Había nacido
ésta hermana del Santo Ángel en el seno
de una casa muy cristiana y cultivada, familia que años más tarde los moscones
asociarían a la “Farmacia Patallo Fernández”,
la cuál era regentada por una hermana de la religiosa en la calle Cimadevilla
nº 35 de la villa de Grao. Sor Regina, fue una mujer muy inteligente, no en
vano formó parte de aquel minoritario grupo de asturianas cuya promoción fue de
las primeras “mixta” en la historia de nuestra Universidad, que se incorporaban
a la vida laboral en la docencia habiendo finalizado los estudios con una
brillante carrera. Pero el camino de Regina no fueron los estudios sin más, sino
la vida entera volcada en la enseñanza. Se cumplió así en su vida aquella
antigua máxima: “Las sendas de su vida
fueron trazadas y dibujadas por designio
de la Providencia a través de sus superioras de Congregación”. Muchos
fueros los campos donde le tocó sembrar, más si por algo es aún tan querida y
recordada es por sus años de fructífero trabajo en el Colegio de Oviedo, donde
se la podía encontrar realizando desde
las más sencillas misiones hasta las de más alta responsabilidad, incluida la
dirección del centro .
Su nivel
intelectual, su buena mano en temas administrativos y, como no, sus
conocimientos de la realidad de Asturias llevaron al entonces Arzobispo de
Oviedo D. Gabino Díaz Merchán a fijar sus ojos en ella como eficaz
colaboradora en la Secretaría del
Arzobispado. Pronto ésta hija del “Padre Ormieres” se hizo célebre entre los
sacerdotes de la Diócesis por su atención y disponibilidad en el día a día de
los tramites de Curía.
Ya jubilada y
delicada de salud fue destinada a la Comunidad de Lugones, donde las religiosas
colaboran en las diferentes realidades pastorales de la Parroquia. Sus últimos
años apenas salía ya de casa, a no ser para su anual visita a “La Santina” o algún
acontecimiento familiar. Ya con su fiel “andador” corría cada mañana con el
corazón alegre al encuentro del esposo en la capilla. Sus días en Lugones eran
largos y pausados, acompasados por el devenir de los acontecimientos de la
localidad junto al sol que iba de un extremo a otro del
infinito verdor que contemplaba desde su ventana en la Avenida Antonio Machado.
Allá en la lejanía, la silueta decorosa del paisaje le permitía imaginar las
copas de los árboles de Soto de Llanera, los tejados de “La Peña el Gatu” (hoy
la Fresneda nueva), La Fresneda Vieja, ya cercana y último barrio de Viella,
antes de entrar al Castro de Lugones. Y así hasta la altura del Pico Cueto,
hogar espiritual de la Madre por llevar el nombre de Nuestra Señora de los
Ángeles en el ya abandonado cenobio.
Su último
destino le llegó tras la inauguración de la residencia para religiosas mayores que la Congregación
habilitó en Oviedo. Allí su salud empezó a empeorar hasta el punto de tener que
amputarle una pierna. Tras una breve mejoría hubo que amputarle también la otra,
lo que marcó el comienzo del final. Sus últimos días, ya sin fuerzas ni apetito
se preparó para el encuentro con el Esposo, después de haberse configurado
fielmente con la Cruz del Señor. Entregó su alma al Señor el pasado 14 de Julio,
dando así un bello testimonio de entereza y sumisión a todas sus hermanas. Al
funeral celebrado en San Lázaro del Otero, asistió la Madre General junto a la
Provincial, no pudiendo asistir las hermanas Vicarias que se encontraban
reunidas. Tras la misa exequial, sus restos fueron inhumados en uno de los
Panteones que la Congregación tiene en el Cementerio del Salvador donde descansan también los restos de otras
tantas hermanas (algunas de ellas
fallecidas en olor de santidad). Desde nuestra parroquia elevamos por ella una súplica al Padre Eterno,
esperando que esté ya gozando del resplandor del rostro de Dios, en compañía de
todos los santos. Descanse en Paz Sor Regina.
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