Preparación , el Cordero y su sangre
La palabra de
Dios nos introduce en la cultura judía de la cena, y no de una cualquiera, sino
de la cena vespertina que precedió una salvación. Qué paralelismo tan bello,
el pueblo de Israel se reúne en torno a la mesa antes de ser libres, los
discípulos se reúnen en torno a la mesa recordando aquella Pascua judía antes
de que el Mesías protagonizara la Nueva Pascua .
Los esclavos
del faraón se prepararon antes de sentarse en la mesa: escogieron el animal,
pintaron las jambas, se lavaron, se vistieron de gala, prepararon los panes ácimos y se sentaron a comer a prisa por indicación de Moisés.
Jesús y los
apóstoles siguieron aquel antiguo ritual de preparación que a día de hoy sigue
conservando el pueblo judío. Predisponerse a lo que celebran, lavarse; "estar limpios". También nosotros nos hemos preparado y "limpiado" interiormente por medio de la confesión, pero además al igual que lo hiciera el Señor, el sacerdote hoy lavará los pies
a doce fieles como recuerdo de un gesto extremo de abajamiento. Quizás como a
Pedro, nos salga del corazón exclamar: Señor no sólo los pies, sino las manos y
la cabeza (Jn 13,9).
Se escogió el
cordero, macho, sin mancha ni defecto. También Jesús era un hombre sin
defectos. Jesús se convirtió en el chivo expiatorio que pagó por nuestras culpas.
Ya lo dice San Pablo: como cordero
llevado al matadero, como oveja ante el esquilador (Is 53, 7). Nada malo había hecho, más
como dijo un miembros del Sanedrín: conviene que muera uno por el
pueblo (Jn 11, 50).
En la cultura judía los animales que se ofrecían al templo se
presentaban vivos, sobre ellos se hacía ademán de depositar los
errores y, finalmente, sobre el altar eran sacrificados como ofrenda agradable. Era el valor de
la sangre, la sangre que salva. En la última noche del pueblo elegido en
Egipto, el Señor les advirtió que su ira bajaría y cruzaría la tierra de Egipto y acabaría con todos los primogénitos, sin embargo, en aquellos hogares dónde
encontrara la sangre del cordero en el dintel de la puerta, pasaría de largo, perdonándoles.
A nosotros
nos pasa lo mismo, estamos salvados, marcados y rescatados por la
preciosísima sangre de Jesús, el cordero de Dios que ha quitado el pecado del
mundo. Lo hemos cantado en el salmo de hoy: el cáliz que bendecimos es la comunión
con la sangre de Cristo (Sal 115).
El valor del pan compartido
Siempre
decimos que el pan no alimenta, sino que acompaña como si estuviera relegado a
un puesto secundario. Vivir de pan sólo los pobres, los presos y peregrinos, más ¿podemos vivir sólo de pan? Del pan mundano no, ya lo dijo el Señor : No
sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4, 3-4);
más en otro pasaje nos aclara que es posible vivir de su pan: Yo soy el pan
vivo bajado del cielo , no como vuestros padres que comieron y murieron , el
que come de mi pan vivirá para siempre (Jn 6, 58).
Cuando yo era
niño mi bisabuela siempre nos decía a mí hermana y a mí que no se podía dejar
el pan, que no podía tirarse un solo trozo, pues era pecado. Era algo que tarde
en comprender, cómo ella cada mañana, al preparar su desayuno sacaba para
acompañar su café los trozos de pan más duros que quedaban en la saca de tela: ¿Por qué? En casa había muchas opiniones: unos que eran manías , otros que
era una actitud propia de una persona que había sufrido la hambruna de la
postguerra, sin embargo, yo sostengo que por encima de todo ella tenía muy claro
lo que de niña le habían enseñado: no
hay mayor pecado que tirar el pan, porque si Dios viene a nosotros en pan y
tiramos nuestro pan , tiramos también a Jesús.
Debemos de
ser cuidadosos y no desperdiciar los alimentos, no tirar la comida cuando
tantos no tienen un mendrugo que llevarse a la boca. Una postura auténticamente
cristina en tiempos de crisis nos lleva a mirar
por el ahorro del agua, la luz y tantos gastos innecesarios. Dicen los
cardenales y personas más próximas al Papa Francisco, que va por los pasillos
del vaticano apagando luces, como se nota que viene de un país dónde saben bien
lo que es estar necesitado. Y por eso en este día
del amor fraterno no puede faltarnos la caridad: En primer lugar con aquellos hermanos próximos
con que estamos enfadados. Seguidamente
con tantos necesitados de caridad a los que ignoramos. Hoy, por ejemplo, la colecta
será destinada a Cáritas parroquial, pero junto con la caridad de la limosna hay que practicar la caridad del corazón. Finalmente, caridad con nosotros
mismos. Sí, hoy que parece que vivimos en un entorno de puro egoísmo nos
encontramos cada día con personas de las que decimos: es bueno para todos
menos para si mismo o si misma. O personas que siendo aparentemente avaros,
huraños o antipáticos, lo único que les ocurre es que pasan por la vida sin
sonreír porque nadie tiene caridad con ellos, nadie se sienta a escucharles, nadie se ha parado a buscar el origen de
su forma de ser .
Orando en el huerto
Amigos, está
noche entramos en la penumbra del huerto de los olivos, ojalá no nos tenga que
decir el Señor: ¿ni siquiera habéis sido capaces de velar una hora conmigo? (Mt 26,40).
Necesitamos
Marías y Juanes de los Sagrarios Calvarios, una adoración eucarística
reparadora. Adoración, pues a Dios debemos rendirle nuestro amor; eucaristía, pues es la presencia real de Cristo en medio de nuestro mundo . Sagrarios –
Calvarios, calvarios sí pues a menudo está sólo , abandonado y despreciado por
el mundo. Mirad, el mundo está mal, pero si no cuidamos un poco nuestra
espiritualidad acabará comiéndonos. Una prueba contundente nos lo da nuestra
semana santa. Qué dolor me produce ver los horarios de tantísimas Parroquias dónde tras la última celebración
del jueves santo ya echan el cerrojo...
No puedo terminar sin un especialísimo
recuerdo para la figura del sacerdote, ese inmenso don que Jesús mismo
instituyó la tarde del cenáculo. No falte hoy nuestra oración por todos ellos,
en especial por aquellos que pasando por momentos de dificultad personal, problemas de salud o achaques de
la edad que están estos días dando lo mejor de sí y haciendo esfuerzos por encima
de sus posibilidades por atender nuestros numerosos pueblos y parroquias; por nuestros párrcos y capellanes; por nuestros misioneros...
Que
María, Madre del cenáculo, mujer sacerdotal, interceda por todos ellos. Que su
ejemplo y mediación sea el cultivo fértil que produzca muchas y santas vocaciones al
ministerio ordenado.
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