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lunes, 19 de enero de 2015

Se siente. No hay cuarta vía


La Iglesia es la institución que es y tiene las normas que tiene. En ella hay cosas que pueden cambiarse y de hecho se han ido cambiando, y cosas que no.

A uno no tienen por qué entusiasmarle todas las cosas que la Iglesia enseña y pide a los católicos.Supongo que hay cosas que nos encantan, otras que están bien, y otras que no acabamos de entender o que incluso positivamente nos disgustan. A nadie se nos pide que nos maraville todo, se nos pide que acatemos con alegría y confianza.

¿Qué hacer cuando hay cosas de la iglesia que a uno no sólo no le gustan, sino que le disgustan o que incluso está convencido en su fuero interno que deberían ser modificadas? Pues hay tres vías, y no se me ocurren más:

1. Aceptar lo que hay, desde el convencimiento de que quizá uno no lo tiene todo tan claro ni es tan sabio, y si la iglesia lo dice por algo será. Y aceptarlo con buena disposición de ánimo, que es mucho más que aguantarse. Aceptarlo con “deportividad”.

2. Luchar por los medios establecidos para que las cosas que pueden cambiarse lo hagan a mejor. Es inútil pretender que la iglesia acepte el aborto, ya que el quinto mandamiento viene de Dios y no somos quienes para dispensarlo, o el adulterio que está comprendido en el sexto. Pero por ejemplo la liturgia hoy se puede hacer en lengua vernácula cuando antes estaba limitada a la lengua latina. Es decir, que hay cosas que de hecho cambian. Pero para eso hay unos cauces que son los que deben seguirse y aprovecharse.

3. Abandonar el barco y marchar a tierras donde uno se sienta mejor cuidado y más comprendido. Porque no tiene sentido estar en una institución que en lugar de darme la paz del corazón me tiene de los nervios.

Lo que no vale es esa cuarta vía hoy tan reivindicada por algunos sectores de la Iglesia de hacer lo que me venga en gana por imperativo (seamos claros, por la excusa) de la propia conciencia. Es esa gente que directamente hace lo que quiere porque le sale de sus principios más personales. En su primer jueves santo como pontífice lo recordaba el papa Francisco: así no se reforma la iglesia. Usted está en la iglesia y esto es lo que hay. Por tanto si no está de acuerdo en cómo funciona la institución le quedan tres posibilidades: aguantar y aceptar (vía 1), luchar desde dentro con los medios que tenemos para que la cosa cambie(vía 2) o apuntarse a otra historia (vía 3).

No. No se está echando a nadie de la iglesia, no empecemos con esto. Da igual la iglesia que un club de baloncesto. Si a usted no le gusta el reglamento le quedan esas tres vías: aguantarse,  cambiarlo con los medios establecidos o jugar a otro deporte. Lo que no puede ser es que por sus santas narices haya que aguantar que juegue al baloncesto a patadas con el balón. Pues no. Y esto sirve igual para el baloncesto, la iglesia o su comunidad de vecinos. Nadie comprendería que si las normas de la comunidad dicen que a partir de las doce de la noche silencio, como yo no estoy de acuerdo me pase las noches tocando la trompeta. Pues no. Es facilito.

Y lo curioso del asunto es que la gente, cuanto más demócrata se cree, más utiliza la cuarta vía: la de hacer lo que me da la gana en aras de mi supuesta libertad. No y no. Democracia no es hacer lo que me viene en gana. Es cumplir escrupulosamente lo que todos nos hemos dado. No nos confundamos

Jorge Glez. Guadalix

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