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miércoles, 23 de enero de 2013

Un milagro de nuestros días

Mientras esperaba un autobús en Madrid habló de Dios a un joven drogadicto y le salvó del suicidio
 
Hay personas en el mundo que si tú no les hablas de Dios nadie lo hará nunca. Y puede ser cuestión de vida o muerte. De ahí la importancia de ser testigos y evangelizadores. En otras palabras, dar gratis lo que han recibido gratis. Es lo que le ocurrió a Carmen, miembro del Camino Neocatecumenal de Ocaña, un día en la estación de autobuses de Méndez Álvaro de Madrid.
Carmen y José Mari, su marido, son un matrimonio que llevan muchos años ayudando en la pastoral penitenciaria de la cárcel de Ocaña II. Allí han podido ser testigos de cómo Cristo realmente actúa y transforma los corazones. Algo que había marcado a Carmen para actuar en la historia que viene a continuación.


El encuentro en la estación de autobuses
Esta mujer estaba esperando el autobús que le llevara una tarde de vuelta de Madrid. Sin embargo, le quedaba más una hora de espera. En ese momento, un joven toxicómano se le acercó y le pidió dinero para un supuesto viaje que tenía que hacer. Ella le dio algo y cuando se alejaba el sufrimiento que él llevaba dentro. Vio a Cristo sufriente en su interior.

Al ver a Cristo en este joven esclavo de la droga supo que al menos alguien tenía que hablarle de Dios. Fue así como se acercó a él y le preguntó: “¿qué te pasa?” y pidió al muchacho que le contara su historia.

La carta de un preso convertido
Cosas de la providencia, Carmen llevaba en su bolso la carta de un preso de la cárcel a la que ella acude como voluntaria. Era la historia de cómo este recluso había podido dejar las drogas gracias a Dios. “Le dije, te la voy a leer, me puse a ello, y al escucharla el muchacho empezó a llorar”, recuerda. Este joven toxicómano le preguntaba: “Realmente, ¿usted cree que Dios existe? Yo lo dudo, porque no entiendo por qué me hace sufrir tanto”, pues no sólo estaba aquejado por la adicción sino por muchos problemas físicos.
El joven, extrañado ante la actitud de esta mujer y el contenido de la carta, le volvió a preguntar: “¿Y Dios puede hacer esto que dice la carta?” Un testimonio que no sólo relataba su conversión y cómo había salido del pozo sino que además animaba a sus compañeros a aprovechar esta gracia.
“Le conté los milagros que he visto”
Ante estas preguntas del joven, Carmen no sólo utilizó la carta sino que le contó su propia experiencia de fe. “Estuve mucho tiempo hablando con él y no sólo le hablé de las maravillas que había hecho en mi vida sino que le conté las experiencias de los hermanos de mi comunidad”, auténticos milagros. “Yo le decía que era Dios el que había sacado de la droga a otros hermanos y que somos hijos de Dios y que nos ayuda”, afirma.
 
El dinero era para suicidarse
Después llegó el turno del joven. Confesó que le había mentido y que el dinero que le había pedido no era para hacer ningún viaje. Llorando le dijo que “ese rato de conversación no había sido en balde” y avasallado por su vida quería el dinero para conseguir droga suficiente para suicidarse puesto que previamente se había escapado de un centro de rehabilitación.
La diferencia entre el suicidio y la muerte cristiana
Sin embargo, Carmen continuó hablando con él y relatando experiencias similares a la del joven y en las que habían podido salir de la droga. “Le hablé también de la muerte y de la paz que se tiene cuando se muere de manera cristiana, cómo se afronta la muerte teniendo a Cristo y cómo cuando no se tiene”.
Por ello, sobre su intención de suicidarse le dijo: “te quieres suicidar porque no puedes más y crees que la solución está en quitarte la vida” pero no, realmente, hay esperanza y con Cristo todo es posible. Él transformó la muerte en vida, por lo que le recomendó que acudiera a la Iglesia, que es su madre.

La decisión de no suicidarse
Admirado y muy emocionado, el joven drogadicto aseguraba que “nadie me ha hablado como usted lo está haciendo”. Tras un largo rato de charla en la estación de autobuses, el joven afirmó que la carta y la experiencia de Carmen le habían quitado la idea de suicidarse. “Ahora veo que debo ir a la casa de mis padres, pedirles perdón y que me ayuden a dejar la droga”, aseguraba. Y añadió que también “debo hacer lo que me ha dicho y pedir ayuda a la Iglesia”. Les dio tiempo para despedirse y el joven se mostró agradecido a Carmen. De una manera cuanto menos curiosa, Dios había llegado a los oídos de este joven esclavo de la droga.
 
Años viendo milagros en las cárceles
José Mari y Carmen siguen yendo todas las semanas a la cárcel de Ocaña porque “la gente está muy necesitada de Dios”. Allí han visto auténticos milagros y “tenemos un agradecimiento a Dios enorme por esta misión”. De hecho, Carmen confiesa que “yo jamás había pensado en ir a una cárcel pues soy muy miedosa” pero en la capilla de la prisión“ellos se sienten libres, no salen igual que cuando entraron. Decía un interno el otro día que se llevaba la gasolina para la semana”.
Esta experiencia en la pastoral penitenciaria les ayuda en su vida de fe como matrimonio. José Mari asegura que “para nosotros ir es estar con los pobres y los débiles. Es estar con Cristo, con la presencia viva de Cristo. Les vemos como sufren y como encuentran un consuelo grande. Esto es también un testimonio para nosotros”.
Dar gratis lo que han recibido gratis
Igualmente, Carmen afirma que “hemos visto grandes testimonios, presos que habían tenido reyertas entre ellos y que se han perdonado porque a raíz de estar en la Iglesia sabían que tenían que perdonarse para estar con Cristo”.
Aunque a veces también su papel es más contemplativo. “En ocasiones sólo con escuchar les ayudas porque hoy en día no se escucha. Vivimos en un mundo con prisas y así al menos pueden sentirse escuchados”. Cumpliendo lo que dice el Evangelio este matrimonio asegura “sentir la presencia de Dios como nunca en la cárcel” y habiendo recibido a Dios han podido darlo a los demás en una estación de autobús para dar gratis lo que han recibido gratis.

 

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