abraza/ se dan la misma sangre / porque son tierras hermanas…

Si Astorga nos regaló uno de los mejores Obispos Auxiliares que a día de hoy ha tenido la sede Ovetense, es de justicia que sea hoy Oviedo quien le devuelva el favor, al pasar su actual Auxiliar a ser titular de la citada Iglesia. La trayectoria vital del que fuera Auxiliar de Monseñor Lauzurica, allá por 1958, el Siervo de Dios Don Ángel Riesco, se vislumbra en sus escritos y en sus obras, pero ante todo en su personalidad, cuyo único despunte fue su extremada sencillez. Fue consagrado Obispo en Astorga para venir a servir a los asturianos con las dos ideas que marcaron su vida: pasar haciendo el bien y buscando la Caridad de Cristo que nos urge.

El ahora obispo electo y aún titular de “Nasai”, era muy niño cuando Don Ángel pateaba nuestras montañas, sin embargo, al haber sido persona que trató a tantísimos sacerdotes mayores y venerables de nuestra tierra, le permitió -seguro- ser heredero de múltiples anécdotas de cercanía y humanidad que aquél prelado, con rasgos de santo, regaló en sus  visitas pastorales.

Algo tienen las Parroquias de Astorga que sorprenderá positivamente a su nuevo mitrado, y entre ello, la gran devoción que le tienen a la mártir Santa Marina. Sí; resultan  chocantes para nosotros muchos nombres que en nada se parecen a los de nuestras aldeas y pueblos, pero lo mismo pensarán ellos de nuestra toponimia. “Todos los caminos llevan a Roma”, y también a esta Urbe de raíz romana dónde su nuevo obispo irá encontrándose con Santa Marina, que en tantas parroquias tienen por Patrona. Feligresías como Igueña, Santa Marinica, Barrios de Nistoso, Manzanal del Puerto, Santa Marina de Torre, Sigueña, Zacos, Santa Marina del Rey, Valparaiso, Lago de Carucedo, Santalla, Valdeloba, Santa Marina del Sil, Barjas, Balboa, Ambasaguas, Santa Marina de Somoza, Genestacio, Rubiá, Santa Mariña do Monte, A Regueira, Outeiro ,Peñafolenche, Sejas, Valleluengo, Froxais, Aciberos, Castromil, Calabor, Rihonor de Castilla , Villarino de Sanabria, Da Ponte, Seadur, Aguilar de Tera… y múltiples ermitas y capillas dedicadas a Ella, lo que para un hijo de Villamarín de Salcedo mucho le ha de decir.

No puedo omitir señalar que Don Juan Antonio se hizo célebre a nivel nacional en sus primeros tiempos de Vicario territorial, cuando residiendo en Arriondas, era reclamado por sacerdotes y seminarios de toda España para dirigir retiros y ejercicios espirituales. Pronto se le apodó con cariño en el sur (así son los del sur) con el apodo de “El rey Mago”; uno preguntó ¿por qué?: “Como es el Vicario de Oriente…” respondió un sacerdote con alegre acento “andalú”. Y no iba desencaminado del todo, pues aunque nuestro oriente poco se asemeja al de Gaspar o Baltasar, es sin embargo Don Juan Antonio, un gran devoto de los Santos Reyes por haber nacido precisamente el día seis de enero. Onomástica que durante muchos años celebró con el bueno de Don Daniel, el cura de Priesca, fallecido el veintiuno de Diciembre del pasado año, y cuyas exequias él mismo celebró.

En plenas Témporas llega la hora de la partida. No puede haber mejor época que esta del Adviento para tomar posesión, ya que en el arte que se compendia en su nueva Iglesia Madre-Catedral, se representan todos los grandes personajes de este tiempo: los antiguos profetas en la majestuosa sillería del coro; San José en las escenas del retablo mayor; María Inmaculada y el Precursor, frente por frente, presidiendo cada uno una de las Capillas laterales. De especial valor y reconocimiento artístico es la talla de San Juan, con la mano junto a la boca que parece estar gritando: “preparad el camino al Señor, allanad sus senderos” (Is 40,3).

Al acercarse a la Augusta Astorga, es parada recomendada al peregrino el Alto de San Justo de la Vega, donde se contempla desde el Crucero que recuerda el lugar dónde el Santo Obispo sacudió sus sandalias, antes de partir a su retiro en Liébana, la erguida y hermosa Catedral en cuyas alturas reta al viento Pedro Mato, el maragato que atemorizó a los mismísimos franceses.

Empezar una visita por donde otro la dio por terminada, nos deja comprender cómo obispos en principio no queridos o maltratados, han terminado en el lugar que finalmente les correspondía. Por algo dice San Pablo que Dios a veces aprieta a sus hijos favoritos -¡y es verdad!- El episcopologio de este suelo nos habla de Santos y grandes pastores que sólo fueron reconocidos después de transcurridos muchos años. Además del Santo lebaniego, otros seis mitrados cuentan con la aureola: San Sabino, San Dictino, San Genadio, San Fortis, San Ordoño y San Pedro Cristiano. 

Sin irnos tan lejos podemos traer a colación al ilustre Don Marcelo, el cual da nombre a la Plaza del Seminario, mientras que en su día fue incomprendido por el clero diocesano tras su decisión de clausurar el seminario menor de "As Ermitas". De Astorga marchó como Arzobispo Coadjutor a una Barcelona que no le aguardaba tampoco con entusiasmo, dónde en la toma de posesión comenzó su memorable homilía afirmando: “Circunstancias ajenas a mi humilde persona, han hecho que mi presentación ante vosotros se vea rodeada de una expectación que yo no hubiera deseado”.

No es novedad el calvario ni las espinas del camino, más siempre el Señor dispone de verónicas y cirineos para llegar a la meta. No le faltarán a D. Juan Antonio sacerdotes buenos y hacendosos que tienen al día una Curia que nada tiene que envidiar a otras mayores. Sus religiosas de vida activa y contemplativa, son merecedoras de un monumento por el esfuerzo que ponen en llevar a cabo sus quehaceres, como las imprescindibles monjitas terciarias de Sancti Spiritu, que realizan las obleas para toda la Diócesis, o las Franciscanas del Buen Consejo, fundadas en esta ciudad a la sombra de su Seminario. Allá le aguardan dos paisanas con los brazos abiertos: Sor Honorina, natural de su querida Teverga, dónde fue Párroco, y Sor Berta Castañón, a la que le unen lazos muy fuertes de amistad por los años de Vicario General, en que residió junto con sus padres en la Parroquia de San Lázaro del Camino, fundada y atendida por el bendito Don Celestino Castañón (hermano de ésta) que atendió también espiritualmente a la difunta madre (Q.E.P.D.) del nuevo Obispo en su tiempo de enfermedad.
Como el mismo Monseñor reconoce, llegará ahora a un nuevo destino dejando atrás importantes vínculos muy queridos. En la memoria de muchos está hoy su familia, su anciano padre y tantos amigos como hermanos que aquí se quedan.

Viene a mi mente -como no- su difunta madre Doña Josefa, y aquello que él mismo resaltó el día de su funeral, explicando como ella, leyendo la vida de los santos, se había fijado tanto en San Agustín y su Santa Madre. Cúmplase ahora pues, en verdad, las palabras de Santa Mónica: “enterrad mi cuerpo dónde sea, sólo os pido que os acordéis de mi ante el altar del Señor”...

Nosotros, deseándole mucha vida al servicio de la Iglesia, también le encomendaremos y rezaremos por Vd.

Que en esa tierra cercana y hermana, tenga buena misión, D. Juan Antonio.

Rodrigo Huerta Migoya 

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