De todos es sabido que no es
lo mismo una parroquia en zona rural o en zona urbana, ni tan siquiera que son
iguales social y religiosamente unas zonas que otras. En muchos casos,
problemas y situaciones que se dan de continuo en determinadas parroquias y
zonas sabemos perfectamente que en otras no se darían ni de broma, y ello, nos lleva
a decir muchas veces que tal parroquia es “mejor” o “peor” que aquella.
Pero algo innegable es que en todas partes las cosas han
cambiado mucho y, en algunos casos, tristemente muy “a peor”, pues las más
elementales maneras y formas de educación y respeto brillan muchas veces por su
ausencia, por no decir que, en algunos casos, esas “malas formas” rezuman un
cierto tufillo anticlerical que puede llegar a manifestarse tal cual es en sí
mismo, violento (para actuar con
violencia no es necesario “llegar a las
manos”; verbalmente y en tono suave y sibilino se puede ejercer mucha violencia,
aunque algunos no reprimen expresiones -incluyendo la blasfemia- y, llegado el
caso, gestos indicativos de su capacidad de hacer un compendio de todo junto)
cuando personas totalmente al margen del
sentir y vivir de la Iglesia (que con desfachatez y descaro incluso reconocen)
se acercan a la Parroquia a pedir -de orferta- como aquél que va al “El Arbol”,
a “Alimerka” o al “Más y Más”…un sacramento.
Es entonces cuando
el cura empieza a sentir una especie de cosquilleo por dentro y una arritmia
incipiente al tener recordarles a éstos algunas pautas elementalísimas que a la
par ponen de manifiesto su vivir y sentir al margen de todo (sin distinguir un sacramento de una botella
de leche) siendo pues, cuando surge el conflicto al empezar a presentárseles
nuboso el horizonte de su proyectado “acto social”, donde pretenden usar a la
Iglesia como plataforma y el sacramento como un pretexto para satisfacer una
pura necesidad de proyección social o familiar y donde después (¡y antes! y ¡durante!) “si te he visto no me acuerdo”.
Al respecto,
cabría recordar que la capacidad biológica de procrear, no da derecho al
sacramento del bautismo (ningún
sacramento es ni una obligación legal, ni mucho menos un derecho constitucional).
El que un niño/a llegue a los siete añitos tampoco le da automáticamente el derecho a la Primera Comunión;
el que un joven llegue a la adolescencia, no le da derecho al sacramento de la
Confirmación; el que una pareja se quiera “mucho” (luego a ver lo que dura…) no les da derecho al matrimonio
cristiano y canónico; el que el tío rico o el amigo majo de la mili quieran ser
padrinos de bautismo, no basta para que así sea; incluso, el que uno se muera
sin más, tampoco le da derecho a un ritual de exequias cristianas (funeral).
Lo que confirma
esos actos y sacramentos como “derecho” es precisamente un sentir y vivir dentro de una comunidad de bautizados (Parroquia)
que está en Comunión con toda la Iglesia Universal. No vale un “yo creo en Dios a mi manera” ni un “yo creo en Dios pero no en la Iglesia ni en
los curas”: ¿Acaso viene Dios a bautizarte, a casarte o a enterrarte?... Es
la Iglesia (Católica) por medio de sus pastores (¡el cura!) la que administra
los sacramentos conforme a un sentir, vivir y obrar coherente con la fe.
Si en el
ejercicio de la libertad de cada cual no se está en esta dináminca (que como dijimos, para nada es obligatorio)
¿a qué viene Vd entonces?... Hoy estamos en un país libre y democrático, donde
uno puede ser católico, ortodoxo, anglicano, musulmán o ¡nada!... Pero si uno
vive y siete al margen de la Iglesia, que sea coherente y no pretenda “meternos el
agua en casa” y que nos callemos; ni hacernos comulgar con ruedas de molino, ni
obligarnos a tragar sapos y culebras.
Joaquín ,Párroco de Lugones y Viella
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