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lunes, 2 de noviembre de 2015

“A los nuestros”: Catequesis para el Cielo. Por Rodrigo Huerta Migoya



Si aún teníamos reciente la muerte de la catequista de nuestra Parroquia Joaquina Sanchez, la hermana muerte volvió a llamar a nuestra puerta para sorprendernos en la mañana del sábado 6 de junio pasado (víspera de Corpus) con el fallecimiento de Nieves Fernández. Dos mujeres jóvenes y luchadoras, dos testimonio vivos de compromiso y entereza con la vivencia de la fe en el sentido más propio de su latir. Una fe que las empujó a ser por voluntad propia colaboradoras en la difícil misión de anunciar a Cristo a través de la catequesis con los niños de Primera Comunión, labor esta, que además de ingrata y poco reconocida, se tiene que conjugar en ocasiones con el contratiempo de rechazos e ironías en el entorno familiar y social.

Joaquina, inocente, buena y singular, entendió mejor que nadie en los últimos meses de su vida lo que es la esperanza, la vida y el dolor en la propia carne, como nuestro mismo redentor. Quizás no haya mejor ejemplo actual para explicarle a un ateo el contexto de la noche del Jueves Santo que éste. Ahí está el beber el cáliz, que no es otra cosa que aceptar la voluntad del padre.

Recuerdo con tristeza la última vez que la vi apenas ocho días antes de fallecer. Solo ante situaciones así, puede uno hacerse una remota idea del patíbulo de Jesús orando en aquél huerto de olor a aceitunas prensadas. La terrible y desgarradora experiencia de un silencio cortante que en tantos hospitales como el del Monte Naranco experimentan cada día aquellos que se cogerían a un clavo ardiente con tal de poder salir de una irreversible situación ante la certeza de encontrarse ya en la cuenta atrás.

La despedimos antes de partir su cuerpo hacia su Laviana querida. Allí, a los mismos pies del Santuario de la Virgen del Otero, espera la Resurección bajo el amparo de la mejor mediadora. Quizás a los labios de Joaquina, o de su buena madre que estuvo a su lado hasta el final, vinieran las palabras de ese himno bello y sentido que las gentes de Laviana cantan al son de la banda municipal cuando con antorchas y velas bajan a su virgen a la Pola cada 14 de Agosto. Dice la estrofa: Tú de Dios divino trono/ Tú de Reinas soberana/ hoy al pueblo de Laviana/ baja oh Reina a bendecir/ y tendiéndole la mano/ calma oh Virgen tus enojos/ cuando a ti vuelvan los ojos/ al instante de morir.

Y más recientemente Nieves, la elegante, discreta y servicial. Esa mujer que cumplió siempre en su día a día la máxima de santificar el trabajo, de dar testimonio no con platillos sino con el ejemplo de vida austera y entregada a los demás. Sus compañeras de trabajo en “Hacienda” nunca encontraron en ella un sólo motivo de reproche, sino que todo en ella era formalidad y dulzura desde la disponibilidad. Al ser soltera, y por tanto verse menos esclava de las cosas del hogar, disfrutó siempre de la vida y la rutina de la Parroquia, dónde acudía en busca del agua que quita verdaderamente la sed.

Nieves siempre mostró su preocupación por la pérdida de valores y educación en los niños de nuestra sociedad, pues ella se formó con sus padres y familia en un hogar de profundos valores morales y cristianos, acompañando, como ejemplo, a su propio padre al final de sus días y precipitados últimos momentos. El mismo Santo Padre nos lo ha dicho recientemente al asentir que “La catequesis de hoy quiere ser la puerta de una serie de reflexiones sobre la vida de la familia, la vida real, la vida cotidiana”. Sobre esta puerta están escritas tres palabras que ya hemos utilizado otras veces: permiso, gracias, perdón.

También San Josemaría hablaba y ponía como modelo la simbología de la puerta para abordar el tema de la muerte. Para él estaba claro, para este hombre de Dios, la muerte no tenía nada de raro, él la veía así: “no es un paso desagradable. La muerte es una puerta que se nos abre al Amor; al Amor con mayúscula, a la felicidad, al descanso, a la alegría. No hay que esperarla con miedo”. Y Nieves lo sabía.

Esta evidencia se nos presenta cada poco. Con la partida al Padre Joaquina y de Nieves vuelven a quedar dos antorchas en el suelo a la espera del relevo para seguir la encomienda en el lugar en que la dejaron. Las nuevas generaciones no esperan, y debemos llevarles a Jesús para que su Corazón llegue a ellos antes que otros ídolos, señores y diosecillos y entren en sus vidas haciendo estragos.

Que San Enrique de Ossó, patrono de los catequistas de España, San Pio X, San Carlos Borromeo intercedan por Joaquina y Nieves y por nuestra catequesis parroquial.

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