(La Razón) España se encuentra sumida en una profunda crisis económica que ha condenado a millones de españoles al desempleo y la desesperación. Casi cinco millones de personas se encuentran en el paro y son muchos los españoles que dependen de la solidaridad de los demás para poder sobrevivir.
En estas circunstancias, los datos sobre el número de españoles que se definen como católicos publicados por el Centro de Investigaciones Científicas (CIS) en el mes de noviembre resulta sorprendente. El 72,4 % de los encuestados se declara católico, lo que representa 1,6 puntos porcentuales más que en noviembre de 2010.
«Considero que con la crisis puede haber gente que se haya hecho preguntas profundas. Mucha gente se ha planteado en estos tiempos esas preguntas, sobre todo, porque se han decepcionado por como funciona el sistema, ése que nos decía lo que había que hacer y que ahora nos dice que nada se puede hacer», asegura Jaume Mistral, presidente de la Fundación Prahu. Desde esta institución trabajan con el convencimiento de que «la salida del pozo pasa por poner la confianza en Dios».
Ayuda material y espiritual Son muchos los que se acercan a la Iglesia católica para recibir la ayuda material necesaria para hacer frente a sus crisis personales. La última memoria de Cáritas reveló que más de un millón de personas fueron atendidos por los programas de acogida y asistencia básica. Pero las personas que acuden a la Iglesia no sólo encuentran ayuda material, sino también espiritual. Cuando las personas pasan por la parroquia para pedir ayuda, «en medio de este tráfico, se produce alguna conversión. Recuerdo a una maestra que llegó con depresión por motivos laborales. Era católica pero no practicante. Tras venir y ser ayudada ha continuado con nosotros y lleva ya más de un año asistiendo a la parroquia», relata Mar Mileda, de la Escuela de Nueva Evangelización San Andrés.
Pero esta crisis no es tan sólo material, la Iglesia no ceja en su empeño de recordar que también se está inmerso en una crisis de valores, una crisis de fe. Para recuperar lo perdido, el Papa Benedicto XVI convocó el Año de la fe, un tiempo en el que «dar un renovado impulso a la misión de toda la Iglesia, para conducir a los hombres lejos del desierto en el cual muy a menudo se encuentran en sus vidas a la amistad con Cristo que nos da su vida plenamente». La misión de toda la Iglesia que se traduce en la Nueva Evangelización, en despertar la propia fe dormida y anunciar a todos los hombres que Dios los ama y los llama. Eso intentan desde los cursos Alpha, «ofrecer una explicación para el sentido de la vida», y demanda no les falta porque ahora «hay más gente que se cuestiona dudas existenciales», relata Manuel Muñoz, de los cursos de Madrid.
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