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sábado, 5 de enero de 2013

Tiene 83 años y evangeliza repartiendo miles de rosarios y libros a los jóvenes de 150 institutos

Mucho antes de que se inventara la expresión "primer anuncio", Joaquín Fernández, durante muchos años miembro de la Cruzada de Santa María y hoy del Instituto secular Stabat Mater, ya salía por la calle para acercarse a los jóvenes y regalarles un rosario, o invitarlos a hacer Ejercicios espirituales.

Con 83 años, no duda en afirmar: «¿Sabes cuál es la mejor edad para evangelizar? La que uno tiene». Y eso es porque, ya de joven, se decía: «Yo no quiero morir con las manos vacías. Quiero hacer algo por Jesucristo durante el tiempo que esté en la tierra».

¡Y vaya si lo ha hecho!: Joaquín calcula que, a lo largo de su vida, ha llegado a repartir cientos de miles de rosarios, sobre todo a los jóvenes, tanto en España como en América, y ello le ha dado pie para hablarles de Dios, a muchos de ellos por primera vez.

En Madrid, lleva ya varios años repartiendo rosarios y un sencillo Oracional en las cercanías de los Institutos públicos madrileños -ha recorrido los 150 centros, y ya ha iniciado la segunda vuelta-, cuando a la hora del recreo los alumnos más mayores tienen permiso para salir a la calle.

«Algunos de los chicos se ponen el rosario al cuello, por lo que yo suelo decir que, ahora que quieren quitar los crucifijos de las aulas, la Virgen se vale del rosario para que su Hijo entre de nuevo en ellas».



Pero lo fundamental es que, acercarse a los jóvenes, le da para hacer con ellos un primer apostolado: «Entrego el rosario y eso da pie a conversaciones. En esos corrillos que se forman salen cuestiones interesantes; respondo a sus objeciones y les cuento cosas, según lo que salga en la conversación».

Ha hablado ya con cientos de jóvenes y adolescentes en los últimos años, y de ellos percibe que muchos no están tanto de espaldas a Dios, como en contra de la Iglesia.

«Es que es la Iglesia la que te canta las cuarenta -les respondo-; es la que te corrige, pero es que tiene que hacerlo. El otro día, un chico me espetaba: ¡La Iglesia es un negocio! Y yo le respondí: Pues tienes razón. Mira, todos los negocios dan un tanto por ciento; un 10, un 20, un 30 por ciento...; pero fíjate: la Iglesia te da el ciento por uno en esta vida, y después la vida eterna, y todo está avalado por el Padre de los cielos».

Para muchos es un primer contacto con la Iglesia, pues algunos no están bautizados siquiera. Pero Joaquín constata una cosa: «Los chicos están deseando hablar, no tienen inconveniente en abrirse conmigo. Algunos hasta me han dicho que tienen vocación sacerdotal».

Joaquín tiene claro que «lo nuestro es sembrar». En la época de la nueva evangelización y del tan traído primer anuncio, lo que quiere es «remover un poco a los chicos».
 


Pero también tiene palabras sobre los jóvenes que ya están dentro de la Iglesia, y no son siempre palabras amables: «He estado en algunos colegios religiosos, e impresiona comprobar la formación religiosa que tienen. Saben lo que son los Ejercicios espirituales y cosas así; y te reciben muy bien. Sin embargo, el problema es que estos chicos tienen una formación religiosa muy abundante, pero no hablan de Dios a los demás. Piensan en su carrera, y poco más. Tienen muy buena formación, pero no se ponen manos a la obra. Con toda esa formación, con sólo tres o cuatro colegios, se transformaba Madrid, seguro».

Por eso, afirma sin dudar que «iniciativas como el Año de la fe están muy bien, pero la fe sin obras está muerta. ¡Hay que actuar! No hay que tener miedo a hablar de Dios. El problema más grande de los católicos en España es la timidez. Nos sobra formación; con muy poquita formación podríamos dar lo que tenemos dentro, pero la timidez no es buena, es uno de los problemas más grandes que tenemos. Los jóvenes no se atreven a hacer la señal de la Cruz, porque no nos ven hacerla a nosotros, los mayores».

Por eso, anima a los mayores a embarcarse en la misión de hablar de Dios y anunciar a Cristo, especialmente a los jóvenes y, sobre todo, a sus nietos: «Con muchos años, uno puede hacer maravillas. No nos podemos acomplejar. Los mayores pueden enseñar a los jóvenes a vivir. A lo mejor, no les podemos enseñar Matemáticas ni Física, pero les podemos enseñar a vivir. Ahí hay mucho caudal».

Y todo porque, después de décadas acercándose a los jóvenes para acercarlos a Dios, afirma sin dudar: «Dios está en el corazón de los jóvenes».

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