RESIDENCIAS GERIÁTRICAS Y CALIDAD DE VIDA
Cuando era niño en Candás, recuerdo a los güelinos sentados
en “El Paseín” o por “el muelle” ayudándose con su cayado o en algún apoyadero,
contándose unos a otros y al que se arrimaba las “batallas de la vida”, las
cuales inspiraban un respeto reverencial y una condescendiente ternura y aprobación
de los más jóvenes ante sus repetitivas historias…
Hoy, apenas encontramos esa estampa por ningún pueblo,
pues la vorágine de la vida y, en cierto modo, el hedonismo de nuestra sociedad
moderna, ha ido relegando a los mayores a los llamados geriátricos, so pretexto
de una mayor calidad de vida que, desde subvenciones y de sus mismas pensiones,
resulta finalmente demasiado cara y, en otras tantas, de no tanta calidad.
Antes, los abuelos vivían y morían en casa, cuidados y
rodeados de los suyos, aunque éstos al final fuesen solamente sus propios
vecinos. En otro tiempo, una madre era capaz de criar a diez hijos y hoy diez
hijos no son capaces de cuidar -¡ni por turnos!- a su madre. Esto
generó la proliferación como champiñones de las residencias geriátricas (públicas y privadas) donde poco a poco los
vamos dejando a precio de oro que acalla nuestras conciencias y salva nuestras
carencias de tiempos y contratiempos para poder cuidarlos. Un negocio -con
total seguridad- suculento y rentable para los avispados empresarios del
sector, que, a resultas, les exige mucho menos de lo que pueda parecer, pues
los decrépitos ancianos, por sus propias circunstancias o no protestan, o no
tienen opción de protestar; o, al final, da igual que protesten que no, pues
sus familiares y esta sociedad ni quieren ni tienen tiempo para saber cómo son
atendidos.
Paradójicamente
y por triste defecto, las residencias geriátricas son una solución -o la única-
para la gente que puede pagarlas (los
demás tendrán que hacer cola ante los asilos de las Hermanitas de los Ancianos
Desamparados) y, sin duda, no todas son iguales ni en el precio, ni en el
trato, ni en el cuidado y atención. Acertar en esto, amigos míos, es absolutamente
clave para los pobres abuelos y para los familiares que tengan corazón. El equipo
de “Pastoral de Enfermos y de la Salud” y el sacerdote de esta Parroquia,
atienden y celebran la misa en varias de ellas dentro del ámbito de su
jurisdicción, y, como hemos dicho, no todas son iguales…
Sería un buen propósito para este verano revisar las
relaciones y atenciones que tenemos con nuestros mayores; preocuparnos por un
digno final para ellos que no pivote sólo en nuestra comodidad o “impedimentos”,
y que evite, en no pocos casos, el cruel olvido en idealizadas y rentables
mazmorras para sus guardianes de aquellos que nos lo han dado todo, donde,
muchas veces despersonalizados, demenciados y acobardados en no pocas, esperan,
aparcados en batería y desde los gritos del silencio -su silencio-, la pronta llegada de la “hermana muerte” que les
libere por fin de su deportación y cautiverio en los nuevos y sibilinos “guetos”
de nuestro tiempo, frutos de una hipócrita sociedad moderna tan llena de
“calidad de vida”.
Joaquín,
Párroco
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