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lunes, 11 de marzo de 2013

Del cura buenazo, líbranos Señor

Por el Rvdo. Sr. D. Jorge González Guadalix
 
Jorge González Guadalix
 
Alguien me dijo en una ocasión que es preferible un listo malo a un tonto bueno. El listo sabe lo que quiere pero no estropea el resto. El tonto acaba por cargarse todo a base de buena voluntad falta de luces.
Tengo mucho miedo a los curas “buenazos”, más que a un tsunami. Porque los curas buenazos suelen acabar complicando las cosas, deshaciendo todo y dejando marrones muy considerables al compañero que viene detrás. Eso sí, qué bueno era D. Fulano.
Efectivamente D. Fulano era un buenazo. Tanto que no tuvo reparo en ceder la casa parroquial deshabitada a la juventud del pueblo para que tuvieran un lugar donde encontrarse.

D. Fulano no confesaba. Decía a la gente que Dios es bueno y que perdona siempre y que no hace falta acudir al confesionario. Ya daba él una absolución general de cuando en cuando. Facilitaba las cosas. Bautizaba cuando la gente quería, y no te complicaba la vida con cursos ni cursillos para bodas y bautizos. Tampoco tenía reparo en bautizar o casar en el campo, la huerta, el arroyo o el chalecito.
Nunca se preocupó en exceso de papeles, cuentas y demás cosas burocráticas tan aburridas. Ni de conocer si la parroquia tenía propiedades, o revisar contratos, seguros y documentos varios. Si acudía alguien a casa a pedir algo, le ayudaba y punto. Era un buenazo.
D. Fulano un día se jubiló, como era de esperar, y vino a la parroquia D. Mengano. Se encontró con que lo que debía ser el despacho parroquial y el archivo lo tenían los jóvenes desde siempre, que no sólo no estaban dispuestos a marcharse, sino que le montaron una campaña en contra por insolidario y por no querer nada con la juventud.
Pidió papeles D. Mengano. Ni una línea de contabilidad de los últimos años. Los libros parroquiales sin actualizar en meses y meses. La iglesia y los locales sin seguro. Alguna propiedad de la parroquia perdida porque ni había papeles ni nadie los había intentado arreglar.
 


Intentó D. Mengano poner un poco de orden en misas, bodas, bautizos, confesiones. Evidentemente se acabaron las celebraciones en el campo y el chalecito, organizó sus cursos de bautismo y novios y fijó un horario para confesiones. Viendo las necesidades de la parroquia, abrió el despacho de Cáritas y buscó apoyo de alguna persona profesional para que la atención fuera más eficaz.
Qué diferencia. Con lo buenazo que era D. Fulano, que todo le parecía bien, no ponía pegas. Y nos mandan ahora a este Mengano que todo son papeles, cursillos, despacho y encima en los sermones que a ver si somos mejores y nos confesamos más.
Y mientras, D. Fulano, tan buenazo, de vez en cuando llama a sus amigos de la parroquia para decirles que cómo aguantan a ese cura, que a ver si hacen algo, que no se dejen avasallar.
No quiero curas buenazos. Los quiero santos, que es diferente. A los curas buenazos los temo más que a pedrisco en la cosecha.

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