Van quedando atrás los sopores de un verano más cálido de lo habitual. Quienes han podido tomar unos días de descanso, ya saludan con distancia ese paréntesis veraniego. Y todos enfilamos ya el comienzo del curso con todos sus avatares, ilusiones, desafíos y retos. El otoño en el horizonte nos hace guiños para indicarnos que la vida sigue y que todo nos continúa reclamando dedicación y esmero, todo nos esperaba casi donde habíamos dejado el arado de nuestras labores cotidianas cuando llegaban los primeros días del verano. En esta tesitura de dar inicio nosotros en Asturias hemos comenzado de nuevo la novena a la Santina, nuestra querida madre la Virgen de Covadonga. En ella estamos en estos momentos.
Podría parecer que se trata del imparable sucederse de los días, y llegando a estas calendas tocase sin más subir a Covadonga para la consabida novena. En el trasiego entre agosto y septiembre siempre se nos da cita en ese precioso lugar cargado de historia y plegarias, sintiéndonos hijos de Dios en la casa de la Madre. No se trata de una inevitable inercia para que suceda algo que nadie puede cambiar y algo que nada cambiará. Este tipo de inercia hace que subamos año tras año, pero sin estar abiertos a que nos pueda sorprender el mismo Dios.
El tema de este año es la alegría, y teniendo presente que es un año que el Papa Francisco dedicó a la vida consagrada y en medio del jubileo teresiano al cumplirse los quinientos años del nacimiento de Santa Teresa, presiden las celebraciones varios sacerdotes religiosos que viven su vocación en nuestra Diócesis, para ayudarnos a entender este desafío de la alegría en medio de nuestra concreta realidad, sabiéndonos también nosotros andariegos y peregrinos de lo mejor que Dios nos promete y regala.
Debemos dejarnos sorprender por el buen Dios, porque en definitiva lo que pone fecha y circunstancia a estos días de nuestra novena a la Santina del año del Señor 2015, hace que reconozcamos la original diferencia que hoy tiene respecto a lo que cada cual vivía hace tan sólo un año. ¡Cuántas cosas han sucedido en estos doce meses últimos que hace que nos asomemos a tantos aspectos de la vida de un modo distinto! Para unos será una mirada más serena y relajada quizás porque algunos nubarrones parece que han remitido y ya no nos acorralan con sus vaticinios de negrura. Para otros tal vez será una mirada incierta porque la propia vida y la vida de los que más queremos sigue estando maltrecha para salir adelante, reconociendo entonces que determinadas macrobonanzas no terminan de abrazarnos siquiera un poquito en la bonanza pequeñita que se desea en el patio de mi casa que es particular siempre. Para otros acaso, la mirada está totalmente secuestrada ante horizontes duros por tantos motivos cuando la vida, la libertad, la paz, el trabajo siguen siendo realidades tan queridas pero también tan vulnerables que vemos cómo sucumben a la primera de cambio.
Hay motivos, pues, para que peregrinando a Covadonga al comenzar el curso tengamos una actitud de apertura a que Dios y su Madre puedan bendecirnos con aquello que nos abre a la esperanza no a pesar de la que está cayendo, sino en medio precisamente de todo eso. María tiene tanto que decirnos precisamente como receptora de la alegría de la que luego será ella un testigo del verdadero gozo: “alégrate” le dijo el ángel. Y ella llevó la alegría hasta saltar de gozo lo mejor cada uno cuando se allegaba con prisa llegando a la montaña de cada cual como sucedió con la visita a Isabel su prima. Es nuestro punto de partida.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
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