RECORDANDO…
Cuando llegan estas fechas y acudo a “mis cementerios” y veo a las mujeres afanadas, limpiando y adornando silenciosas las sepulturas y nichos, no puedo por menos que volver a mi infancia y recodar aquellos sábados, uno tras otro, año tras año, en los que cual “mascota parlanchina” acompañaba a mi madre al cementerio a contarle a su esposo, a decirle a mi padre cómo nos iban las cosas, los progresos y fracasos, los anhelos y deseos; hablándoles y recordando las ausencias de los nuestros: ¿Será de locos hablarle a los muertos?...
No recuerdo cuántos años, no
recuerdo cuántas veces, pero sé que fueron muchos, muchos cientos. Sólo
recuerdo a mi madre con bochornos y paraguas peleada entre escaleras, enredada
entre claveles que adornaban sus recuerdos y pidiéndole a mi padre que nos
cuide desde el cielo, pues la vida se hace dura cuando se escapan aquellos.
No, pienso que no es de locos
hablarles a éstos, más aún, muy cristiano y evangélico; que genera paz en el
alma cuando se hace sereno, y que aviva el intelecto para comprender que
Cristo, resucitado, lo mismo les habló a ellos y anticipándolo en Lázaro,
también nos habla a nosotros, incluso después de muertos.
Con el paso de los años, miramos
nuestro camino que nos es distinto que el de ellos: que nos salen las arrugas,
que emblanquece nuestro pelo, que flaquean nuestras fuerzas, que hay que ir a hacerse un chequeo… y sin opción escuchamos y mucho más claro entendemos la Copla
de un tal Manrique que nos susurra al espejo: cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte, tan callando...
Al final del recorrido, que llega en cualquier
momento, no servirán evasivas ni disculpas, ni “Grouchianos” epitafios: “perdone que no me levante”; sólo nos
quedará un Cristo hablándole a Lázaro muerto: “¡levantate y sal fuera!”, y atónitos los presentes, todos ellos entendieron
la respuesta que dio a Marta: Yo soy la
resurrección y la vida, el que cree en mí aunque haya muerto vivirá y el que
está vivo y cree en mí, no morirá para siempre: ¿Crees esto?... y así, su
asentimiento, también ha de ser el nuestro.
Por eso en este Otoño, entre nichos y mausoleos,
cantémosle al que es la vida cuidando del cementerio; vivamos nuestra
existencia adornando los recuerdos, sabiendo nuestro destino, y hablándole a
nuestros muertos.
Joaquín (Párroco)
No hay comentarios:
Publicar un comentario