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sábado, 28 de febrero de 2015

Domingo II de Cuaresma – Ciclo B



Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 9, 2-10


En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
–«Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Ellas.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:
–«Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
–«No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos»

Palabra del Señor

viernes, 27 de febrero de 2015

Nuestra Parroquia estrena megafonía


En fotos, altavoz viejo y nuevo, izquierda y derecha respectivamente.

I Viernes de Cuaresma. El Perdón

I VIERNES DE CUARESMA
(Ez 18, 21-28; Sal 129; Mt 5, 20-26)




EL PERDÓN

¿A quién no le gusta que le perdonen sus errores? ¿Quién es tan sádico que prefiera convivir con sus sombras, en vez de dejar que entre en su corazón la gracia del perdón?

Si es un deseo natural que te ayuden, comprendan y disculpen, es a la vez un deber hacia los demás tener entrañas de misericordia. Y si el perdón de otro semejante reclama correspondencia, ¡cuánta misericordia con el prójimo debería surgir del corazón perdonado cuando ha recibido el perdón de Dios!

No creemos en un Dios incapaz de compadecerse de nosotros. Por el contrario, Él se muestra magnánimo con quienes se arrepienten. “¿Acaso quiero yo la muerte del malvado -oráculo del Señor-, y no que se convierta de su conducta y que viva?” (Ez 18, 23).

La certeza del perdón divino nos hace posible subsistir en la prueba de la propia debilidad sin echarnos al barranco de lo irremediable. Así lo reza el salmista: “Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto” (Sal 129).

En la vida cristiana es esencial la actitud de perdonar; de lo contrario, las obras de piedad se desnaturalizan. “Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda” (Mt 5, 23).

SANTA TERESA DE JESÚS
La gracia del perdón reclama respuesta agradecida: “Sirve y espera en su misericordia, que remediará tu pena, cuando la penitencia de tus culpas haya ganado algún perdón de ellas; no quieras gozar sin padecer” (Las exclamaciones del alma a Dios VI, 3).

La actitud de las personas que se saben amadas de Dios debe ser no solo el perdón mutuo, sino la delicadeza: “Hermanas, todo lo que pudiereis sin ofensa de Dios procurad ser afables y entender de manera con todas las personas que os trataren, que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y tratar y no se atemoricen y amedrenten de la virtud (Camino de Perfección 41, 7).

En caso de que se aposente en las relaciones humanas la rivalidad, entonces acontece lo peor, que se echa al Señor de casa: “Cuando esto hubiese, dense por perdidas. Piensen y crean han echado a su Esposo de casa y que le necesitan a ir a buscar otra posada, pues le echan de su casa propia” (Camino de Perfección 7, 10).

Ángel Moreno de Buenafuente 

El viernes de Cuaresma en el Catecismo y el derecho canónico


Esto es lo que enseña el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica

1430 Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores "el saco y la ceniza", los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia (cf Jl 2,12-13; Is 1,16-17; Mt 6,1-6. 16-18).

1438 Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico (el tiempo de Cuaresma, cada viernes en memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia (cf SC 109-110; CIC can. 1249-1253; CCEO 880-883). Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras).

1969 La Ley nueva practica los actos de la religión: la limosna, la oración y el ayuno, ordenándolos al "Padre que ve en lo secreto" por oposición al deseo "de ser visto por los hombres" (cf Mt 6,1-6. 16-18). Su oración es el Padre Nuestro (Mt 6,9-13).

2043 El cuarto mandamiento (abstenerse de comer carne y ayunar en los días establecidos por la Iglesia) asegura los tiempos de ascesis y de penitencia que nos preparan para las fiestas litúrgicas y para adquirir el dominio sobre nuestros instintos, y la libertad del corazón (cf CIC can. 1249-51; CCEO can. 882).


El derecho canónico dice esto en los números 1251-1252
1251: Todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne, o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal; ayuno y abstinencia se guardarán el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.

1252: La ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido catorce años; la del ayuno, a todos los mayores de edad, hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve años. Cuiden sin embargo los pastores de almas y los padres de que también se formen en un auténtico espíritu de penitencia quienes, por no haber alcanzado la edad, no están obligados al ayuno o a la abstinencia.

RETIRO CUARESMAL



``Este es tiempo de salvación´´ 2 Cor 6, 2

Sábado 28 de febrero 

A las 12.30

En la Iglesia Parroquial de Lugones 

Padre Predicador: Rvdo. D. Laurentino Gómez Montes 


Carta semanal del Sr. Arzobispo


Tratar de amistad con quien nos ama

Ha vuelto a hacer una escapada. No se fuga de nadie y tampoco persigue a ninguno. Pero se ha alejado otra vez. Con lo mucho que hay que hacer, y los problemas acuciantes que esperan de su palabra una luz y de su cercanía un acompañamiento en las horas duras de la vida. Pero no, se ha marchado de nuevo.

Comenzar un relato de semejante manera podría parecer la descripción de alguien cobarde o escurridizo que ha abandonado su puesto y su quehacer irresponsablemente. Y sin embargo, lo hacía cada amanecer anticipándose a la aurora mañanera, o cada atardecer antes de que declinase el crepúsculo vespertino. Me estoy refiriendo a Jesús, de quien no hay sospecha ninguna. Tenía este paréntesis diario para ir al encuentro de su Padre Dios, para embeberse de sus palabras y para gozarse de su belleza. Todo lo que luego hacía o decía el Señor, no era otra cosa más que el testimonio de lo que amaneciendo o atardeciendo había visto y oído a solas con el Padre Eterno buscado y encontrado en la oración.

Ese Maestro tenía unos ojos grandes que asomados a lo que cada día acontece con su luz y con su sombra, no dejará pasar la ocasión para mostrarnos su enseñanza: se detiene a observar y bendecir a los niños que juegan en la plaza; o tiene un gesto de ternura con cualquier pecador que pide ser perdonado; o realiza signos y milagros para quienes tienen necesidad de ser curados o defendidos; o verá igualmente la hipocresía de los ampulosos de sus corrupciones y engañifas, así como la honestidad y entrega de la gente buena. Todo lo grande y todo lo mezquino, pasará sin maquillaje delante de su mirada y será argumento libre en su palabra.

Pero esos ojos y esos labios, llegando el despuntar del día o los últimos rayos de cada tarde, se ponían ante el Padre Dios para agradecer filialmente, para entender humanamente, para saber qué tendría que decir y hacer luego en las encrucijadas de la gente que encontraría junto al pozo de la sed cotidiana como la Samaritana, en los caminos donde encontró enfermos y endemoniados, en las casas donde compartió con amigos como en Betania o arrepentidos como Zaqueo, en las sinagogas para decir que en Él se cumplía la palabra proclamada, en el Templo donde vio mercaderes avaros pero también ancianas generosas que entregaban lo que tenían. No hubo lágrima que no enjugara Jesús, ni enfermedad que no tuviera una bendición para curarla, ni espera que no fuera con su amistad calmada y colmada.

En este tiempo de cuaresma que hemos comenzado, uno de los gestos a los que la Iglesia nos invita es precisamente la oración. Cada uno sabe cuánto y cuando reza, y dónde lo hace. Pero el cuaresmal es un tiempo en el que como hemos visto que hacía Jesús, hemos de madrugar las cosas antes que sucedan para pedir a Dios que nos dé su gracia de vivirlas con Él sin hacerlo contra nadie. Y hemos de entrar en el descanso de la noche habiendo sabido dar gracias por lo vivido en esa inédita jornada. Pedir gracia y dar gracias.

El Papa Francisco y la curia vaticana están de ejercicios espirituales esta semana. Tampoco ellos se fugan de nada ni de nadie: vuelven su mirada a ese Dios que de continuo les mira, convierten su corazón al Corazón que por ellos palpita, para testimoniar luego con hechos y palabras la misericordia y la fidelidad del Señor. Un tiempo de honda escucha de la palabra de Dios, de adoración de su santa Eucaristía, y de amar a todos los que Él ama y que a nuestra caridad nos confía. Es tiempo de orar. Como decía Sta. Teresa: tratando de amistad con Quien sabemos nos ama.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

El PSOE quiere quitar a la Iglesia los bienes que ha inmatriculado en los últimos años


(EP) Los socialistas también piden que se reclame la titularidad de estos bienes en los supuestos en que fuera un bien no susceptible de propiedad privada por ser de dominio público, aunque esté catalogado formalmente como tal, si históricamente gozó de esa presunción o tratamiento.

En este sentido, plantean que se derogue el artículo 206 de la Ley Hipotecaria que atribuye a la Iglesia Católica, cuando carezca de título de dominio, la potestad para inscribir bienes inmuebles en los términos en que lo pueden hacer el Estado, la Provincia, el Municipio y las corporaciones de derecho público.

En cualquier caso, la nueva Ley Hipotecaria, que está en tramitación parlamentaria, en su artículo 206, ya equipara a la Iglesia «al resto de personas jurídicas a efectos de inscripción».

Feligreses especialmente puñeteros. Sugerencias para neutralizar


Partimos de que nuestros feligreses, muy en general, son gente digna de todo elogio. No obstante, mis compañeros curas y la gente más colaboradora, sabe que hay ciertos personajes del todo inevitables, tan hijos de Dios como los demás, pero especializados en sus puñeterías. Qué le vamos a hacer.

Tres son los que a un servidor le resultanespecialmente puñeteros.

En primer lugar, los que se quejan de las personas. La catequista Pepita que tiene un genio regular, Manolita que no lleva una vida especialmente acorde con su labor, Juan, el de Cáritas, que va mucho al bar y Paco, el que suele hacer las lecturas en la misa de diez, que no sale al altar con la suficiente gravedad.

Luego vendrían los quejosos de lo que se hace y lo que no se hace. Para qué tanta reunión con jóvenes, para qué sirve eso de los matrimonios, y el despacho de Cáritas que da a los que menos lo necesitan. Ahora que si rosario, o al revés, que por qué no se reza más el rosario. Y qué bien vendría en la parroquia un grupo de manualidades, una cofradía de la preciosísima sangre de Nuestro Señor, las cuarenta horas, los retiros de interioridad pasmosa, las charlas de espiritualidad triunfante, una biblioteca piadosa y la colección de folletos del P. Facúndez sobre espiritualidad, misión, caridad y cómo llegar al cielo en tres sesiones.

Finalmente tenemos a los hiper críticos con el cómo se hacen las cosas. La misa larga o corta, o celebrada con poca piedad o tal vez con demasiado misticismo. Hoy la homilía bien, el domingo pasado te fuiste por las nubes, y el otro día poco elevada. A la catequesis le falta espiritualidad (o le sobra, según), el horario de despacho habría de ser otro, Cáritas que se organice de otra manera y vaya adefesios de floreros que han colocado en el altar de san Apapucio bendito.

Estas cosas cada cual intentamos llevarlas con la mayor dignidad posible, pero tienen que comprender que cada vez que aparece por la sacristía doña Manuela para protestar por algo, o el bueno de Macario para sugerir la enésima genialidad,uno se ponga en guardia y en ocasiones hasta se cabree y todo, que es actitud poco evangélica pero perfectamente comprensible.

¿Qué hacer? ¿Hay alguna manera de neutralizar a las doña Manuela de turno, a los Macarios y a los demás especímenes de guisa parecida?

Servidor lleva tiempo utilizando una doble metodología según el caso.

A los quejosos de primer y tercer grupo -de personas y de cómo se hacen las cosas- he decidido pedirles la queja por escrito. No por nada, sino porque servidor se ha fabricado una comodísima “mala cabeza”, incapaz de acordarse de cada cosa. Por eso mucho mejor que me lo den por escrito con fecha y firma y ya me hago cargo del asunto. Estoy esperando el primer escrito.

Los del segundo, lo que no se hace y habría que sacar adelante, directamente son nombrados responsables del asunto que proponen. Facilito: doña Manuela responsable de poner en marcha el grupo de manualidades; don José de rezar el rosario cada tarde; Angelita acaba de ser nombrada responsable de poner en marcha la cofradía y Feliciano de la biblioteca piadosa – popular – parroquial – intergeneracional. Maruja ha sido nombrada delegada de floreros, flores, macetas y demás estrictas verdulerías mientras que a Juanmi, siempre a la busca de la bombilla estropeada para acusar al párroco de que no le importan las cosas, acabo de ofrecerle ser delegado y encargado de mantenimiento.

Oigan, no ha aceptado ni uno. Eso sí, no se atreven a sugerir nada por si les toca cargar con el mochuelo. Bueno, en honor a la verdad, solo Maruja, que lleva bien lo de las flores. ¿El resto? No han vuelto a decir nada. Por si las moscas…
Jorge Glez. Guadalix

martes, 24 de febrero de 2015

15 sencillos actos de caridad que olvidamos a menudo: pueden hacerse en nuestra vida cotidiana


Adentrándonos en la Cuaresma y acogiendo las palabras del Papa Francisco para este año, hemos querido hacer una recopilación de actos sencillos de caridad que muchas veces pasamos por alto pero que, en su sencillez son manifestaciones concretas del amor de Dios.

Un corazón que se ha encontrado con Él no puede permanecer indiferente a los demás. ¡No privemos a los demás de nuestra sonrisa, de nuestra alegría, de la esperanza que nos da Cristo! El mundo lo necesita.

Por lo tanto, para vivir este testimonio de la caridad es indispensable el encuentro con el Señor que transforma el corazón y la mirada del hombre. En efecto, es el testimonio del amor de Dios hacia cada uno de nuestros hermanos en humanidad que da el verdadero sentido de la caridad cristiana.

Esta no se puede reducir a un simple humanismo o a una empresa de promoción humana. La ayuda material, aun siendo verdaderamente necesaria, no lo es todo en la misma caridad, que es participación en el amor de Cristo recibido y compartido.

Toda obra de caridad auténtica es, por lo tanto, una manifestación concreta del amor de Dios a los hombres y por ello se vuelve anuncio del Evangelio. ¡Que en este tiempo de Cuaresma, los gestos de caridad, cumplidos generosamente, permitan a cada uno avanzar en el camino hacia Cristo, que no cesa de salir al encuentro de los hombres! (Benedicto XVI)

1. Sonreír ¡Un cristiano siempre es alegre!
No nos damos cuenta pero cuando sonreímos aligeramos la carga a quienes nos rodean. Cuando vamos por la calle, en el trabajo, en la casa, en la universidad. La felicidad del cristiano es una bendición para los demás y para uno mismo. ¡Quién tiene a Cristo en su vida no puede estar triste!

2. Dar las gracias siempre (aunque no "debas" hacerlo).
Nunca te acostumbres a recibir porque lo necesitas o porque tienes "derecho a". Todo lo recibes como un regalo, nada te "lo deben" aunque hayas pagado por ello. Da siempre las gracias. Es más feliz quien es agradecido.

3. Recordarle a los demás cuánto los amas.
Tú sabes que los amas ... ¿y ellos? Las caricias, los abrazos y las palabras nunca sobran. Si Jesús no se hubiera hecho carne, nosotros jamás habríamos entendido que Dios es Amor.

4. Saludar con alegría a esas personas que ves a diario.
Seguro es quien abre la puerta, quien limpia, quien contesta las llamadas. Lo ves a diario y al saludarlo le recuerdas que es importantísimo lo que hace. Tanto tu trabajo como el de él/ella se hace más a gusto si le haces ver que es valioso para otros, que su presencia cambia las cosas.

5. Escuchar la historia del otro, sin prejuicios, con amor.
¿Qué puede hacernos más humanos que saber escuchar? Cada historia que te cuentan te une más con el otro: sus hijos, su pareja, la jefa, el profesor, sus preocupaciones y alegrías ... tú sabes que no sólo son palabras, son partes de su vida que necesitan ser compartidas.

6. Detenerte para ayudar. Estar atento a quien te necesita.
¿Qué más podemos decir? No importa si es un problema de matemáticas, una simple pregunta o alguien que tiene hambre ¡jamás sobra la ayuda! Todos necesitamos de los demás. Aunque suelas ayudar, recuerda que tu también eres necesitado.

7. Levantarle los ánimos a alguien.
Sabes que no anda bien o nada bien y no sabes qué hacer. Decides sacarle una sonrisa para hacerle saber que no todo es malo. Siempre es bueno saber que hay alguien que te ama y que estará siempre a pesar de las dificultades.

8. Celebrar las cualidades o éxitos de otro.
Solemos callarnos lo que nos gusta y nos alegra de los demás: sus éxitos, sus cualidades, sus buenas actitudes. Simples frases como "¡Felicidades!", "Me alegro mucho por ti" o "Ese color te queda muy bien" le han hecho el día a tu compañero y nos ayudan a vernos entre nosotros como Dios nos ve.

9. Seleccionar lo que no usas y regalarlo a quien lo necesita.
¿Te has imaginado alguna vez que tu playera favorita de cuando tenías 17 años, ahora es la playera favorita de una adolescente que no tiene mucho que ponerse? Si eres hermano mayor, lo sabes. Por eso es bueno acostumbrarnos a valorar lo que tenemos y si tenemos más de lo que necesitamos, regalarlo nos ensancha el corazón y protege del frío a otro.

10. Ayudar cuando se necesite para que otro descanse.
Esto se vive en las familias: cuando uno descansa otro trabaja. Nada más hermoso que saber que alguien más ya comenzó a hacer algo que necesitabas por ti o que siempre puedes pedir ayuda. Cuando nos ayudamos mutuamente a llevar las responsabilides diarias la vida es más llevadera.

11. Corregir con amor, no callar por miedo.
Corregir es un arte. Muchas veces nos encontramos en situaciones que no sabemos manejar. El mejor método es el amor. El amor no sólo sabe corregir, sino que sabe perdonar, aceptar y seguir adelante. No tengas miedo de corregir y ser corregido, eso es una muestra que los demás apuestan por ti y quieren que seas mejor.

12. Tener buenos detalles con los que están cerca de ti.
Sabes lo que le gusta mejor que nadie, ¿por qué no aprovechar eso? Nada se disfruta más que aquello que es dado con amor, él se gana unos minutos de descanso y tú una sonrisa auténtica. Salir de uno mismo y pensar en los demás siempre es mejor y alegra el corazón.

13. Limpiar lo que uso en casa.
Si vives con tu familia o ya vives fuera de casa, sabes lo importante que es recoger y limpiar lo que usas. Hay una voz dentro de ti que te dice que deberías ayudar un poco más de lo que quisieras... Y sorprendentemente te sientes muy bien de hacerlo.

14. Ayudar a los demás a superar obstáculos.
De chiquitos lo hacíamos, ¿porqué no hacerlo ahora? Ayudarle a alcanzar el transporte, a cargar sus maletas, a cruzar la calle o regalarle unas monedas para que pueda pagar. Esos detalles nunca se olvidan. Eres el extraño que aún cree en la humanidad.

15. Llamar por teléfono a tus padres.
Ahora tú vives solo, te mueves solo y quizá hasta tienes tu propia familia. Sin embargo, tus padres aún se conmueven cuando les haces saber que piensas en ellos. Estar atentos a lo que necesitan o simplemente saber cómo están es algo que no te cuesta mucho y es un gesto enorme de gratitud.

Luisa Restrepo

¿Quieres ir a Lourdes?


El pasado lunes comenzó el plazo de inscripción para participar en la XXIII Peregrinación anual a Lourdes, que organiza la Hospitalidad diocesana de Nuestra Señora de Lourdes en Asturias. En esta ocasión, el viaje se desarrollará del 18 al 22 de abril, y tendrá como lema “Lourdes, la alegría de la misión”. 

Para inscribirse, la Hospitalidad de Lourdes pone a su disposición su propio perfil de Facebook, la dirección de correo electrónico: hospitalidadasturias@gmail.com y los teléfonos 985 20 84 65 y 672 24 84 19.

El Papa decreta la concesión del título de Doctor de la Iglesia a San Gregorio de Narek


(Aica) San Gregorio de Narek (Krikor Naregatsí), monje del siglo X, que fue llamado el «san Agustín de los armenios», no tanto por la cantidad de sus obras sino por el influjo que tuvo entre los fieles.

El gran Doctor de la Iglesia armenia nació alrededor del 950, en el pequeño pueblo de Narek, en Armenia, de una familia de escritores. Su madre murió mientras Gregorio todavía estaba en edad temprana, su padre Khosrov, quien más tarde se convirtió en arzobispo, escribió el más antiguo comentario de la iglesia armenia sobre la Divina Liturgia.

Al morir su esposa, Khosrov confió a Gregorio y a su hermano Juan a su primo Ananías Vartabed, llamado «el filósofo», abad del monasterio de Narek, fundador de la escuela local y del monasterio del pueblo. En aquella época el monasterio, situado en las orillas del lago Van en Vaspuragán (hoy territorio ocupado por Turquía) era floreciente en vocaciones y en vida espiritual.

La vida de San Gregorio se sitúa en plena época de la separación de la Iglesia Apostólica Armenia de su fidelidad a Roma, en una época de paz y prosperidad anterior a las terribles invasiones de los turcos y los mongoles. Se trata de unos años en los que la Iglesia armenia experimentó un auténtico renacimiento cultural, al cual contribuyó grandemente el mismo Gregorio.

El monasterio de Narek, hoy deshabitado, fue destruido como comunidad religiosa en el siglo XX, tras el Genocidio Armenio, la deportación forzosa y exterminio de un número indeterminado de civiles armenios, calculado aproximadamente entre un millón y medio y dos millones de personas, por el gobierno de los Jóvenes Turcos en el Imperio otomano, desde 1915 hasta 1923.

A la edad de 25 años fue ordenado sacerdote y nombrado formador de los novicios. Su fama de santidad y sabiduría trascendió las paredes de Narek, pasó a los monasterios vecinos y se convirtió sin pretenderlo en reformador de la vida monacal. Elegido abad del monasterio, llevó una vida de gran humildad y caridad, plena de trabajo y oración, animada por un ardiente amor por Cristo y su Santísima Madre. Por la envidia de su sabiduría, y debido también a la estricta observancia de las normas de vida conventual, se ganó la enemistad de algunos que abrieron contra él una auténtica persecución; lo llegaron a acusar injustamente de herejía, y aquella campaña terminó con la deposición de sus cargos.
Su tumba, lugar de peregrinación hasta el genocidio armenio

Gregorio fue un distinguido teólogo y uno de los poetas más importantes de la literatura armenia. Entre sus obras se destacan un Comentario sobre el Cantar de los Cantares, muchos panegíricos y una colección de noventa y cinco oraciones en forma poética llamada «Narek», por el monasterio en el que vivió. Murió alrededor del año 1003 y fue enterrado en el mismo monasterio. Su tumba fue el destino de peregrinaciones hasta la época de las masacres perpetradas por los turcos.

Fiel a la tradición de su Iglesia, Gregorio era un gran devoto de la Virgen, le cantó con acentos inspirados y según la tradición María también se le habría aparecido.

lunes, 23 de febrero de 2015

Los curas-obreros y el último mohicano


El caso es que hoy he caído en la cuenta, así, como quien no quiere la cosa, de que me parece que llevo bastante tiempo sin aporrear a ningún hereje. Después que pierdo la forma, claro. Lo de los dos árboles del paraiso está bien, sí, no vamos a negarlo, pero, padre, escríbanos algo más de Queiruga, Masía, Faús, el Viñetista y otros secuaces.

-¿Pero no queréis algo más, por ejemplo, de Adán y Eva?

-No, no, queremos algo sobre Masiá y sus discípulos.

-¿Pero es que queréis que falte a la caridad?

-No, que no, que lo hacemos por el dogma.

-Sí, claro, buenos estáis vosotros. Bueno, mirad, hoy os voy a decir algunas palabritas.

-Bien, bien.

-El caso es que vuestra insistencia me viene muy bien (je, je, je), porque hoy he leído a dos curas, que más bien parecían dos acólitos maoístas del Partido Comunista Troskista, que decían frases del tipo: Nunca es más célibe que el no célibe. O el celibato si no es libre, no es una riqueza. Y no sé qué de la iglesia disidente y el Vaticano II. Y todas estas frases, no sé, me han dado ternura, me han tocado el corazón. Me recuerdan a los pantalones de pana, a Michael Jackson antes de ser blanco, a Buñuel filmando Viridiana. Es como volver a esas épocas en que yo tenía flequillo. Y no, no tengo cuerpo para atacar aquella teología sindicalista setentera. Lo mismo que ahora tenemos iglesias con Rito Tridentino, habría que pedir a Monseñor Rouco que les dejara una capilla. No, insisto, es que casi produce ternura ver estos programas del Canal Nostalgia. Tiene incluso un aire a Truffaut.

-¿Cree que sería positivo una capilla dedicada al Rito Proletario en la observancia libre de los años 70?

-Para algunos curas retirados sería casi un acto de caridad.

-¿Pero esto no afecta a la ortodoxia?

-Están en ignorancia invencible.

-Pero la conciencia les debe advertir que sus ideas no son conformes la recta teología.

-Dada la teología que aprendieron, son completamente inocentes. Yo creo que no debemos alterar su tranquilidad. Que vivan en paz un par de lustros más, y después de treinta años ya veréis como sus entrevistas resultan incluso más entretenidas.

-Qué bueno es usted.

-Sólo cumplo con mi deber.

-No, pero que usted es muy bueno.

-Venga, zalamero.

P. José Antonio Fortea, sacerdote

Ayunar de críticas y cotilleos


“¿A eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor?... Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, liberar a los oprimidos, partir tu pan con el hambriento (...)” (cf. Isaías 58, 5-7). A este conocido texto del profeta Isaías, bien podríamos añadir, en plena sintonía con su mismo espíritu: ¡El ayuno que agrada a Dios es controlar nuestra lengua!

Comencemos por reconocer que llama la atención la “cruzada” que el Papa Francisco ha emprendido contra el vicio de la crítica y el cotilleo: “Las murmuraciones matan, igual o más que las armas”; “Los que viven juzgando y hablando mal del prójimo son hipócritas, porque no tienen la valentía de mirar los propios defectos”; “Cuando usamos la lengua para hablar mal del prójimo, la usamos para matar a Dios” ; “El mal de la cháchara, la murmuración y el cotilleo, es una enfermedad grave que se va apoderando de la persona hasta convertirla en sembradora de cizaña, y muchas veces en homicida de la fama de sus propios colegas y hermanos”; “Cuidado con decir solo esa mitad de la realidad que nos conviene”; “¡Cuántos chismorreos hay en el seno de la propia Iglesia!”… Ciertamente, no creo que haya habido nunca un Papa tan comprometido con la denuncia y la erradicación de esta lacra.

La crítica y el cotilleo están tan extendidos en nuestra sociedad - sin que la Iglesia sea una excepción -, que no son pocos quienes consideran que se trata de un mal insuperable, cuando no necesario. A esto contribuye el hecho de que la percepción suele cambiar dependiendo de que seamos sujetos activos o pasivos de dicha práctica. El cotilla y el murmurador tiende a justificarse diciendo que se limitan a informar, y que en esta vida es necesario tener un juicio crítico.
Pues bien, para dejar de murmurar no solo se requiere controlar la lengua, sino que hay que cambiar la mentalidad. No estamos ante un vicio superficial o epidérmico, como a veces solemos suponer equivocadamente. Bajo las críticas y los cotilleos se camuflan pecados como el rencor, la envidia o la vanidad. Pero no solo esto, sino que también se esconden nuestros complejos, inseguridades y heridas. En realidad, lo moral y lo psicológico suelen caminar por el mismo carril. O dicho de otro modo, el demonio sabe dónde nos aprieta el zapato, y tiende a pisarnos en el mismo lugar…


Todos sabemos que la crítica esconde con frecuencia envidia y celos, y que estos encierran falta de autoestima. Y si pudiésemos remontarnos al origen de esa falta de autoestima, muy posiblemente nos encontraríamos con la carencia de amor… No cabe duda de que los males morales, psicológicos y educacionales están implicados. Así, por ejemplo, decía San Francisco de Sales: “Cuanto más nos gusta ser aplaudidos por lo que decimos, tanto más propensos somos a criticar lo que dicen los demás”.

Dicho lo cual, no es de recibo tomar excusa de las implicaciones psicológicas y educacionales, para eludir nuestra lucha contra este vicio. Nuestra responsabilidad moral puede estar condicionada, ciertamente, pero no hasta el punto de estar determinada. Somos sujetos libres, aunque nuestra libertad esté herida; y por lo tanto, somos responsables de las palabras que salen de nuestra boca. Sin olvidar que en no pocas ocasiones las críticas y los cotilleos son puestos al servicio, con notable malicia, de la ideología de quien los utiliza, con el objetivo de denigrar a quienes no piensan como nosotros.

Me viene a la memoria una cita evangélica que suele pasar inadvertida, en la que queda patente la indisimulada incomodidad del Señor Jesús ante este vicio moral. Me refiero a Juan 21, 23. El contexto de este episodio es el encuentro final entre Jesús y Pedro, en el que este es perdonado por su triple negación, además de confirmado en su misión. A punto de concluir el diálogo, cuando Jesús ha revelado a Pedro su futuro martirio, este vuelve su mirada a Juan - el discípulo al que el Señor amaba especialmente - y le pregunta a Jesús: “Señor, y este, ¿qué?”. A lo que el Señor, en una respuesta sin precedentes, contesta: “Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme”. ¡¡Es impresionante escuchar a Jesús decirle a Pedro: “¿a ti qué?” (expresión equivalente a nuestro popular “¿a ti qué te importa?”)!! Y es que, mientras estamos pendientes indebidamente de los demás, podemos permanecer ciegos ante nuestros problemas y responsabilidades. ¡Vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro! (cfr. Mt 7, 3).

Concluyo con un texto evangélico tan clarificador como incómodo, de esos a los que solemos poner sordina, por resultarnos demasiado exigente: “Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca (…) En verdad os digo que el hombre dará cuenta en el día del juicio, de cualquier palabra inconsiderada que haya dicho. Porque por tus palabras serás declarado justo o por tus palabras serás condenado” (cfr. Mt 12, 34-37). Será por eso, tal vez, que le escuché a un hermano obispo decir que se podría elevar a los altares, sin necesidad de proceso de canonización, a aquel de quien pudiera decirse: “nunca le escuchamos hablar mal de nadie”. Ciertamente, ¡el ayuno que agrada al Señor es controlar nuestra lengua!

+ José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián

sábado, 21 de febrero de 2015

Evangelio del Domingo I de Cuaresma


Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 12-15

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto.

Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:

–«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»

Palabra del Señor

viernes, 20 de febrero de 2015

Viernes de Ceniza. Amor y Penitencia

VIERNES DE CENIZA
(Is 58, 1-9a; Sal 50; Mt 9, 14-15)



AMOR Y PENITENCIA

En Cuaresma, se nos invita a la penitencia y los viernes de manera especial. Sin embargo, no se puede perder de vista el sentido cristiano de la ascesis, que no es otro que el deseo de compadecer con Cristo y con quienes sufren hoy los rigores de la Pasión del Señor.

Cabe ayunar por mantener el peso, por conservar la salud, y hasta por motivos espirituales. Ejercicio que puede ser muy beneficioso para mantener la mente despierta y el cuerpo ágil.

El ayuno cristiano tiene una dimensión de solidaridad, como señala el profeta: “No ayunéis como ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces. El ayuno que yo quiero es éste: partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne. (Is 58, 7).

Aún cabe un aspecto mayor que la solidaridad altruista, que es el amor. Desde este principio, se entienden las palabras de Jesús sobre el ayuno a los fariseos, cuando le preguntaron: -«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: -«¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos?” (Mt 9, 15)

Los rigores cuaresmales se han diluido. La cultura actual parece que no habla el mismo lenguaje que los textos bíblicos. Sin embargo, existe la sensibilidad social, la solidaridad generosa con quienes padecen paro, hambre, exclusión… Los cristianos sobresalen por su generosidad en muchos momentos dramáticos, pero no deberíamos perder la mirada a quien es razón de compartir. Y esa razón no es otra que el amor.
SANTA TERESA DE JESÚS
La Maestra espiritual ha sufrido mucho por miedo a que sobreviniera a sus monasterios la tentación de que sus monjas quisieran ser harto penitentes, porque en esto también hay peligro. “En especial esto de la mortificación importa muy mucho y, por amor de nuestro Señor, que adviertan en ello las preladas, que es cosa muy importante la discreción en estas cosas y conocer los talentos, y si en esto no van muy advertidas, en lugar de aprovecharlas las harán gran daño y traerán en desasosiego” (Fundaciones 18, 7).

Por encima de todo, el amor. “Querría dar a entender que el alma no es el pensamiento, ni la voluntad es mandada por él, que tendría harta mala ventura; por donde “el aprovechamiento del alma no está en pensar mucho, sino en amar mucho” (Fundaciones 5, 2).

jueves, 19 de febrero de 2015

Necrológica diocesana



Ha fallecido el sacerdote Don José Ignacio Monte Cabañas

Nacido en Noreña en 1922

Fue ordenado el 15 de julio de 1951 por manos de Monseñor Francisco Javier Lauzurica y Torralba. 

Entre otros destinos pasará a la historia por haber sido el Párroco que levantó la Iglesia de San Julián de Box en Tudela Veguín su primer destino (dicho edificio fue demolido en 2007). También atendió Santiago Apóstol de Tudela Agüeria.

Diez años más tarde, fue nombrado párroco de Santa Eulalia de la Felguera (hoy San Pedro) , y en 1968 ocupó el cargo de arcipreste de Langreo.

De aquí pasó a la Parroquia de San Pedro de los Arcos

Canónigo Catedral de San Salvador de Oviedo desde 1974

Hombre sencillo y servicial dedicó buena parte de su vida al trabajo en la Curia diocesana como Agente de preces y notario del arzobispado de Oviedo.

También fue consiliario diocesano de acción católica (1972-1975) , director espiritual diocesano de la adoración nocturna femenina (1981-2008)  y delegado diocesano de pastoral familiar (1986 - 1994)

En 2001 fue distinguido con el premio Veguinense del año, en agradecimiento por los valores transmitidos y su altruista servicio al pueblo de Tudela Veguín.

Mientras las fuerzas le acompañaron no faltó a la cita con su querido Ecce Homo en su villa natal.

Tras una larga enfermedad falleció en la Casa Sacerdotal ovetense a los 92 años de edad. 

Su funeral será mañana viernes en la Santa Iglesia Catedral a las 12:00 , a continuación su cuerpo recibirá cristiana sepultura en el cementerio parroquial de Noreña. 

Descanse en Paz este siervo fiel y cumplidor que se abrazó a la Cruz de su maestro.

Carta semanal del Sr. Arzobispo


Por unos momentos han sido su propio héroe o heroína. Los hemos visto agitados de alegría mirándose en el cristal de cada escaparate mientras se colocaban sus penachos de mosqueteros espadachines o su corona con velo de tul como princesas. Por unos instantes han sido lo que tal vez eran en sus sueños. Y así se han metido en el carnaval de sus fantasías jugando con la inocencia propia de su edad mientras se disfrazaban infantilmente sin maldad alguna. Así hemos visto de aquí para allá en estos días a tantos niños que han escenificado en calles y plazas el divertimento que no tiene en ellos ninguna trastienda.

Pero este carnaval juguetón y sin malicia termina cuando se acaba la fecha convenida y hay que devolver los disfraces, quitarse las caretas y regresar al atuendo cotidiano que en nuestros más pequeños tiene un círculo sencillo y sagrado: convivir con su familia, aprender tantas cosas en el cole, ver cómo crecen sus cuerpos, sus sueños y expectativas. Todas las preguntas, tantas de sus respuestas, tienen ese ámbito del hogar, de la escuela, de la parroquia. Allí maduran creciendo y dejándose crecer, queriendo y aprendiendo a querer, creyendo y ahondando su fe, esperando y echando a volar sus ensueños. Así de hermoso es un carnaval infantil como el requiebro retozón de nuestros más pequeños.

Los adultos tenemos otros carnavales. Y duran todo el año. Los disfraces y las caretas llevan otras intenciones, y no responden a un juego inocente sino tantas veces a un engaño calculado que tiene pretensiones inconfesables. Ahí están los teje-manejes de algunos políticos que afean tan noble quehacer con la corrupción de sus grupos y sus personas. Ahí también las frivolidades de quienes han reducido su horizonte a lo que el gran escritor Thomas Eliot denunciaba en los tres ídolos del poder, el sexo y el dinero. ¡Cuántas historias fallidas, cuántos caminos perdidos y cuántos sueños truncados y trocados en pesadillas por juzgar a los juegos prohibidos que estos tres ídolos entrañan! Ahí están también todas las violencias sangrientas que llenan de terror los corazones, los hogares y los pueblos.

El Papa Francisco nos enmarca el comienzo de la cuaresma con un precioso mensaje que nos desmarca del carnaval de la indiferencia, ese gran pecado global y contemporáneo que tanto daño hace a los hermanos y tanto ofende el corazón de Dios. Así dicen sus palabras: «Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: “Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero” (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos».

Estamos llamados en este tiempo de gracia de la cuaresma como preparación a la pascua, a hacer un camino de conversión que arranque las caretas del carnaval de la indiferencia y deje aflorar nuestro parecido y semejanza con Dios testimoniando así su bondad y su belleza.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

Algo falla: se ha quemado el bueno de Manolo


Manolo se ofreció un día buenamente por si podía echar una manita en la catequesis de los niños. Pobre Manolo. No hay cura que se resista a un ofrecimiento así y menos si el oferente es cristiano de misa dominical y muy buena gente.

Manolo contaba con una horita semanal con los niños y alguna reunión de prerparación. Angelito. Efectivamente sesión semanal con los niños, preparación, presencia en las misas con los chavales, alguna salida, que si un encuentro con los padres. Bueno… todo sea por los niños.

A esto se sumó la necesidad de hacerse presentes en encuentros de arciprestazgo, vicaría y diocesanos, porque ya se sabe que si hay algo fundamental en nuestra iglesia es lo de estar reunidos, y que no hay delegado que se precie que no convoque al menos a un par de encuentros al año.

Miren por dónde pensaron que sería bueno un catequista de enlace con la diócesis y ya ven, pensaron en Manolo, que es un buen tipo que intenta estar en todo. Y ya puestos, y ya que es el catequista enlace, pues que ayude a coordinar todo y de paso que represente a los catequistas en el consejo pastoral de la parroquia.

Lo malo es que la cosa no acaba ahí. Porque hay coordinadora de vicaría, y consejo pastoral de arcirestazgo y que no le miren para alguna cosa diocesana.

El caso es que el bueno de Manolo, que se ofreció para echar un ratilo por semana en la catequesis lleva encima una agenda que ni político con pretensiones en campaña electoral.

Algo nos falla. No sé muy bien qué, pero algo nos falla a todas luces. Eso al menos es lo que afirma su esposa, que no acaba de comprender cómo se puede hablar de familia, unión y estar con los hijos y luego tener a su Manolo de reunión en reunión y de encuentro en encuentro y tiro porque me toca. Cuando no es la parroquia es un encuentro diocesano; cuando tampoco, el consejo. Si no es consejo, es la formación en Vicaría, y cuando nada de esto toca es hora de organizar algo especial para los niños.

Manolo ha dejado todo. Se limita a la misa el domingo y, desgracidamente, no siempre. Un quemado más. Creo que se puede comprender.
Jorge Glez. Guadalix

miércoles, 18 de febrero de 2015

¿Cuál es el origen del Miércoles de Ceniza?



(Aleteia)

El miércoles de Ceniza recibe en la tradición litúrgica de la Iglesia el nombre de “miércoles al inicio del ayuno” (in capite ieiunii).Comienza con el austero rito de la imposición de la ceniza, y, de este modo, inaugura la Cuaresma. La Cuaresma representa, en el Año litúrgico, el ciclo de preparación a celebrar el misterio de la pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

El miércoles de Ceniza se halla estrechamente unido con la idea de la penitencia, que ya se expresaba entre los hebreos cubriéndose la cabeza de ceniza y vistiéndose de aquel áspero paño llamado cilicio.

Judit, antes de emprender la ardua empresa de liberar Betulia, “entró en su oratorio y, vestida con el cilicio, cubrió de cenizas su cabeza y, postrándose delante de Dios, oró” (Jud 9, 1). Jesús mismo, deplorando la impenitencia de las ciudades de Corozaín y de Betsaida, dice que merecerán el mismo fin que Tiro y Sidón, si no hacen penitencia con ceniza y cilicio (Mt 11, 21).

He aquí por qué Tertuliano, San Cipriano, San Ambrosio, San Jerónimo y otros Padres y escritores cristianos antiguos aluden frecuentemente a la penitencia

in cinere et cilicio; y la Iglesia, cuando en los siglos V y VI organizó la “penitencia pública”, escogió la ceniza y el saco para señalar el castigo de aquellos que habían cometido pecados graves y notorios.

El período de esa penitencia canónica comenzaba precisamente en este día y duraba hasta el Jueves Santo. En Roma del siglo VII, los penitentes se presentaban a los presbíteros, hacían la confesión de sus culpas y, si era del caso, recibían un vestido de cilicio impregnado de ceniza, quedando excluidos de la iglesia, con la prescripción de retirarse a alguna abadía para cumplir la penitencia impuesta en aquella Cuaresma. En otras partes, los penitentes públicos cumplían su pena privadamente, es decir, en su propia casa.

Era general la costumbre de comenzar la Cuaresma con la confesión, no sólo para purificar el alma, sino también para recibir más frecuentemente la sagrada Comunión. La confesión de los propios pecados estaba siempre orientada a tener “comunión con el altar”, es decir, a poder acceder al Sacramento eucarístico, pues la Iglesia vive de la Eucaristía.

El primer formulario de bendición de cenizas data del siglo XI. El rito de imponer cenizas sobre la cabeza de los penitentes, gesto de gran carga simbólica, se extendió rápidamente por Europa. Las cenizas, que provienen de la combustión de los ramos de olivo del Domingo de Ramos del año anterior, se depositaban sobre la cabeza de los varones. A las mujeres se les hacía una cruz sobre la frente.

El hombre hecho cenizas


Según Adorno, nadie podría escribir un poema después de Auschwitz. Y, sin embargo, Paul Celan, un rumano educado en la cultura alemana por decisión de una familia que perecería en el exterminio, escribió uno de los mejores poemas de la posguerra, dedicándolo, precisamente, a aquella atrocidad. Celan creyó que solo el lenguaje poético podría ayudar a penetrar en las inmediaciones del mal, en los arrabales de la injusticia absoluta, en la vecindad del hondo corazón de las tinieblas. Porque solo a través de la intuición y la metáfora, solo mediante la intensidad de una imagen lírica, podríamos llegar a comprender el lugar del crimen. Ningún lector de la poesía europea de nuestro tiempo ha logrado escapar a la conmoción del Todesfugge, aquellos versos oscuros, reiterativos como golpes de aldaba en la historia de Occidente: «Cavamos tumbas en el aire, allí no hay estrechez». En efecto. Hacia un cielo humillado, hacia un cielo sombrío, se alzaron las vidas humanas reducidas a ceniza. Como pétalos de sombra, como puñados de polvo, como páginas devastadas, las cenizas que un día habían sido cuerpo del hombre, residencia del espíritu, elevaban su fragilidad dispersa hacia las nubes pálidas y sucias, hacia las nubes anchas del aterido cielo de Polonia.

Para quienes creyeron que el hombre es solo materia, la incineración del cuerpo era la imagen más perfecta de su infame victoria. Para quienes creyeron que el hombre es solo un individuo de carne y hueso, con mero instinto de supervivencia, aquella ceremonia crematoria era un acto triunfal de aniquilación completa, que tras la muerte volcaba en el aire las cenizas desalmadas de lo que había sido una vida inferior, una existencia prescindible.

Se ha cumplido el setenta aniversario de la liberación de Auschwitz. Comentaristas desconcertados, intelectuales abrumados por el peso de una culpa colectiva, vuelven a quedarse muy lejos de la interpretación adecuada de aquella tragedia. Los historiadores que se acercan a la idea de progreso con la sonriente vacuidad de un modernismo que prescindió de los imperativos morales de una civilización, tratan de explicar en vano las imágenes desquiciadas del exterminio. Ese Auschwitz que nos aterra, con su aparente falta de sentido, fue el espantoso capricho de una libertad y una razón a las que se habían arrebatado los principios morales más exigentes. Aquellos principios que, desde el fondo de nuestra cultura, proclamaban que los hombres son iguales. Iguales en derechos, pero, sobre todo, iguales en la condición de su sagrada e intangible dignidad. Auschwitz no solo fue posible por la derrota de la democracia, por la quiebra de las promesas de la modernidad o por la destrucción de la tolerancia. No podemos conformarnos con el examen de las coyunturas depresivas de la economía, de la pérdida de legitimidad de los sistemas políticos o de la incapacidad de la sociedad liberal para dar cohesión a los ciudadanos presos de la desesperanza y del fanatismo. Hay que ir más allá, hay que cavar más hondo en la crisis de la conciencia europea, en el expolio de una tradición que dejó a toda una civilización sin los medios espirituales para comprenderse a sí misma y proteger sus principios.

Los expertos son entrevistados ansiosamente: «¿Cómo pudo llegarse a eso? ¿Cómo llegó la oscuridad a una Europa que había brillado con tanta intensidad desde el comienzo de su propia constitución como cultura?». Y sus respuestas siguen siendo insatisfactorias. En sus palabras persiste la incapacidad para nombrar aquella catástrofe en la que los hombres fueron reducidos a ceniza, o, en los tramos finales de un proceso criminal, fueron amontonados en posturas indefensas, en miradas depuestas y bocas vacías. Pura materia mortal, hacinada en los reductos últimos de la barbarie con rostro humano. Pura existencia sin motivo, descomponiéndose sin decencia en los recintos postreros de una visión del mundo en la que Dios sobraba.

Una muchacha católica, Sophie Scholl, dio algunas respuestas esenciales que la llevaron al sacrificio, definitivo, impagable, ejemplar, de la muerte. Aquella joven bávara participó en la redacción de los panfletos de La Rosa Blanca, el pequeño grupo de resistencia en el que militaba también su hermano. Describió en un soberbio alemán, rescatado de la injuria del verbo hitleriano, la pérdida del sentido espiritual de la existencia a la que el nazismo no había hecho más que dar forma consumada, un estuario coherente con la deshumanización materialista del individuo. Mientras algunos sectores de la Iglesia olvidaban lo proclamado por el mensaje cristiano original y reiterado por Pío XI en su encíclica Mit brennender Sorge, esta muchacha y sus compañeros lanzaban al mundo las claves para interpretar lo que sucedía en su patria: «Si el pueblo alemán renuncia a lo más alto que posee el ser humano y que lo eleva por encima de cualquier otra criatura, es decir, el libre albedrío, (…) entonces sí merece su hundimiento.» Y añadía, pocas semanas antes de ser llevada a la guillotina: «en esta última hora, cada cual, consciente de su responsabilidad como representante de la cultura cristiana y occidental, debe defenderse, todo lo que pueda,trabajando contra el azote de la humanidad, contra el fascismo y contra cualquier forma de Estado absoluto.»

¿Cómo pudo ocurrir la tragedia? Con poco más de veinte años, un grupo de muchachos supieron explicarlo. Y lo pagaron con su vida. Apenas hemos escuchado, durante estas semanas de conmemoración, palabras de tanto vigor moral y de tal calidad interpretativa. Auschwitz fue la alucinante imagen de una utopía, en la que el hombre quiso proponer su soberana conducta por encima de cualquier restricción moral. Pero esa actitud, en la Europa del siglo XX, significaba algo más: quería ser la ruptura con una tradición que había dado aliento a Occidente hasta aquellos años desalmados. La distinción entre vidas con valor y vidas sin valor, entre existencias dignas y existencias superfluas, nunca podría haberse formulado sin la quiebra anterior de un orden inspirado en los principios del cristianismo. La condena del individuo a una muerte precedida de la más abyecta indignidad solo podía ser producto de la anulación ideológica, de la fractura del vínculo con una cultura que siempre expresó la libertad del hombre como condición, no como gracia religiosa o concesión política.

«Te enseñaré el miedo en un puñado de polvo», escribió el mayor poeta europeo del siglo XX, en su Tierra baldía. Auschwitz nos muestra el miedo en el puñado de polvo al que fue reducido el hombre por el hombre. En el puñado de ceniza al que fue condenado el hombre por el hombre. En el puñado de carne y sangre sin sentido en el que se convirtió el hombre a manos del hombre. Pero Auschwitz nos muestra también el lugar donde se encuentran las razones de nuestra cultura. Esas razones que nos invitan a dar significado al sufrimiento, explicación a la barbarie, dignidad a las víctimas. Y para que el grito lleno de ternura y compasión de Sophie Scholl, lleno de exigencia y de reprobación, nos alcance en otros tiempos oscuros: «¿Es que vuestro espíritu ha sido violado hasta el punto de que ya habéis olvidado que eliminar este sistema no es solo vuestro derecho, sino vuestra obligación ética?»



Fernando García de Cortázar Ruiz de Aguirre S.J. 
Publicado originalmente en la Tercera del diario Abc

martes, 17 de febrero de 2015

Empezamos la Cuaresma


Misa con la Imposición de la Ceniza 

Miércoles día  18

a las 18:00 en Viella

a las 19:30 en Lugones

*Recuerda:

Es para los católicos día de ayuno y abstinencia, se realiza la imposicion de la ceniza a los fieles que asisten a Misa. Da inicio a la “Cuaresma” (40 días de preparación para la Pascua), que comienza el Miércoles de Ceniza y termina el Domingo de Ramos.

Estas cenizas se elaboran a partir de la quema de los ramos del Domingo de Ramos del año anterior, y son bendecidas y colocadas sobre la cabeza o la frente de los fieles, como signo de la caducidad de la condición humana.







¿Qué pasó con aquella mano de Santa Teresa que tenía Franco? Hoy está con las carmelitas de Ronda


Junto a la céntrica iglesia de la Merced de Ronda[provincia de Málaga, Andalucía], en el pasaje San Juan de la Cruz, se encuentra el convento del Corazón Eucarístico de Jesús de las carmelitas descalzas, que abre a DiócesisMálaga las puertas de su clausura

Aunque la edificación original data de 1585, sorprende el portero electrónico, a través del cual una de las carmelitas descalzas que componen esta comunidad pregunta al visitante si ha desayunado.

Al ingresar en el locutorio, una habitación a la derecha del torno presidida por un cuadro de San José, se descubre en seguida la sonrisa de la hermana Mª Paz, a la que van uniéndose a intervaloslas once religiosas, tres de ellas vietnamitas y una de Kenia, que aparecen tras los barrotes en medio de sus quehaceres.

Su conversación está plagada de risas, y es que, según nos cuenta la hermana Jennifer, gibraltareña, «el ambiente entre nosotras es como el de una familia,claro que con el matiz religioso. Hay ocasiones en las que en una familia se termina con el portazo, aquí lo hacemos de otro modo».

Mª Paz, quien ha hecho 64 años en este convento, asiente cómplice y explica que cuando era priora y los ánimos se ponían bobos, invitaba a todas a dedicar «un cantito a la Virgen». Cuentan con alborozo que tanto éxito tuvo esa estrategia que algunos conocidos la han adoptado en sus propias casas.

Así, con el auxilio de la Virgen y el favor del beato Juan Duarte, cuya hermana Carmen forma parte de la comunidad, estas monjas se entregan a Dios con dedicación y silencio.

«Como decía santa Teresa, somos ermitañas pero en comunidad», dice Jennifer. «La fundadora no quiso salas de trabajo en común porque invitan a la charla. Nosotras hablamos, pero intentamos que sea lo preciso».

En la Orden llevan cinco años preparando el quinto centenario de la santa de Ávila, y para ello han releído todos sus escritos. También leen en comunidad revistas que reciben, entre ellas DiócesisMálaga. «Nos encantó la portada con la imagen de santa Teresa ante las murallas. Incluso la hemos utilizado para un mural por los 500 años» explica Jennifer, encargada de diseñar los carteles que acompañan la liturgia o anuncian, en este año de celebración, los distintos acontecimientos que organizan.

En el convento hay televisión, pero solo se usa para cosas puntuales, como las Misas del Papa. Reciben llamadas, correspondencia e incluso tienen un correo electrónico que les gestiona un colaborador. Aunque solo salen del convento para ir al médico o a gestiones importantes, las carmelitas de Ronda no viven al margen del mundo. «Cuando se murió el Papa Juan Pablo I, nos enteramos enseguida, y con Lady Di, igual».

De la mano de la santa
El convento de la Merced cuenta entre sus tesoros con la mano incorrupta de la santa de Ávila. Preguntadas por su presencia en el convento, María Paz dice «no nos acostumbramos a tenerla con nosotras. La grandeza de que es su mano…».

Jennifer la interrumpe: «esta gente, como nacieron con ella, no se les puede hablar. Perocuando yo llegué con mi padre espiritual por primera vez al convento y me dieron a besar la mano, ¡la mano! Me arrodillé, me persigné… y no sabía qué hacer. Es algo muy grande y ellas lo ven muy natural, pero la gente se asusta y les causa respeto. Hay que explicarlo al mundo de hoy».

La mano llegó desde Portugal en 1910. Con motivo de la guerra civil, el relicario y su contenido fueron requisados por los milicianos. Hallados en Málaga por el bando nacional, pasaron a la capilla del Pardo, donde Franco los mantuvo con especial devoción.

La mano no regresó a Ronda hasta la muerte del general, en 1975. Son muchas las intenciones que las religiosas ponen cada día ante esta reliquia, y aseguran que la santa no las deja abandonadas.

Amanecer «al son de tablillas»
Las tablillas que llaman a despertar en el convento de la Merced suenan a las seis y media de la mañana. A esa hora, las religiosas se levantan, rezan una alabanza al Señor y se reúnen para Laudes, Tercia y una hora de oración mental.

El desayuno se sirve a las ocho y media, y a las nueve se abre la iglesia, donde a y media celebran la Eucaristía todos los días de la semana.

Tras la Misa cada una se va a su oficio (sacristana, dulces, cocina, torno, enfermería, provisora) «A veces hay más oficios que monjas», dice Jennifer. A las 13.25 horas se toca otra vez para el rezo de Sexta. Luego viene la comida y después una hora de recreación, de 14.20 a 15.20 horas. Tras ella, la visita al Santísimo. Luego cada religiosa se retira a su celda, en silencio, para descansar. La tarde comienza a las 16.30 horas, cuando vuelven a unirse para Nonas, y luego realizan una hora de lectura espiritual, que se hace individualmente. A las 17.30 horas, retornan a sus quehaceres y a las 18.45 horas rezan el Rosario, siguen con las Vísperas y una hora de oración mental. Se toca a cena a las 20.40 y a las 21.25 horas se levanta el silencio para la recreación. A las diez y media tiene lugar el oficio de lecturas y el rezo de Completas.

Lo de ir a la cama «es un tema espinoso», ríe Jennifer. Supuestamente a las doce ya tendríamos que estar en cama, pero cuando hay enfermas, se entretiene una un poco y tarda más en irse a dormir. ¡Y es que siempre hay cosas que hacer!

sábado, 14 de febrero de 2015

Evangelio del Domingo 6º del Tiempo Ordinario – Ciclo B


Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 40-45

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:

– «Si quieres,puedes limpiarme.»

Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo:

– «Quiero: queda limpio.»

La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.

Él lo despidió, encargándole severamente:

– «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.»

Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

Palabra del Señor

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viernes, 13 de febrero de 2015

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2015


Fortalezcan sus corazones (St 5,8)


Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.

Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.

La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.

Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.

El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.


1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) – La Iglesia

La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se PUEDE testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen “parte” con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.

La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).

La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.


2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades

Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31).

Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.

En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta254,14 julio 1897).

También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.

Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.

Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf.Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.

Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.


3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – La persona creyente

También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?

En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.

En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.

Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.

Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, Pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.

Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum Cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.

Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.

Franciscus

Oración del Beato Manuel González a la Santísima Virgen



¡Madre nuestra! ¡Una petición! ¡Que no nos cansemos!

Si, aunque el desaliento por el poco fruto o por la ingratitud nos asalte, aunque la flaqueza nos ablande, aunque el furor del enemigo nos persiga y nos calumnie, aunque nos falten el dinero y los auxilios humano, aunque vinieran al suelo nuestras obras y tuviéramos que empezar de nuevo … ¡Madre querida!... ¡Que no nos cansemos!

Firmes, decididos, alentados, sonrientes siempre, con los ojos de la cara fijos en el prójimo y en sus necesidades, para socorrerlos, y con los ojos del alma fijos en el Corazón de Jesús que está en el Sagrario, ocupemos nuestro puesto, el que a cada uno nos ha señalado Dios.

¡Nada de volver la cara atrás!,

¡Nada de cruzarse de brazos!,

¡Nada de estériles lamentos!

Mientras nos quede una gota de sangre que derramar, unas monedas que repartir, un poco de energía que gastar, una palabra que decir, un aliento de nuestro corazón, un poco de fuerza en nuestras manos o en nuestros pies, que puedan  servir para dar gloria a Él y a Ti y para hacer un poco de bien a nuestros hermanos… ¡Madre mía, por última vez! ¡Morir antes que cansarnos!

jueves, 12 de febrero de 2015

Nos apuntamos a luchar contra la pobreza


El lema de este año en la campaña de Manos Unidas reza así: “Luchamos contra la pobreza, ¿Te apuntas?”. No es un lema que dura un día, sino un programa que compromete todo el año, toda una vida. En ello nos va nuestra credibilidad cristiana ante otros y el compromiso con nuestro bautismo en la Iglesia.Seríadejación irresponsable pensar que estos enormes problemas que afectan a millones de personas que a diario sufren la pobreza con sus hambres, penurias, soledades y violencias, sólo se les plantean a los políticos para que se luzcan en periodos preelectorales. O a los economistas tertulianos para que nos aventuren sus soluciones. O a los pícaros de revoluciones de moqueta para que monten empresas y chiringuitos presuntamente solidarios para obtener la mamandurria de las subvenciones que jamás llegarán a los verdaderamente pobres.

El Papa Francisco en su discurso ante los directivos de la FAO (2013) les recordaba que «la producción actual es suficiente y, sin embargo, hay millones de personas que sufren y mueren de hambre: esto, queridos amigos, constituye un verdadero escándalo. Es necesario, pues, encontrar la manera de que todos puedan beneficiarse de los frutos de la tierra, no sólo para evitar que aumente la diferencia entre los que más tienen y los que tienen que conformarse con las migajas, sino también, y sobre todo, por una exigencia de justicia, equidad y respeto a todo ser humano…(pues) toda auténtica reforma consiste en tomar mayor conciencia de la responsabilidad de cada uno, reconociendo que el propio destino está ligado al de los otros. Los hombres no son islas, somos comunidad».

Estamos llamados a colaborar todos, como ya hay de hecho tanta gente que desde diversas perspectivas creyentes y no creyentes, están arrimando el hombrosinceramente para paliar la situación de las personas más desfavorecidas, para encontrar vías de solución y desarrollo de las incipientes. Es un compromiso que nosotros como cristianos tenemos para poner en el centro la dignidad de cada persona y su valor transcendente como hijos de Dios. Desde esta visión del hombre y del mundo que nos aporta el evangelio y la larga tradición cristiana, podemos llamar con respeto a la sociedad para colaborar en la tarea de cambiar el mundo sin que esto suene a brindis al sol o a una caduca quimera.



El Papa Francisco recordaba precisamente que hay que crear una trama o una red en donde los políticos, los financieros, y la entera sociedad podamos colaborar en la realización de erradicar la pobreza. Dice Francisco que «el crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo. Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable...La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común… ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres! Es imperioso que los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplíen sus perspectivas... ¿Y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes? (EG 204-205). Nosotros nos apuntamos a luchar contra la pobreza, todos los días. Las manos unidas se hacen así gesto solidario cotidiano que amasan el mundo que Dios quiso y que sigue soñando.





+ Fr. Jesús Sanz Montes OFM

Arzobispo de Oviedo

Investigadores españoles confirman que el Santo Sudario de Oviedo cubrió a Jesús de Nazaret


Europa Press, Madrid
El grupo de investigación de la Universidad Católica de Murcia que está estudiando muestras del Santo Sudario de Oviedo, ha descubierto un grano de polen de una planta que, según indica la palinóloga del EDICES, Marzia Boi, es compatible con la especie botánica Helicrysum Sp., también identificado en la Sábana Santa (Síndone de Turín).

Los investigadores han descartado que se trate de una contaminación posterior, ya que se encuentra adherido a la sangre y, por tanto, implica que llegó a la reliquia a la misma vez que la sangre, no de forma aleatoria en algún momento a lo largo de su historia. Este dato "es muy importante, pues permite demostrar la autenticidad del Sudario de Oviedo, y desmentir que se trate de una falsificación", según informaron fuentes de la institución docente en un comunicado.

Esta investigación ha sido posible gracias al novedoso microscopio de barrido electrónico de última generación con el que cuenta la UCAM. En este sentido, el presidente de la UCAM, José Luis Mendoza, resalta que adquirió "el microcospio para ofrecer este servicio" de investigar en profundidad la citada reliquia. Se trata de un nuevo hallazgo que no forma parte de la línea investigadora en la que está centrado el estudio, ya que lo que se busca en la muestra que se está procesando es material biológico humano.

Según señala el jefe de Sección de Histopatología Forense del Instituto de Medicina Legal Murcia, y director del Equipo de Investigación del Centro Español de Sindonología (EDICES), Alfonso Sánchez Hermosilla, se trata de otra concordancia más, de primer orden, a unir junto con la creciente lista puesta de manifiesto por el estudio científico de estas reliquias de la Pasión atribuidas a Jesús de Nazaret. Cómo señalan investigaciones anteriores, existen varios aspectos que relacionan ambas reliquias.

El Santo Sudario de Oviedo tiene manchas de sangre humana y del grupo AB, que es el mismo grupo sanguíneo de la sangre de la Sábana Santa. Además, las manchas de sangre de este encajan matemáticamente con las manchas de sangre de la cara de la Sábana Santa, lo que sólo se explica si los dos lienzos cubrieron el mismo rostro.

Helicrysum

Helicrysum se ha utilizado, desde hace miles de años, con fines cosméticos en Oriente Medio; además, era usado en los enterramientos judíos durante el siglo I de la era cristiana, por lo que no es de extrañar su presencia sobre restos hemáticos de un lienzo usado para amortajar un cadáver, añade la UCAM.

Actualmente, en la UCAM se está trabajando con el microscopio electrónico de barrido en diversas áreas: en el campo de la ingeniería, en un estudio comparativo de materiales de construcción; la caracterización de arcilla en polvo; o el estudio de muestras procedentes de un submarino; en el ámbito de las ciencias de la salud, se está trabajando en el análisis de nanoencapsulados o el microanálisis de muestras de materiales de dióxido de titanio (este trabajo ha sido publicado en la revista Applied Catalysis B: Environmental); también se está estudiando un pelo humano procedente de restos arqueológicos.

Actualmente, se está poniendo en marcha la estación de trabajo Crio-SEM con que cuenta el microscopio, lo que permitirá trabajar con muestras que, por sus características, necesiten ser fijadas por congelación como pueden ser muestras de alimentos.

Oficio de lecturas


De las Catequesis de san Cirilo de Jerusalén, obispo
(Catequesis 18, 26-29: PG 33, 1047-1050)

LA IGLESIA ES LA ESPOSA DE CRISTO

«Católica»: éste es el nombre propio de esta Iglesia santa y madre de todos nosotros; ella es en verdad esposa de nuestro Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios (porque está escrito: Como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella, y lo que sigue), y es figura y anticipo de la Jerusalén de arriba, que es libre y es nuestra madre, la cual, antes estéril, es ahora madre de una prole numerosa.

En efecto, habiendo sido repudiada la primera, en la segunda Iglesia, esto es, la católica, Dios -como dice Pablo- estableció primero apóstoles, luego profetas, luego doctores, luego el poder de los milagros, las virtudes; después, las gracias de curación, de asistencia, de gobierno, los géneros de lengua, y toda clase de virtudes: la sabiduría y la inteligencia, la templanza y la justicia, la misericordia y el amor a los hombres, y una paciencia insuperable en las persecuciones.

Ella fue la que antes, en tiempo de persecución y de angustia, con armas ofensivas y defensivas, con honra y deshonra, redimió a los santos mártires con coronas de paciencia entretejidas de diversas y variadas flores; pero ahora, en este tiempo de paz, recibe, por gracia de Dios, los honores debidos, de parte de los reyes, de los hombres constituidos en dignidad y de toda clase de hombres. Y la potestad de los reyes sobre sus súbditos está limitada por unas fronteras territoriales; la santa Iglesia católica, en cambio, es la única que goza de una potestad ilimitada en toda la tierra. Tal como está escrito, Dios ha puesto paz en sus fronteras.

En esta santa Iglesia católica, instruidos con esclarecidos preceptos y enseñanzas, alcanzaremos el reino de los cielos y heredaremos la vida eterna, por la cual todo lo toleramos, para que podamos alcanzarla del Señor. Porque la meta que se nos ha señalado no consiste en algo de poca monta, sino que nos esforzamos por la posesión de la vida eterna. Por esto, en la profesión de fe, se nos enseña que, después de aquel artículo: La resurrección de los muertos, de la que ya hemos disertado, creamos en la vida del mundo futuro, por la cual luchamos los cristianos. Por tanto, la vida verdadera y auténtica es el Padre, la fuente de la que, por mediación del Hijo, en el Espíritu Santo, manan sus dones para todos, y, por su benignidad, también a nosotros los hombres se nos han prometido verídicamente los bienes de la vida eterna.

RESPONSORIO Sal 32, 12

R. Digno de alabanza es el pueblo al que el Dios de los ejércitos bendijo, diciendo: * «Tú, Israel, eres la obra de mis manos, tú eres mi heredad.»
V. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor, el pueblo que eligió como posesión suya.
R. Tú, Israel, eres la obra de mis manos, tú eres mi heredad.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor, protege a tu pueblo con tu amor siempre fiel y, ya que sólo en ti hemos puesto nuestra esperanza, defiéndenos siempre con tu poder. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

Papa Francisco: «Los hijos son un regalo. Cada uno es único e irrepetible»


(Álvaro de Juana/ACIPrensa) El Papa dijo que «la alegría de los hijos hace palpitar los corazones de los padres y reabre el futuro. Los hijos son la alegría de la familia y de la sociedad. No son un problema de biología reproductiva, ni uno de tantos modos de realizarse. Y mucho menos son una posesión de los padres».

«¡No, no!», exclamó el Pontífice. «Lo hijos son un don. ¿Entendido?» comentó entre los aplausos de los presentes, en la Plaza de San Pedro este miércoles, Fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, a la que asistieron fieles de España, Colombia, Argentina, México y otros países latinoamericanos.

«Una sociedad avara de generaciones, que no ama rodearse de hijos, que los considera sobre todo una preocupación, un peso, un riesgo, es una sociedad depresiva», señaló.
Europa, sociedades depresivas

«Pensemos en tantas sociedad que conocemos aquí en Europa: son sociedades depresivas, porque no quieren hijos, no tienen hijos, la cifra de nacimientos no llega al uno por ciento. ¿Por qué? Que cada uno de nosotros piense y responda. Si una familia generosa de hijos es vista como si fuese un peso, ¡hay algo que no funciona! La generación de hijos debe ser responsable, como enseña también la Encíclica Humanae Vitae del Beato Pablo VI, perotener más hijos no puede convertirse automáticamente en una elección irresponsable».

«Es más, no tener hijos es una elección egoísta. La vida rejuvenece y adquiere energías que se multiplican: se enriquece, no se empobrece», expresó.
Honrar a los padres

Por otro lado, «una sociedad de hijos que no honran a sus padres es una sociedad sin honor; ¡cuando no se honra a los padres se pierde el propio honor!», destacó. Sería «una sociedad destinada a llenarse de jóvenes áridos y ávidos».

Durante la catequesis, el Papa tomó «una bonita imagen de Isaías» para reflexionar sobre los hijos, usando las palabras del profeta: «Mira a tu alrededor y observa: todos se han reunido y vienen hacia ti; tus hijos llegan desde lejos y tus hijas son llevadas en brazos. Al ver esto, estarás radiante, palpitará y se ensanchará tu corazón».

Ésta «es una espléndida imagen de la felicidad que se realiza en el reconocimiento entre los padres y los hijos, que caminan juntos hacia un futuro de libertad y de paz, después de un largo tiempo de privaciones y de separaciones», indicó el Papa.

Así, «existe un estrecho lazo entre la esperanza de un pueblo y la armonía entre las generaciones» algo que «debemos pensar bien», añadió después Francisco.

«Los hijos son un regalo. Cada uno es único e irrepetible; y al mismo tiempo de manera inconfundible unido a sus raíces. Ser hijo e hija, en efecto, según el diseño de Dios, significa llevar en sí la memoria y la esperanza de un amor que ha realizado en sí mismo dando vida a otro ser humano, original y nuevo».

El Papa subrayó que «para los padres cada hijo es único, es diferente, es distinto» y contó una anécdota familiar: «Permítanme un recuerdo de familia. Mi madre decía de nosotros -éramos cinco: 'Tengo cinco hijos'. «Cuando le preguntaban: '¿Cuál es tu preferido?', ella respondía: 'Yo tengo cinco hijos, como cinco dedos. Si me golpean a este, me hacen daño; si me golpean a este otro, me hacen daño: Me hacen daño los cinco. Todos son hijos míos, pero todos diferentes como los dedos de una mano'. ¡Y así es la familia! 'Mis hijos son diferentes, pero todos hijos'».
Al hijo se le ama porque es hijo

El Papa subrayó además que «al hijo se le ama porque es hijo: no porque es guapo, o porque es así o asá; no, ¡porque es hijo!», volvió a exclamar.

«Un hijo es un hijo: una vida generada por nosotros pero destinada a él, a su bien, al bien de la familia, de la sociedad, de la humanidad entera».

Y «de aquí viene también la profundidad de la experiencia humana de ser hijo e hija, que nos permite descubrir la dimensión más gratuita del amor, que no termina nunca de asombrarnos».

El Papa explicó también que «son amados antes de que lleguen». «Cuántas veces las madres en la plaza me hacen ver su barriga y me piden la bendición... estos niños son amados antes de venir al mundo. Y esto es gratuidad, esto es amor».

Sobre el mismo tema, comentó que «son amados antes de haber hecho cualquier cosa para merecerlo, antes de saber hablar o pensar, incluso antes de venir al mundo».

Por tanto, «el ser hijo es la condición fundamental para conocer el amor de Dios, que es la fuente última de este auténtico milagro. En el alma de cada hijo, que es vulnerable, Dios pone el sello de este amor, que se encuentra en la base de su dignidad personal, una dignidad que nadie y ninguno podrá destruir».

Sobre la actualidad, dijo que «hoy parece más difícil para los hijos imaginar su futuro. Los padres tal vez han dado un paso atrás y los niños se han vuelto más inseguros al dar pasos hacia adelante».

Sin embargo, Dios «continúa siguiéndonos con paciencia sin disminuir su amor por nosotros. El Padre celeste no da pasos hacia atrás en su amor por nosotros, ¡nunca! Va siempre adelante y si no puede andar hacia adelante nos espera, pero no va hacia atrás; quiere que sus hijos sean valientes y den pasos hacia adelante».
Sin miedo

Por su parte, los hijos «no deben tener miedo en la tarea de construir un mundo nuevo: es justo para ellos desear que sea mejor que aquello que han recibido. Pero esto se da sin arrogancia, sin presunción. De los hijos se necesita que sepan reconocer el valor, y a los padres se les debe siempre rendir honor».

Sobre este cuarto mandamiento de honrar a los padres, Francisco señaló que «viene justo después de los que se refieren al mismo Dios. De hecho tiene algo de sagrado, de divino, algo que está en la raíz de cualquier otro tipo de relación entre los hombres».

«Los hijos aprenden a hacerse cargo de su familia, madurando en el compartir sus sacrificios, crecen apreciando sus dones».

Tras estas palabras, Francisco pidió un minuto de silencio para que cada uno pensase en sus propios hijos y padres, agradeciendo a Dios el don de la vida».

«En el multiplicarse de las generaciones hay un misterio de enriquecimiento de la vida de todos, que viene del mismo Dios. Debemos redescubrirlo, desafiando a los prejuicios y vivirlo en la fe, en la perfecta felicidad».