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lunes, 11 de noviembre de 2013

Jo, qué cura más borde

Pues hermanos sacerdotes, hermanos seglares, es la triste realidad. O pasas absolutamente de todo, o serás el cura “borde”, es decir, cura antipático y estúpido de esos que ya se sabe que “echan a la gente de la iglesia”. Lo curioso es que borde te llaman precisamente los que menos acuden. Cosas de la vida. Ejemplos:
Bautizo de Vanessa
El lío comienza cuando en la preparación afirmas que los padrinos mayores de catorce años y confirmados. Jo, qué cura más borde.
Llega la hora y nadie entra en el templo. Así que muy amablemente sales a la puerta e invitas a entrar a la familia. Pero faltan el tío Andrés y la prima Rocío: “un momento”. Insistes tímidamente: verán es que luego hay una misa… Jo, qué cura más borde.
Empieza la celebración entre un murmullo generalizado por ser discreto y más fotos que en comparecencia de la Pantoja. Con toda la suavidad y tratando de ofrecer tu mejor sonrisa sugieres la necesidad del silencio y que con un fotógrafo sería suficiente. Jo, qué cura más borde.

Boda de Pedro y María
Dos horas antes de la ceremonia timbrazos en la puerta y gritos en la calle. Apareces y te encuentras con el señor de la floristería que tiene que repasar unas cosas y colocar las flores en los bancos. ¿No tendrá usted unas tijeras? ¿Y un cepillo para barrer? ¿Hay un baño cerca?
Cuando se están yendo los de las flores se abren las puertas y aparece la coral. ¿Un sitio donde cambiarnos? ¿Un baño? ¿Tiene un lugar para dejar las cosas? Vaya frío en la iglesia, así no hay quien cante. ¿Un alargador para enchufar el órgano? ¿No tendrá algún atril que se nos ha olvidado? ¿Y una silla más alta y sin brazos? Cura, calla si no quieres ser borde.
Media hora entes aparecen los primos de Tomelloso recién bajados del bus. Treinta en fila pidiendo un baño porque venimos de viaje y que se acomodan ya en el templo principal mientras charlan como si estuvieran en la plaza de toros el día de la fiesta. ¿Pides silencio, recuerdas que estamos en la iglesia? Jo, qué cura más borde.
La boda comienza con veinte minutos de retraso. Normal. La ceremonia sin que nadie responda, pero eso sí, con misa. Intentas celebrar lo mejor que puedes a pesar de los doscientos teléfonos acribillándote a fotos y el politono de Paquito el chocolatero en plena plegaria eucarística. Impasible el ademán. Porque basta un gesto de disconformidad para que suene la frase: Jo, qué cura más borde.
Acaba la boda y comienza la maratoniana sesión de fotos. Veinte, treinta, cuarenta minutos… y uno va recogiendo cosas ¡sin molestar al fotógrafo! Apagas alguna luz de la nave, las velas… ¡Oiga, ¿por qué apaga las velas y esas luces?! Por ir recogiendo… Jo, qué cura más borde.
Por fin acaba la ceremonia y salen a la calle. Arroz, pétalos de flores, papelillos y traca final. Más fotos en la puerta. Intentas suavemente ir cerrando algo, por fin apagas las luces del templo y pides a los cuatro amigos que aún charlan en la entrada como si estuvieran animando un Barça – Madrid en plena liga, que si les importaría ir saliendo (habida cuenta de que la boda era a las doce y son ya las dos y media). Jo, qué cura más borde.
Al fin desaparecen camino del cóctel seguido de almuerzo. Recoges reclinatorios, banquetas, papeles, las flores de los bancos, para tomar el cepillo y el recogedor y barrerte no menos de dos kilos de arroz, los restos de cien globos y una mascletá de viva San José, y sobre todo los pétalos de las flores que manchan hasta decir basta.
Mientras, algunos invitados, camino de “Finca Álvarez”, especialistas en bodas, todavía van diciendo… Jo, qué cura más borde.
PD. Perdonen el desahogo. Pero hay veces en que o pasas de todo, lo cual se te hace imposible, o cura borde.
Jorge Glez. Guadalix

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