Los campamentos de verano han sido desde comienzos del siglo XX un magnífico instrumento pastoral y formativo.
Un campamento bien organizado y preparado, tiene todas las posibilidades de convertir en realidad el famoso paradigma: “formar divirtiendo, divertir formando” , y todavía más, que los monitores se diviertan, y se formen.
Un espacio ideal donde los chicos son el objetivo de esos tres pasos para la maduración: informar, formar y divertir.
Cuando un chaval me pregunta si puede llevar al campamento la game, el móvil, los cascos… simplemente le digo: “no vas a tener tiempo, chaval, ni tiempo ni ganas”.
¡Qué bien entra Dios al aire libre, después de un baño en el río, o en lo alto del Bodón! Allí Dios se hace más visible, más presente, más asequible…
Jornadas intensas con muchas horas al sol, compartiendo con otros chavales experiencias, anécdotas, pequeñas aventuras.
¿Es posible que un chico gallego, hijo de pescadores, se haga amigo de un chaval de Santander, hijo de un catedrático?
Eso pasa, y es bueno que siga pasando, en un campamento.
No se me pueden olvidar esas Misas intensas al aire libre, con unos pájaros de compañía entonando una desconocida sinfonía.
Esas comidas sin caprichos: “mamá, mamá, ya me gusta la coliflor y las verduras” decía un chaval urbano el día de la familia. Un pequeño logro, casi un milagro.
Y más pequeños milagros: “abuela, ya no me da miedo las lagartijas”. Y otra: “abuelo, ayer vimos un oso de verdad” (un monitor vestido de oso, haciendo el oso).
“Papá, ya sé nadar” y otra: “mamá, ya se hablar con Dios”, y uno mayorcito: “papá, he descubierto que la Misa no es un rollo”.
Mensaje a los párrocos y catequistas: la organización de los campamentos, supone, sin duda, un notable esfuerzo, añadido al esfuerzo diario…
Quizá nos podemos ir haciendo mentalmente mayores y pensar: ¿compensó tanto trabajo? SÍ, compensó. Pasaran los años y esos chavales te vendrán a ver con la intención de apuntar a sus hijos al campamento. Recordarán con añoranza y emoción los fuegos de campamento, las canciones, las guitarras, el deporte, las pozas, los desayunos y la ¡coliflor!
Todo valió la pena. ¿Volvemos este año?
Por José Antonio Gómez Haces, Sacerdote Oviedo
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