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jueves, 10 de septiembre de 2015

Padres creyentes con hijos incrédulos, ¿quién tiene la culpa?

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El trabajo diario, las obligaciones en el hogar y la preocupación por solventar las necesidades materiales, parecen no dejar tiempo a los padres de familia para contagiar a sus hijos el amor a Dios. Así es, las nuevas generaciones están creciendo sin fe porque en sus hogares nadie se preocupa por hablarles de Dios.

En la sociedad actual, donde los niños y jóvenes están expuestos a tentaciones sexuales, violencia escolar, bebidas alcohólicas, drogas y muchas otras influencias negativas, no cuentan con la fuerza de los valores morales y cristianos para defenderse,considera el P. Eduardo Mercado Guzmán, responsable de la Comisión de Catequesis de la Arquidiócesis de México.

Y es que se ha ido perdiendo el sentido de la familia como “escuela de fe”; en muchos hogares han desaparecido las costumbres cristianas, no se reúnen para hacer oración, ir a Misa o rezar el Santo Rosario, y las imágenes religiosas ya no tienen un lugar importante en casa.

“La educación en la fe ya no es parte del mundo de hoy”, asegura el P. Mercado Guzmán, porque la preocupación de muchos padres de familia se limita a bautizar a sus hijos, y se olvidan que en ese momento –y también cuando contrajeron Matrimonio–, recibieron la gracia y la obligación de darles una educación cristiana a sus hijos para que, guardando los mandamientos divinos, amen a Dios y a su prójimo, como Cristo nos enseñó”.

Aunado a ello, en muchas familias se le da más importancia al bienestar y confort material, dejando en último plano lo espiritual, a lo que se suma la influencia de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías que, en un sentido negativo, pueden ser un distractor para los niños y jóvenes.

Misión de la familia cristiana

La Iglesia Católica habla sobre la importancia de que los hijos aprendan desde sus primeros años a conocer la fe recibida en el Bautismo. El responsable de la Comisión de Catequesis explica que“el testimonio de vida cristiana, ofrecido por los padres en el seno de la familia, llega a los niños envuelto en el cariño y el respeto”, y que esta primera experiencia cristiana deja en ellos “una huella decisiva que dura toda la vida”, por lo que el despertar religioso infantil en el ambiente familiar tiene un carácter insustituible.

La declaración Gravissimum Educationis del Concilio Vaticano II sobre la educación cristiana, señala que el “deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse”, y que es obligación de los padres “formar un ambiente familiar animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra tanto personal como social de los hijos”.

Por su parte, el Papa Juan Pablo II en su exhortación apostólica Familiaris Consortio escribió que “aun en medio de las dificultades –hoy a menudo agravadas– de la acción educativa, los padres deben formar a los hijos con confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana. Los hijos deben crecer en una justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo y austero, convencidos de que ‘el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene’”.

Sobre el tema, el Papa Emérito Benedicto XVI explicaba que “esa natural y sobrenatural iniciación a la vida de piedad, hecha en el calor del hogar, da muy buenos resultados. El niño aprende a colocar al Señor en la línea de los primeros y más fundamentales afectos; aprende a tratar a Dios como Padre y a la Virgen como Madre, y aprende a rezar, siguiendo el ejemplo de sus padres”.

Finalmente, el Papa Francisco, en la encíclica Lumen Fidei también recuerda que “en la familia, la fe está presente en todas las etapas de la vida, comenzando por la infancia: los niños aprenden a fiarse del amor de sus padres. Por eso es importante que los padres cultiven prácticas comunes de fe en la familia, que acompañen el crecimiento en la fe de los hijos”.

En la audiencia general de la semana pasada, el Papa Francisco también dedicó parte de su reflexión a la enseñanza de las madres y los padres a sus niños, y dijo que es muy bello cuando los pequeños aprenden a mandarle un beso a Jesús o a la Virgen.

En este sentido, el Santo padre también lamentó que en algunos lugares haya niños que no saben hacer la señal de la cruz: “Una cosa que tengo en el corazón, que he visto en las ciudades: ¡hay niños que no han aprendido a hacer la señal de la Cruz! Tú, mamá, papá, enseña al niño a rezar, a hacer la señal de la Cruz, esta es una tarea bella de las mamás y de los papás”, dijo.

Escuela de virtudes

El P. Mercado Guzmán, explica que los padres evangelizan a sus hijos con el ejemplo, haciéndoles sentir que Dios es parte de la familia, que siempre se puede contar con Él porque Su amor es incondicional.

“Esto –dijo– va a impactar en su futuro, porque una educación cristiana les da herramientas para enfrentar diversas situaciones de vida”, ya que crecerán con valores como la austeridad en la posesión de las cosas, amor y servicio, sociabilidad, sexualidad sana y castidad.

Existen recursos como libros, videos, portales de internet católicos y, por supuesto, el apoyo de los materiales que ofrece la Iglesia, donde los padres pueden encontrar ideas para educar mejor a sus hijos en la fe.

Con la ayuda del director de la Comisión de Catequesis, el periódico Desde la fe te ofrece algunos consejos para que tus hijos aprendan a amar a Dios:

1. Enseñarles a orar durante el día, a tener diálogos con Dios para pedir su consejo y su guía, y darle gracias por todo lo que Él nos da.

2. Dar gracias a Dios por los alimentos, tener imágenes religiosas en casa, llevarlos a la Basílica de Guadalupe, enseñarles el significado de las fiestas litúrgicas y pedir la protección del Ángel Custodio.

3. Leer con ellos la Biblia o las hojitas de la Misa. Dejar que los niños digan lo que entendieron y cómo le van a responder a Dios.

4. Asistir a Misa en familia y enseñarle al niño el significado de los momentos más importantes de la Liturgia, de los ornamentos y elementos del altar.

5. Prepararlos para que relacionen su vida cotidiana con Dios. Por ejemplo, motivándolos para que ofrezcan a Dios las clases y tareas.

6. Prepararlos para recibir los Sacramentos.

7. Recordar que un elemento esencial es el testimonio vivo de los padres, que son los primeros mensajeros del Evangelio ante los hijos.

Artículo originalmente publicado por SIAME

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