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viernes, 23 de enero de 2015

Carta de una coneja:



Apreciado D. Jorge:

Permítame que me dirija a usted como desahogo. Soy católica y practicante desde niña y desde anoche además una coneja.
Tengo treinta y nueve años, casada desde hace quince y madre de cinco hijos. Desde que nos casamos supimos que queríamos estarabiertos a la vida como nos enseña la Iglesia, y hacerlo de una manera responsable.

¿Por qué cinco hijos y no ese número ideal de tres que ayer reivindicaba el santo padre? Mi marido y yo nos queremos de corazón y como fruto de nuestro amor fueron viniendo los peques. Los dos tenemos varios hermanos y no entendemos una familia sin niños.


La primera vino a los diez meses de la boda. El último tiene ocho meses. Estamos felices con nuestros hijos aunque no es la primera vez que me dicen lo de coneja.Pero una cosa es que te lo lance una amiga o algún vecino, y otra muy diferente que el propio papa lo pueda soltar como una gracia.


De novios y de casados hemos leído los dos tranquilamente la encíclica Humanae Vitae. Anoche, tristes por las palabras del papa Francisco, la hemos vuelto a repasar. Uno de sus párrafos afirma que “la paternidad responsable se pone en práctica ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia numerosa ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido".


Es lo que hemos intentado hacer. No considero que mi marido y yo seamos unos locos. Hemos deliberado y rezado mucho y los hijos han venido. Tampoco sabemos si vendrá alguno más. Nuestros hijos no pueden tener los caprichos y posibilidades de otros y necesitamos hacer cuentas para llegar a fin de mes, pero a ninguno le falta educación, colegio, atención médica y el cariño de sus padres y hermanos. También nos esforzamos en su educación católica, asisten a catequesis a la parroquia y cada domingo vamos juntos a misa.


Las palabras del papa en el avión hablando de conejos se me han clavado como un puñal tanto que anoche me acordaba de la Dolorosa y sus siete puñales en el corazón. Me he sentido despreciada, humillada, he sentido que el papa se reía de mí. Mi marido me dice que me tranquilice y que no me tome así las cosas, pero soy incapaz de ello.


Disculpe que le robe su tiempo. Pero desde hace meses vengo leyendo su blog y con alguien tenía que desahogarme. Haga con este correo lo que quiera. Publíquelo, tírelo a la papelera o ríase de esta coneja. Pero tenía que soltarlo.


Rece por nosotros. Con todo afecto,

Jorge Glez. Guadalix

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