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sábado, 1 de diciembre de 2012

La pequeña Preysler piadosa

El nombre de Tamara Falcó se asocia casi siempre a «glamour», lujo, esplendor y reuniones de la «jet-set». Esa es la imagen que la hija de Isabel Preysler y Carlos Falcó, marqués de Griñón, nos brinda cuando acude a eventos sociales. Sin embargo, la joven empresaria, que compagina su papel como cotizada imagen publicitaria con la organización de bodas en el Palacio de El Rincón, en la localidad madrileña de Aldea del Fresno –donde se casó su hermano Julio José–, nos ha sorprendido últimamente al mostrarnos su aspecto más austero y desconocido: el religioso. Una faceta inédita hasta el momento de Tamara, quien ahora suele ser vista acudiendo a misa en la iglesia de Los Misioneros de la Sagrada Familia, cercana a su ático de soltera en el centro de Madrid.

Siempre sorprendente por sus ocurrencias y buen humor, fue este verano cuando Tamara dejó a todo el mundo boquiabierto al confesar que se había reencontrado con la fe: «Es posible que antes desprendiera una imagen más despreocupada», contaba en una entrevista concedida a la revista «¡Hola!». Y añadía: «No había encontrado mi espiritualidad. Pero hace un año cambió mi vida por completo al reencontrarme con mi religión. Estoy encantada. Es lo que más me llena y más paz me produce». Y así debe ser, puesto que uno de sus más inmediatos proyectos, tal como desvelaba en la inauguración de la primera boutique de Jo Malone en Madrid, es su confirmación. «Para mí es algo completamente nuevo. Antes no entendía cómo la fe te podía ayudar a sobrellevar las cosas y ahora veo cómo las piezas del puzzle empiezan a encajar día a día. Era una chica muy agraciada en algunos aspectos materiales, pero me faltaba el lado espiritual», asegura convencida de los pasos que está dando.
Devoción y fe

Desde entonces hemos podido saber que Tamara acude prácticamente todos los días a los oficios religiosos en Los Misioneros, mostrando una gran devoción que, en las últimas semanas, se la ha visto compartir con su cuñada Charisse días antes de su enlace con Julio Iglesias Jr., y con alguna de sus amigas, entre ellas, la princesa Fabrizia Ruffo di Calabria.

Tal es su devoción y fe que, recientemente, la hija de Isabel Preysler volvía a sorprender una vez más a todos con una de sus espontáneas declaraciones. Reconocía que estaría encantada de probar suerte en el mundo de la televisión –recibió una oferta recientemente de TVE y, más concretamente, del programa que presenta por las mañanas Mariló Montero–, pero que, de ponerse finalmente delante de las cámaras, siguiendo los pasos que dio su madre en su momento, lo que más ilusión le haría sería «presentar un programa de religión» para cumplir con el compromiso que adquirió con Dios cuando la religión se cruzó en su camino inesperadamente: «Entré un día en la Casa del Libro y el único que me llamó la atención fue la Biblia», recuerda al ser preguntada por su devoción. Asegura que poco a poco se ha ido convirtiendo en una mujer de fuertes convicciones religiosas: «Empecé a leer y a ir a misa. Y tengo amigas que me enseñaron a rezar el rosario», dice Tamara. Por si fuera poco, la empresaria también se ha revelado como una mujer solidaria, aunque, al igual que muchos otros rostros conocidos, haya decidido llevar en secreto su desinteresada colaboración con una ONG que choca completamente con su imagen de aparente superficialidad, su acento de niña pija y ex pareja de algunos de los rostros más conocidos de la «jet set» como Marcos Noyer, Luis Medina, el hijo menor de Naty Abascal, con quien mantuvo un breve idilio, y Tomasso Musini, su último romance conocido hasta el momento, con quien rompió hace algo más de un año. 

Soltera a sus treinta y un años recién cumplidos, Tamara sueña con el día que llegué su boda: «Como tengo muchas amigas que se han ido casando, estoy viviendo más de cerca cómo está siendo su inicio de vida de casada y todo lo que conlleva el matrimonio», confiesa con su habitual sinceridad, al tiempo que se asegura: «Si ahora no tengo pareja no es porque sea exigente. Al contrato, yo no exijo nada. Solamente podré decir cómo es mi hombre ideal cuando lo conozca. Eso sí, un requisito indispensable es que sea divertido». La hija de Isabel Preysler acude a diario al comedor social Santa Micaela de Madrid, uno de los centros asistenciales que tiene la Orden de Malta en la capital y en la que colabora de manera cercana y natural sirviendo el almuerzo a las personas afectadas por la crisis económica: «Ser católica me ha enseñado a estar más cerca del prójimo y ser menos egoísta».

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