Domingo de Ramos en la Pasión del Señor.
Ciclo A
1 Los niños hebreos
En la primera lectura, Isaías
proclama su agradecimiento al Señor por el don que le ha dado, el de la palabra.
El profeta era ya adulto cuando cayó en la cuenta de talento tan preciado, más
al pensar hoy en los niños hebreos podríamos matizar algún detalle de aquellos
anónimos personajes con un papel tan destacado en el escenario de la liturgia
de este domingo de ramos.
Estos pequeños, al igual que
Isaías, se hicieron profetas al anunciar con sus blancas voces que el Mesías
estaba cerca, que iba a pasar por sus vidas. Dios nuevamente vuelve a valirse
de los sencillos: “de la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza”
(Salmo 8,2). El padre vuelve a revelarse a los humildes, los pequeños a los que
en el pórtico de la ciudad también les dio una lengua de iniciado, diciendo al
abatido una palabra de aliento. Que más alentador que gritar: viene, viene
Jesús, viene a tú vida: ¡Acógelo!
2 Con ramos de olivo
Dice ese canto de ofertorio del
popular grupo familiar “Brotes de Olivo”: la uva la pisó/ el hombre en el
lagar/ igual que tú /te dejaste pisar. Que contradicción hablar hoy de pasar
por encima del Redentor cuando las gentes de Jerusalén salían a su paso con
alfombras que el borrico pisaba. ¿Cómo que pisar a Jesús? Hacía tiempo que les
venía anunciando su misión pero no acababan de entender que el culmen de su
peregrinar consistía en un sacrificio y no de animales, precisamente. Subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce
discípulos aparte por el camino y les dijo: He aquí que subimos a Jerusalén, y el Hijo
del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le
condenarán a muerte, y le entregaran a los gentiles para que le escarnezcan y
le azoten y le crucifiquen, pero al tercer día resucitará [Mateo
20:17-19].
Hablamos de una entrada de
triunfo, pero esta alfombra roja no era más que el preámbulo de la cuenta
atrás. Jesús llora al ver Jerusalén, entra con el corazón en un puño. La
liturgia del día nos pone en antecedente: el color rojo, la lectura de la
Pasión…
La bendición de palmas y ramos
nos ayuda a entrar en sintonía en la Semana Mayor, grande y santa. He ahí el
mensaje del olivo que nos habla de paz, la misma que Noé recibió como la señal
de que el diluvio había cesado. Este árbol insigne fue testigo mudo de aquellos
días con sus sosiegos y alborotos como
en el huerto de Getsemani (que significa presa de aceite) o la entrada en la
ciudad. Esto quedó muy marcado entre los primeros cristianos, los cuales decoraron
las catacumbas con olivo, en especial las tumbas de los mártires. Olivo de
aceituna de Él, que sabe el aceite para rellenar nuestras lámparas. El mismo del que David
cantó: “olivo
frondoso en la casa de Dios” (Salmo 52,8).
Señor, que siempre estemos atentos
con las lámparas cargadas y encendidas, para que cuando llegues nos encuentres
en vela.
3 Salieron al encuentro del
Señor
Señor, queremos recibirte,
pero ¿Cómo salir a tú encuentro?. Quizás para encontrarnos frente a ti
necesitamos hacer lo mismo que para entrar en tú reino, ser como niños. Y es
que sólo con el corazón puro e inocente podremos vislumbrar el más ínfimo y
menor de los esplendores que de tú rostro manan.
El pueblo que fue
cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor
palmera
ni abunda en mejor
olivo.
Viene con aire
festivo
para enramar tu
victoria,
y no te ha visto en
su historia,
Dios de Israel, más
cercano:
ni tu poder más a
mano
ni más humilde tu
gloria.
¡Gloria, alabanza y
honor!
Gritad: «¡Hosanna!»,
y haceos como los niños hebreos
al paso del Redentor.
(Himno Laudes Liturgia de las Horas del Domingo de ramos)
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