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lunes, 22 de septiembre de 2014

Rafaela y el cura que no tenía nada que hacer






Aquella mañana, cuando volvía de la cuadrita de ver a sus gallinas y recoger los huevos recién puestos, Rafaela se sorprendió al ver a D. Jesús paseando por el pueblo. El buen cura llegaba siempre corriendo a las misas, marchaba a toda prisa para llegar al pueblo de al lado y apenas un día por semana se reunía con esas buenas mujeres y se daba algo de catequesis a los niños. Nada más.
Era lo que decía D. Jesús. Apenas pasaban de los ochocientos habitantes y no había nada que hacer en la parroquia, así que para qué pasar el día por allí. Misa los fines de semana, alguna reunión y ya. No tenía sentido echar horas, se aburría, nada que hacer.

Hombre, dijo Rafaela, a mí se me ocurren algunas cosas aunque seamos cuatro gatos, conocidos todos y ya sé que poco piadosos. Pero algo se me ocurre. ¿Me deja que le haga una lista?

Para empezar debemos ser en el pueblo algo así como trescientas familias. Haga una visita a cada casa. Quizá alguien no le reciba, pero la gran mayoría, aunque solo sea por educación, le harán pasar y le invitarán a un café. A tres o cuatro familias por semana, ya tiene entretenimiento para año y medio.

Sigo. Anímese a celebrar misa cada día aunque solo vayamos de momento la Joaquina y yo. Ya vendrán más, y si no es igual, que rezar es bueno.

Aquí en el pueblo hay una pequeña casa parroquial aunque un poco destartalada. ¿Por qué no pone un día por semana despacho y está ahí por si alguien quiere hablar con usted o necesita alguna cosa?

Se puede dar una vuelta por las escuelas, que el maestro es muy majo y le recibirá bien.

A lo mejor puede preparar alguna revistilla o una hojita parroquial para repartir por las casas que de eso hasta nos encargamos nosotras y así la gente sabe lo que se hace en la parroquia.

Ya sé que la gente ni reza ni se confiesa, pero también es porque no hay facilidad. Otra cosa que puede hacer, se me ocurre, es que a lo mejor un día por semana puede exponer el Santísimo un buen rato en la iglesia, que custodia sí que tenemos, y mientras ponerse a confesar, que seguro que alguien acude.

Aquí en tiempos hubo una hermandad de hombres que se llamaba del Santísimo y que se perdió como tantas cosas. A lo menor podía hablar con algunos de aquellos hermanos y tratar de recuperarla, que a algunos les haría ilusión. O volver a poner en marcha la cofradía de la Dolorosa donde estábamos muchas de nosotras.

Rafaela… dijo D. Jesús, que como sigas al final ni tiempo de comer. Ya, respondió Rafaela, pero como usted decía que aquí no había nada que hacer, pues por eso se lo decía.

Y hablando de comer… acabo de recoger estos huevos recién puestos. Le invito a comer en casa. ¿Tortilla o mejor fritos y ponemos chorizo y lomo de la olla?



Jorge Glez. Guadalix

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