Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis de hoy hablo de la Unción de los enfermos, es el
sacramento de la compasión de Dios con el sufrimiento del hombre.
La parábola del “buen samaritano” expresa el misterio que se celebra en este
sacramento: Jesús se acerca a quien sufre y lo conforta con el aceite del
consuelo y el vino de la esperanza. Luego, lo lleva a la posada, que representa
a la Iglesia, a la cual Cristo lo confía. Jesús enseñó a sus discípulos a tener
su misma predilección por los enfermos y necesitados, y les confió la tarea de
atenderlos en su nombre por medio de este sacramento.
La Unción de los enfermos nos ayuda a ampliar la mirada frente a la
enfermedad y a saber que no estamos solos, que el sacerdote y la comunidad
cristiana sostienen al enfermo y al que sufre. Por eso es importante llamar
siempre al sacerdote cuando hay un enfermo, no hace falta que esté grave, que
esté muriéndose, llamadlo cuanto antes, de tal manera que el sacramento lo
fortalezca, el Señor lo ayude a soportar la enfermedad, lo alivie y lo
reconforte. Es un consuelo muy grande la presencia de Cristo en la enfermedad,
que nos toma de la mano y nos recuerda que le pertenecemos a Él, y que nada nos
puede separar de Él.
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