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miércoles, 20 de agosto de 2014

Verano, alegría y la Santa… ¿de Hungría?. Por Rodrigo Huerta Migoya


En las tertulias de actualidad está muy en boga el latiguillo de que la sociedad, los políticos españoles, en definitiva todos un poco, estamos bastante desnortados y sin brújula para el camino… y puede que no falten razones. ¿Cómo vamos a ubicar dónde estamos ni a dónde pretendemos ir cuando nos empeñamos en negar, borrar o desacreditar el origen del cual procedemos? Un pueblo que quita su crucifijo, es aquél que abiertamente reniega de sus raíces y de su fe. Un pueblo que quita estatuas y cambia los nombres a sus calles para borrar lo anterior, es el mismo que nunca acertará a dar un buen paso al frente, pues dejará a las generaciones venideras sin referentes de ningún tipo. Si negamos nuestras creencias y nuestra propia historia, ¿Qué nos quedará?...

Tal es la magnitud tan desastrosa que el relativismo imperante ha logrado, que hasta lo más valioso, lo histórico por sí mismo y lo más sagrado han dejado de serlo porque algunos los dicen o lo imponen con sus leyes. ¿O acaso la vida puede tener precio o puede ser regulada por ley alguna? No tienen, por tanto, los voceros del aborto y la eutanasia otro nombre que el de “asesinos”, pues, ni el principio ni el fin de la existencia humana puede estar ni estará nunca en manos del mismo hombre. Me parece que se defiende con mucha más vehemencia la no muerte de los toros en las plazas que la de los no nacidos que ni cuerpo, ni voz, ni cuernos tienen para defenderse.

¿Les pregunta alguien a las mujeres que han realizado un aborto si volverían a realizarlo o cuál ha sido su experiencia?, ¿Preguntan a los padres de niños nacidos por métodos artificiales si todo ha salido tan a pedir de boca como les contaban?, ¿Seríamos capaces de proporcionarle al abuelo una inyección letal al igual que hace el veterinario con un perro deshauciado?... Por duras que parezcan estas verdades, no olvidemos que ahí están, y que entre la niebla de la duda y las manipulaciones anda el demonio muy agusto, feliz y sonriente.

Pero ahora aún es verano y esas cosas se posponen y ralentizan como las agendas, proyectos y demás quehaceres frenados por el estío; a no ser la guerra, pues esta nunca tiene parada. El buen tiempo invita a sonreír, a la alegría de la fiesta siempre acompañada de la gaita y el tambor en esta tierra tan celta y dinamitera como tan santa y martirial. Nuestros curas se multiplican para atender fiestas patronales, sacramentales, romerías, capillas o entoldados de campaña y chiringuitos donde autóctonos y foráneos les solicitan y requieren.

Por desgracia muchos no se enteran, o se enteran tarde o no tienen idea de qué va la fiesta. Prueba de ello, cuál termómetro improvisado y burlesco, son las curiosas preguntas que los reporteros de la TPA, nunca faltos de sorna y sarcasmo, lanzan capciosamente sobre nuestros cristianos y su “Sparing” preferido, la Iglesia. Respuestas que más allá de demostrar el raquítico nivel del catecismo o la cultura mínima elemental, revelan con mucho “caquetetismo” (de cateto) la falta de interés, indiferencia o pura ignorancia a nivel no sólo de algo tan particular como su propia fiesta de aldea, sino en algo tan sagrado como lo que los mayores han creado, conservado, ensalzado y legado.

Decía un joven ``experto´´ en El Tapín que el Patrono de Lugones era San Felix de Nola (¡PARA NADA!); otra que la Santa de Lugones era la de Hungría (¿Lo sacaría del almanaque?), un niño del Resbalón que Santa Bárbara fue minera y otro que lo del Buen Suceso era un “invento de Manolito el Pegu”…

Quizás habría que preguntar hoy en Lugones ¿Sabes quién es el patrón?, ¿Quién fue Santa Isabel?, ¿A qué se dedicaba Santa Bárbara? o ¿Qué me puedes decir de la Virgen del Buen Suceso?... Contéstate a ti mismo; infórmate, que para eso presumes de pueblo, y si la nota baja del 5, ya lo sabes, escapa si ves llegar al home de bigote col micru de la TPA.


Rodrigo Huerta Migoya

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