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domingo, 20 de enero de 2013

Benditos animales

El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, durante la bendición de los animales en el exterior de la iglesia parroquial de Lugones.
 
Lugones, Manuel NOVAL MORO

Cada vez son más los adeptos a San Antonio Abad, patrón de los animales, no sólo por el fervor religioso sino también por el que muchos dueños profesan a sus mascotas. Se pudo comprobar ayer en Lugones, donde el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, ofició la misa dominical dedicada al santo y, posteriormente, tras la ceremonia, protagonizó la bendición de los animales que un puñado de lugonenses y gente de los alrededores habían llevado al exterior del templo.

Aunque abundaban especialmente los perros (los había de muchísimas razas, tamaños y colores), que se hacían notar con continuas oleadas de ladridos, pudieron verse mascotas de todo tipo. Francisco Hinojosa, por ejemplo, llevó dos hurones, un macho, «Guille», y una hembra, «Gala», que adoptó recientemente después de encontrárselos en muy malas condiciones. El macho tenía una pata rota y tuvieron que operarlo. «Son muy juguetones y cariñosos, y se llevan muy bien con los gatos que tenemos en casa», aseguró. Ahora, además de sanos y salvos, gracias a su nueva familia, están también bendecidos.

Lo mismo que el pequeño hámster de nombre «Luna» que llevó Paula Varela, una niña que asegura que es un animal «muy inquieto», hasta el punto de que llegó a comerse una cortina de su casa. Con la bendición, su deseo es «que viva mucho y que sea muy bueno».

También acudió otra niña, Verónica Álvarez, con su mascota «Brillantino», una tortuga macho de dos años que espera que crezca mucho y dure mucho tiempo. En este caso, es ya su segunda bendición. Con un año recibió ya el agua bendita.

Pudieron verse, además, conejos o periquitos. Lo que los caracterizó a todos, casi sin excepción, fue el mimo con el que los llevaron sus dueños. Los más pequeños en jaulas perfectamente selladas, los perros con sus collares, muchos de ellos con vestidos y todos casi siempre en brazos de sus dueños.

El Arzobispo ensalzó la figura de San Antonio Abad, un hombre que vivió entre los siglos IV y V, que, procedente de una familia acomodada, lo dejó todo para retirarse al desierto, donde convivió con muchos animales «que de modo amable le hacían compañía; él los curaba, les quitaba las espinas y les vendaba las heridas».

Jesús Sanz Montes, de adscripción franciscana, destacó que también San Francisco de Asís fue hermano de la naturaleza, y estos santos ven en los animales «la firma de autor del Dios que los ha creado».

El Arzobispo aprovechó, por otra parte, para reivindicar a dos animales muy cristianos: la mula y el buey. Aconsejó que vayan a una famosa clínica oculista de Oviedo aquellos «que no saben leer, diciendo lo que el Papa no ha dicho», esto es, que estos animales no debían estar en el belén.
 
 

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