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miércoles, 30 de noviembre de 2016

Nota del Arzobispado de Oviedo acerca de la Sentencia del Supremo relativa a la situación de la asignatura de Religión en 1º de Bachillerato

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Nota del Arzobispado de Oviedo acerca de la Sentencia del Supremo sobre el recurso de casación interpuesto por el Principado de Asturias, relativa a la situación de la asignatura de Religión en 1º de Bachillerato.

Oviedo, 30 de noviembre de 2016

En relación a la Sentencia del Supremo sobre el recurso de casación interpuesto por el Principado de Asturias, relativa a la situación de la asignatura de Religión en 1º de Bachillerato: “El fondo de la cuestión sigue sin abordarse”Desde la Delegación diocesana de Enseñanza de la diócesis de Oviedo se desea manifestar el pesar ante el hecho de que el Tribunal Supremo no haya entrado en el fondo de la cuestión que se planteaba, que no era ni la ausencia de oferta de la asignatura de Religión, ni su evaluación, ni su libre elección (en los términos que establece el Decreto 43/2015 para 1º de Bachillerato), sino las condiciones en que se oferta, que impide que los jóvenes que opten por las modalidades de ciencias, puedan elegirla. No hay derecho sin posibilidad real de ejercerlo “de hecho”.

Desde el respeto a la Sentencia del Tribunal Supremo, sentimos no estar de acuerdo con su argumentación de fondo, ya que ésta anula la del Tribunal Superior de Justicia del Principado de Asturias, al entender que no cita de forma adecuada la sentencia del mismo Tribunal Supremo del 20 de julio de 2012, la cual sirvió de fundamentación al TSJPA para la estimación de vulneración de derechos fundamentales en el Decreto de Bachillerato del Principado de Asturias en el recurso contencioso administrativo formulado por el Arzobispado de Oviedo.

Se da la paradójica circunstancia de que la aplicación de la sentencia del Tribunal Supremo del 20 de julio de 2012 al recurso contencioso administrativo formulado por el Arzobispado de Oviedo fue incluso invocada expresamente por el Ministerio Fiscal ante el TSJA, que solicitó la estimación del recurso al entender que existía vulneración de derechos fundamentales y, sin embargo, el mismo Ministerio Fiscal ante el Tribunal Supremo varió su criterio pasando a considerar que tal sentencia no era de aplicación al caso, solicitando que se anulara la sentencia dictada por el TSJA. 

El Tribunal Supremo, en su fundamento jurídico cinco, nos deja la puerta abierta a la posibilidad de procedimiento en vía ordinaria, para conseguir el respeto a las debidas condiciones equiparables de la Asignatura de Religión, cuestión que el Arzobispado está valorando, ya que realmente éste es el fondo del asunto.

Martirologio del día

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Fiesta de san Andrés, apóstol, natural de Betsaida, hermano de Pedro y pescador como él. Fue el primero de los discípulos de Juan el Bautista a quien llamó el Señor Jesús junto al Jordán y que le siguió, trayendo consigo a su hermano. La tradición dice que, después de Pentecostés, predicó el Evangelio en Acaya y que fue crucificado en Patras. La Iglesia de Constantinopla lo venera como muy insigne patrono (s. I). 

2. En Milán, de la Liguria, san Mirocleto, obispo, del que hace memoria san Ambrosio entre los obispos fieles que le precedieron (c. 314). 

3*. En la Bretaña Menor, san Tugdual, apellidado “Pabu”, abad y obispo, que construyó un monasterio en la ciudad de Treguier (s. VI).

 4. En el monte Sebio, en la Toscana, san Gálgano Guidotti, eremita, quien se convirtió a Dios después de una juventud disipada y vivió el resto de su vida dedicado voluntariamente a la penitencia corporal (1181). 

5*. En Montpellier, de la Provenza, en Francia, beato Juan de Verceli, presbítero, maestro general de la Orden de Predicadores, que predicó incansablemente la reverencia al nombre de Jesús (1283).

6*. En Ratisbona, de Baviera, en Alemania, beato Federico, religioso de la Orden de Ermitaños de San Agustín, que, siendo hábil carpintero, sobresalió por el fervor en la oración, por la obediencia y por la caridad (1329). 

7. En San Esteban Fano, en Inglaterra, san Cutberto Mayne, presbítero y mártir, el cual, abrazada la fe católica y ordenado sacerdote, ejerció su ministerio en Cornualles hasta que, bajo el reinado de Isabel I, fue condenado a la pena capital por haber publicado unas Cartas Apostólicas, siendo el primero de los alumnos del Colegio de los Ingleses de Kilmaeduagh que fue martirizado (1577). 

8*. En la ciudad de York, también en Inglaterra, beato Alejandro Crow, presbítero y mártir, que de humilde costurero fue ordenado presbítero y, por el hecho de serlo, se le condenó al patíbulo en tiempo de la reina Isabel I (1586). 

9. En el lugar llamado Quxian, en la provincia de Sichuan, en China, san Tadeo Liu Ruiting, presbítero y mártir, estrangulado por odio a la fe (1823). 

10. En Hué, en Annam, san José Marchand, presbítero de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y mártir, que, bajo el imperio de Minh Mang, fue condenado al suplicio de los cien azotes (1835).

 11*. En el lugar llamado Paracuellos del Jarama, cerca de Madrid, en España, beato Miguel Ruedas Megías y seis compañeros65, mártires, religiosos de la Orden de San Juan de Dios, que, esclarecidos por su testimonio cristiano, durante la cruel persecución volaron hacia el Señor por la violencia de los enemigos de la Iglesia (1936). 

12*. También en Valencia, en España, beato José Otín Aquilé, presbítero de la Sociedad Salesiana y mártir, que en la misma persecución, invencible y constante en su fe, arribó al reino de los cielos (1936). 

13*. Cerca de Munich, en Baviera, de Alemania, en el campo de concentración de Dachau, beato Ludovico Roque Gientyngier, presbítero y mártir, que en la ocupación de Polonia durante la guerra, entre los crímenes cometidos por el régimen enemigo de la fe, fue martirizado, entregando su espíritu (1941).

Los obispos piden que el pacto educativo en España no elimine la clase de religión del currículum

Los obispos piden que el pacto educativo en España no elimine la clase de religión del currículum

(Alfa y Omega) Los obispos quieren que la Iglesia participe de forma activa en el pacto educativo y que lo haga «con una sola voz». Así lo anunció este lunes el secretario general de la Conferencia Episcopal, en la rueda de prensa final de la asamblea plenaria de otoño, recordando al mismo tiempo el pleno apoyo de la Iglesia a que «la educación sea una cuestión de Estado», y no esté al vaivén de las «alternancias partidistas». Este fue el mensaje que una delegación de la CEE le transmitió al ministro de Educación (entonces en funciones) durante una primera reunión de tanteo celebrada el 18 de octubre, en la que el episcopado estuvo representado por el presidente y el secretario de la Comisión de Enseñanza –monseñor César Franco, obispo de Segovia, y José Miguel García–, además del propio José María Gil Tamayo.

«Nosotros veníamos reclamando de manera reiterada» la necesidad de un pacto educativo, recordó el portavoz de los obispos. Se trata de un ámbito que «necesita la correncia de todos», buscando «lo que nos une» y trabajando al «servicio del conjunto de la sociedad española», sobre todo de «los niños y los jóvenes».

Los obispos ven la posibilidad de alcanzar un gran acuerdo «con buena disposición», y convencidos de que la Iglesia no puede ser «una voz muda», dada su gran presencia en la educación, añadió Gil Tamayo, poniendo sobre la mesa datos como el de los2.600 centros educativos católicos en los que estudian cerca de millón y medio de alumnos.

El secretario general aludió en particular a la asignatura de Religión, que han escogido libremente más de 3 millones de alumnos. «Queremos que la clase de Religión esté en ese marco educativo», añadió. Con ello, la Iglesia no pretende defender ningún «privilegio», pero tampoco «queremos ser marginados». Otras confesiones –recordó– tienen acuerdos similares con el Estado. Se trata de un «derecho constitucional y un derecho fundamental» de los padres a una «educación integral» que incluye «educar a sus hijos conforme a sus convicciones».

En el caso de la Iglesia católica, se trata de un derecho protegido también por los Acuerdos entre el Estado y la Santa Sede, con rango de ley orgánica.

Respeto a la asignatura de Religión

Esa enseñanza debe estar plenamente integrada «en el curriculum». «No es catequesis», sino una materia con solidez académica impartida por profesores integrados «con plena normalidad en el claustro», afirmó.

Gil Tamayo anunció que la Iglesia hablará de estas y otras cuestiones de forma respetuosa y dialogante, «pero obligada por la responsabilidad de la defensa de los derechos».

La posibilidad de poder elegir libremente la enseñanza Religión es un indicativo de esa «plena inserción de la Iglesia en la España constitucional» a la que aludió la pasada semana el rey Felipe ante los obispos, añadió. «Ojalá dejemos atrás ya la rémora trasnochada» de pretender expulsar lo religioso del «ámbito público».

La Fundación Vinjoy gana el premio municipal al Voluntariado Social

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(Elena Fdez.-Pello/ lne)


La Fundación Vinjoy recogerá el 19 de diciembre en el Auditorio el Premio al Proyecto de Voluntariado Social 2016, que otorga el Ayuntamiento de Oviedo a través de la Concejalía de Atención a Personas e Igualdad. La institución, con décadas de trabajo dedicado a las personas con discapacidad, presentó un proyecto en el que son ellas precisamente las que realizan labores de voluntariado. "Es el discapacitado el que ayuda", explicó el director de la Fundación Vinjoy, Adolfo Rivas.

En el programa de voluntariado seleccionado por el Ayuntamiento de Oviedo en esta segunda convocatoria de las distinciones, son los discapacitados, formados como monitores de arte, los que forman a otras personas. El programa, además del valor que tiene en sí mismo, pretende servir para que "la gente vaya cambiando planteamientos", según Rivas. "La dignidad de la persona pasa por ofrecerle la posibilidad de dar. Hay hueco para todos: el que tiene piernas empuja la silla del que no las tiene, el que tiene manos ayuda a comer al que no", explicó.

La Fundación Vinjoy, como ganadora del premio, recibirá una placa conmemorativa y se le ofrecerá un espacio expositivo municipal para que muestre su trabajo.

martes, 29 de noviembre de 2016

El buzón de la Rectoral

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Esta semana estrenamos una nuevo espacio en nuestro "Blog de la Parroquia" que hemos titulado: ''El buzón de la Rectoral''. En este apartado el Párroco irá respondiendo en la medida de las posibilidades a cuestiones de tipo informativas, pastorales, espirituales, materiales, etc... de forma que sirva para la participación de la feligresía y aclarar en lo posible las dudas que puedan surgir en el devenir de los acontecimientos.

Para formular preguntas basta con hacérnoslas llegar a la Parroquia por papel o vía online.

Esperamos que os guste y que nos ayude un poco a todos mejorar y clarificar ideas y conceptos de todo tipo de la vida Parroquial y de la Iglesia en general.

Ortega y Gasset murió besando dos veces un crucifijo

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(El País/InfoCatólica) El pensador José Ortega (1883-1955) murió confesado y comulgado, según el testimonio de Carmen Castro, hija del historiador Américo Castro y esposa de Xavier Zubiri, discípulo favorito del filósofo, en una carta dirigida a un sacerdote capuchino. Lejos de despedirse de este mundo enemistado con el catolicismo, tal como cabía esperar de sus manifestaciones anticlericales, incluso blasfemas, según sus críticos, Ortega lo habría hecho besando un crucifijo.

Como la religiosidad de Ortega fue motivo de dudas, análisis y polémicas, la carta de la escritora y catedrática Carmen Castro (1912-1997) al sacerdote José Gonzalo Zulaica, llamado primero padre Antonio de San Sebastián y después, padre Donostia, es valiosa. El autor de La rebelión de las masas, escribe la hija del hispanista, «murió dentro de la Iglesia. De esto no tenemos duda. Besó por dos veces un Cristo llevando él a los labios la mano que lo sostenía. El P. Félix lo confesó -esto, claro, se supone porque el P. Félix no puede decirlo-. Lo que sí dice es que le dio la absolución papal».

Ese capuchino y varios rectores también recibieron cartas de Gregorio Marañón, Joaquín Rodrigo, Andrés Segovia, Ramón Menéndez Pidal y San José MaríaEscrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei.

lunes, 28 de noviembre de 2016

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN A LA MILAGROSA


Postrado ante vuestro acatamiento, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, y después de saludaros en el augusto misterio de vuestra concepción sin mancha, os elijo, desde ahora para siempre, por mi Madre, Abogada, Reina y Señora de todas mis acciones y Protectora ante la majestad de Dios. Yo os prometo, virgen purísima, no olvidaros jamás, ni vuestro culto ni los intereses de vuestra gloria, a la vez que os prometo también promover en los que me rodean vuestro amor. Recibidme, Madre tierna, desde este momento y sed para mí el refugio en esta vida y el sostén a la hora de la muerte. Amén.

Papa Francisco: «En Adviento, estamos llamados a ampliar el horizonte de nuestro corazón»

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(Rel.) Al rezar el Ángelus del Primer Domingo de Adviento, ante miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco explicó que con el comienzo de un nuevo año litúrgico iniciamos, como pueblo de Dios, un nuevo camino de fe. Y afirmó que este tiempo es sumamente sugestivo, porque anuncia la visita del Señor a la humanidad.

Según informa Radio Vaticana, el Santo Padre aludió a la primera visita de Jesús que se produjo con su Encarnación, mientras la segunda acontece en el presente, ya que el Señor – dijo – nos visita continuamente, caminando siempre a nuestro lado con su presencia de consolación. Sin embargo, también se producirá su última visita, esa que profesamos en el Credo y que nos recuerda que de nuevo vendrá para juzgar a los vivos y a los muertos”.

El Obispo de Roma añadió que si bien el Señor nos habla hoy de su última visita, la del final de los tiempos, no es para atemorizarnos, sino para abrir nuestro horizonte a una dimensión más grande, de donde se deduce una invitación a la sobriedad, es decir a no dejarnos dominar por las cosas de este mundo, por las realidades materiales.

De ahí que Francisco haya reafirmado que en este tiempo de Adviento estamos llamados a ampliar el horizonte de nuestro corazón, a dejarnos sorprender por la vida que se presenta cada día con sus novedades pero aprendiendo a no depender de nuestras seguridades, de nuestros esquemas afianzados, porque el Señor viene en la hora en que no lo imaginamos para introducirnos en una dimensión más bella y más grande.

Antes de rezar a la Madre de Dios, el Sucesor de Pedro invitó a pedir a la Virgen del Adviento que nos ayude a no considerarnos dueños de nuestra vida, sino a estar preparados para dejarnos visitar por el Señor que viene.

Palabras completas del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy en la Iglesia comienza un nuevo año litúrgico, es decir un nuevo camino de fe del pueblo de Dios. Y como siempre, comenzamos con el Adviento. La página del Evangelio (Cfr. Mt 24, 37-44) nos introduce en uno de los temas más sugestivos del tiempo de Adviento: la visita del Señor a la humanidad.

La primera visita – sabemos – se produjo con la Encarnación, el nacimiento de Jesús en la gruta de Belén; la segunda acontece en el presente: el Señor nos visita continuamente, cada día, camina a nuestro lado y es una presencia de consolación; en fin, se producirá la tercera, la última visita, que profesamos cada vez que rezamos el Credo: “De nuevo vendrá en la gloria para juzgar a los vivos y a los muertos”.

El Señor nos habla hoy de esta última visita suya, la que se producirá al final de los tiempos, y nos dice dónde llegará nuestro camino.

La Palabra de Dios hace resaltar el contraste entre el desarrollo normal de las cosas, la rutinacotidiana, y la venida improvisa del Señor. Dice Jesús: “En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos” (vv. 38-39), así dice Jesús.

Nos sorprende siempre pensar en las horas que preceden una gran calamidad: todos están tranquilos, hacen las cosas habituales sin darse cuenta de que su vida está a punto de ser alterada. Ciertamente el Evangelio no quiere atemorizarnos, sino abrir nuestro horizonte a la dimensión ulterior, más grande, que por una parte relativiza las cosas de cada día, pero al mismo tiempo las hace preciosas, decisivas. La relación con el Dios-que-viene-a-visitarnos da a cada gesto, a cada cosa una luz diversa, un espesor, un valor simbólico.

De esta perspectiva proviene también una invitación a la sobriedad, a no ser dominados por las cosas de este mundo, por las realidades materiales, sino más bien a gobernarlas. Si, por el contrario, nos dejamos condicionar y arrollar por ellas, no podemos percibir que hay algo muy importante: nuestro encuentro final con el Señor. Y esto es lo importante. Eso, aquel encuentro. Y las cosas de cada día deben tener este horizonte, deben ser dirigidas hacia aquel horizonte. Este encuentro con el Señor que viene por nosotros. En aquel momento, como dice el Evangelio, “De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado” (v. 40). Es una invitación a la vigilancia, porque al no saber cuándo vendrá Él, es necesario estar siempre listos para partir.

En este tiempo de Adviento, estamos llamados a ampliar el horizonte de nuestro corazón, a dejarnos sorprender por la vida que se presenta cada día con sus novedades. Para hacer esto es necesario aprender a no depender de nuestras seguridades, de nuestros esquemas afianzados, porque el Señor viene en la hora en que no lo imaginamos. Viene para introducirnos en una dimensión más bella y más grande.

Que la Madre, Virgen del Adviento, nos ayude a no considerarnos propietarios de nuestra vida, a no hacer resistencia cuando el Señor viene para cambiarla, sino a estar preparados para dejarnos visitar por Él, huésped esperado y grato incluso si cambia nuestros planes.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Necrológica


Rvdo. Sr. D. Cándido García Tomás

Nació en Zardón (Cangas de Onís) el día 23 de marzo de 1946

Se crió en el seno de una familia muy religiosa, prueba de ello es que su hermano mayor, Abelardo, también fue llamado al sacerdocio, el cuál falleció hace cinco años en Gijón dónde era párroco.

Tras pasar por el seminario de Covadonga concluyó sus estudios de teología en Oviedo recibiendo la ordenación sacerdotal el día 31 de mayo de 1972 de manos de Monseñor Gabino Díaz Merchán.

Había ejercido el diaconado en la Parroquia de Nuestra Señora de las Nieves de Blimea (1971-1972)

Toda su vida ministerial estuvo ligada al concejo de Tineo dónde desempeñó las siguientes encomiendas pastorales:

Ecónomo de la Pereda y su filial de Pedregal (1972-1989)

Encargado de Brañalonga (1972- 1989)

Arcipreste de Tineo (1975-1987)

Encargado de Calleras y San José de Fastias (1983-1985)

Administrador de Santo Tomás de la Pereda  y  San Salvador de Brañalonga (1985-1989)

Administrador parroquial de Santos Justo y Pastor del Pedregal (1985- 1994)

Párroco de San Pedro Apóstol de Tineo (Desde 1989  hasta la actualidad)

Administrador parroquial de San José de Fastias y el Sagrado Corazón del Rodical (1989-2013)

Administrador parroquial de Santo Tomás de la Pereda (1989- 2003)

Administrador parroquial de Santos Justo y Pastor del Pedregal, San Salvador de Brañalonga y Santa Eulalia del Crucero ( 2002 -2003)

Administrador parroquial de San Esteban de Villatresmil (2002-2013)

Administrador parroquial de San Esteban de Relamiego, San Facundo de Mirallo, San Felix de Mirallo, San Julián de Santullano de Ponte, San Martín de Semproniana y San Esteban de Sobrado (2003- 2004)

Administrador parroquial de San Salvador de Brañalonga, Santo Tomás de Pereda, Santa Eulalia del Crucero y Santos Justo y Pastor del Pedregal (2004- 2010)

Administrador parroquial de San Antolín de Obona (2008-2013)

Párroco Moderador “in solidum” de San Salvador de Brañalonga, Santa Eulalia del Crucero, Santos Justo y Pastor del Pedregal, Sagrado Corazón del Rodical, San José de Fastias, San Antolín de Obona, Santo Tomás de Pereda, San Esteban de Villatresmil, Santa María de Soto de la Barca, Santa María de Genestaza, San Pedro de Merillés, San Mamés de Nieres, San Juan de Santianes, San Lázaro de Silva, Santa María de Tuña, San Julián de Santullano de Ponte, San José del Pozón, San Esteban de Relamiego, San Juan de Sangoñedo, San Martín de Semproniana, San Esteban de Sobrado (Desde 2013 hasta la actualidad)

Pároco in solidum de San Facundo de Mirallo (septiembre 2013- septiembre 2016)

Arcipreste del Acebo (2010 - 2016)

Así mismo fue tanto miembro electo como  de la Permanente del Consejo Presbiteral y miembro nato del Consejo Pastoral diocesano desde el 2011.

Fallecio en la mañana del día de hoy en el Hospital Universitario Central de Asturias. El funeral por su eterno descanso se celebrará en la Iglesia Parroquial de San Pedro de Tineo mañana lunes día 28 a las doce del mediodía y a continuación su cadáver será conducido a su Parroquia y pueblo natal de Zardón (Cangas de Onís) dónde se oficiará otro funeral a las 17´00h tras el que recibirá cristiana sepultura en el panteón familiar.

D.E.P.

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos (1 Pe 1:3)

sábado, 26 de noviembre de 2016

Domingo I de Adviento - Ciclo A

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Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 24, 37-44

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. En los días del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo,, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre:

Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejarla abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»

Palabra del Señor

Reflexión Dominical. Por D. Andrés Pérez Díaz, Párroco de Tapia de Casariego

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Comenzamos hoy el año litúrgico en la Iglesia Católica. Es el año A y leeremos los domingos, sobre todo, el evangelio de S. Mateo. El año litúrgico lo comenzamos con el tiempo de Adviento en el que preparamos la venida de Jesucristo. No tiene el Adviento simplemente el objetivo de celebrar y recordar que Jesús ha venido hace más de 2000 años, sino para preparar la definitiva llegada de Jesús, Mesías y Salvador.

- Hace un tiempo estaba viendo la televisión, concretamente una cadena asturiana, y vi una entrevista que hacían a un sacerdote. Este sacerdote estaba realizando una labor muy buena en sus parroquias: asistía a la gente ante sus muchas necesidades materiales, morales, familiares…. Me quedé viendo la entrevista hasta el final. En dicha entrevista se recogió la llamada de una feligresa suya, la cual alababa mucho a su párroco, pero lo hizo de un modo que me dejó un regusto amargo y de tristeza, ya que decía que los curas como él sí que ayudaban a creer y otros no, que hoy costaba mucho trabajo creer y que la fe recibía muchas heridas. Esta forma de pensar y de expresarse es normal en nuestra Asturias entre gente creyente, practicante o no practicante, entre gente agnóstica o atea. Y yo pienso: ¡Ay de mí, si para creer, tengo que esperar solamente de las obras buenas de los que me rodean! Una persona que crea exclusivamente por el testimonio de los otros (esto ayuda mucho, sobre todo al principio de nuestro caminar en la fe), esa persona tiene una fe infantil. La fe adulta es aquella que cree en Dios y en la Iglesia (a distinto nivel, por supuesto), espera en Dios y en la Iglesia, ama a Dios y a la Iglesia, no por lo que digan los demás, sino por lo que ellos mismos han visto y oído del mismo Señor. Recordad sino lo que decían los vecinos de la Samaritana: “Ya no creemos en él por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos le hemos oído y estamos convencidos de que Él es verdaderamente el Salvador del mundo” (Jn 4, 42). 

Cuento esto muchas veces: hace unos años estaba en el despacho del obispado y llamó un señor preguntando por la oficina para apostatar de la Iglesia Católica (quería borrarse de ella). Yo le di el número directo y me dijo el señor. ‘Pero Vd., ¿no me dice nada?’ Y entonces le pregunté por qué quería borrarse de la Iglesia Católica y me contestó que en algunas ocasiones escuchaba la COPE (entonces estaba en esta radio de la Iglesia Federico Jiménez Losantos), Me dijo que no sabía cómo los obispos podían tener en una radio de la Iglesia a una persona que destilaba un odio y un veneno tan grande. Me dijo que, como los obispos y la Iglesia tenían a ese señor en la COPE, que él se quería borrar. Yo le dije que estaba de acuerdo con él en su apreciación sobre este locutor, que algunas veces ponía de penitencia a algunas personas estar una semana sin escucharlo (porque se llenaban de ira contra todo y contra todos), pero que a mí la fe en Dios y ese amor a la Iglesia me los había dado Dios y que esa fe y ese amor no me los iba a quitar ni Federico Jiménez Losantos, ni ‘Federica Jimena Lasantas’, que no me la iba a quitar ni el Papa Juan Pablo II, ni ‘la Papa Juana Pabla segunda’. Si Dios me había dado fe, yo no iba a permitir que me la quitaran los hombres. El señor me dijo entonces que él no había pensado las cosas así y que muchas gracias por mis palabras. ¿Qué hizo después? No lo sé. No supe más de él. Eso lo sabe Dios.

Si no tenemos un encuentro personal con Dios, no podemos creer con fe adulta y cualquier problema o circunstancia adversa o favorable hará que nuestra fe se tambalee. Ya lo dice el libro de los Proverbios: “No me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan; no sea que me sacie y reniegue de ti, diciendo: '¿Quién es el Señor?'; no sea que, necesitando, robe y blasfeme el nombre de mi Dios” (Prov. 30, 8-9).

- El término Adviento viene del latín ‘adventus’, que significa venida, llegada. Jesús puede llegar de tres modos: 

1) Como vino hace más de 2000 años, es decir, se encarnó en la Virgen María y se hizo hombre como nosotros. 
2) Puede venir a nuestro corazón y a nuestro espíritu y nos comunica su amor a Dios, su fe, la alegría de la salvación, el perdón… 
3) La última venida, bien sea de modo personal, con nuestra muerte, bien sea con el fin del mundo.

El sentido del Adviento es avivar en los creyentes la espera del Señor. Sí, los creyentes tenemos que desear que Jesús venga a nosotros, bien del segundo modo, bien del tercero y definitivo. De hecho, casi las últimas palabras de la Biblia dicen esto: “Amén. ¡Ven, Señor Jesús!” Así, lo decían todos los cristianos. Y a lo largo de la Misa lo decimos varias veces: 
1) Tras la consagración: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”; 2) en el Padre nuestro decimos: "Venga a nosotros tu reino”; 
3) Después del Padre nuestro decimos: “mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo”.

¿Cómo podemos hacer que Jesús venga a nosotros, como lo pedimos en este tiempo de Adviento? 

¿Cómo podremos prepararnos para ese encuentro y adquirir sensibilidad para reconocer el paso de Dios a nuestro lado? Nos lo dice la segunda lectura que hemos escuchado. Hemos de practicar el ascetismo, o sea, quitar de nosotros todo aquello que nos embota la mente y el espíritu, todo lo que no es Dios, que no hace más que ocupar espacio: “Dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz […] Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo y que el cuidado de vuestro cuerpo no fomente los malos deseos”. Pongamos ejemplos concreto para traducir a fecha de hoy lo que dice San Pablo en la carta a los romanos: no comer dulces navideños hasta el 24 de diciembre; no comprar lotería por si acaso tenemos la mala suerte de que nos toque, aunque sea la pedrea; no murmurar y perdonar en nuestro corazón; y sobre todo “vestíos de Jesús”, es decir y entre otras cosas, oremos más tiempo y con más calidad al Padre, y crecer en misericordia hacia los que nos rodean. Y todo esto, ¿por qué? Por lo que nos dice el evangelio: “Por eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre”. Y ese día se cumplirá la poesía de Thierry Maertens:

“Venga el día, Señor,
en que nuestra miseria
encuentre misericordia.
Venga el día, Señor,
en que nuestra pobreza
encuentre tu riqueza.
Venga el día, Señor,
en que nuestra senda
encuentre el camino de tu casa.
Venga el día, Señor,
en que nuestras lágrimas
encuentren tu sonrisa.
Bendito seas, Padre,
por aquel día
en que nuestros ojos verán tu rostro”.

Orar con el Salmo del Día

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Sal 83

R/. He aquí la morada de Dios entre los hombres.

V/. Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R/.

V/. Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo,
Rey mío y Dios mío. R/.

V/. Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichoso el que encuentra en ti su fuerza.
Caminan de baluarte en baluarte. R/.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Carta semanal del Sr. Arzobispo


Llega un tiempo de esperar con esperanza

Llega ese tiempo con el que da comienzo el año cristiano con un nuevo adviento, pero podría entenderse mal como si tras un paréntesis volviesen a emitir la misma cantinela: idénticos personajes, iguales guiones, la banda sonora de siempre... Como si nada hubiera nuevo bajo el sol. Si el adviento cristiano fuese ese tiempo que sencillamente “toca celebrar otra vez” con una rutina cíclica, como un requisito para llegar al turrón, a la zambomba y a la lotería, creo que casi no se habría entendido nada. Pero más bien ha llegado el momento de recomenzar, sin ademán rutinario y cansino. Así hacemos cada año al inicio de nuestro año cristiano con estas semanas que nos adentran y preparan como tiempo fuerte para ese otro tiempo de gracia que es la Navidad. Pero tal adentramiento debe tener que ver con nuestra vida real, que haya una correspondencia entre lo que esperamos de veras y lo que se nos está prometiendo. Las palabras que envuelven este comienzo son la espera y la vigilancia. Y se nos invita con un imperativo que trata de despertar en nosotros el deseo que termine con la inercia mediocre de un caminar escéptico. Vigilad y esperad, porque comienza algo nuevo. Una espera que nos asoma al acontecimiento que –lo sepamos o no– aguardamos que suceda, y una vigilancia que nos despierta para no estar dormidos cuando le veamos pasar.

La vida entera nos reclama un cumplimiento que nuestras manos son incapaces de amasar lo que somos capaces de soñar.Esperamos que suceda algo, que acontezca alguien, que ponga plenitud en el corazón que ha sido creado para un infinito que no sabemos ni colmar ni calmar. Y así andaban... aquellos buenos hombres hace ahora 2000 años. Sus ojos, cansados de mirar vaciedades; y sus oidos hartos de escuchar verdades de cartónpiedra; y sus corazones, ahítos de seguir y perseguir una felicidad tan fugitiva como mentirosa, representaban sobradamente la experiencia de cada día, como para esperar a Alguien que de verdad fuese la respuesta adecuada a sus búsquedas y anhelos. Era el primer adviento,

la sala de espera de Alguien que realmente mereciera la pena y les soltase a la cautiva posibilidad de ser felices. No obstante fueron muy pocos los que tuvieron la libertad y el coraje de no maquillar más su vida y atreverse a aceptar su indigencia honda, que las baratijas de saldo, los encantadores de conciencia, los comecocos impertinentes, los panes y los circos... eran incapaces de responder y dar solución debida. ¿Cabe en nosotros esperar a Alguien que en el fondo esperan nuestros ojos, oidos y corazón... o tal vez ya estamos entretenidos suficientemente como para arriesgarnos a reconocer que hay demasiados frentes abiertos en nosotros y entre nosotros que, precisamente, están relcamando la llegada del Esperado? El adviento que comenzamos es una pedagogía de cuatro semanas que nos acompañará hasta la Navidad. Vigilad, estad despiertos, la espera que os embarga no es una quimera pasada y cansada sino la verdadera razón que cada mañana pone en pie nuestra vida para reconocer a Aquel que cada instante no deja de pasar. Pongamos nuestras preguntas al sol, porque va a venir Aquel que únicamente las ha tomado en serio y el único que las puede responder: Jesucristo. Por eso no repetimos cansinos viejos ritos que no nos dicen nada ya, sino la novedad eterna que nos regala este tiempo de esperanza y espera. Somos ese polvo enamorado, que decía el poeta, capaz de esperar, portador del grito de la esperanza cristiana que no engaña nunca y que jamás defrauda.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

Beatificación del Venerable Padre Luis Antonio Ormières

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Las Hermanas del Ángel de la Guarda de Lugones, queremos compartir con todos vosotros la alegría que supone para la Congregación la pronta y deseada Beatificación de nuestro querido Padre Fundador Luis Antonio Ormières que tendrá lugar, Dios mediante, el día 22 de Abril de 2017 en la Iglesia Catedral de Oviedo.

Este acontecimiento es para todas las Hermanas una ocasión propicia que nos permite profundizar y dar a conocer el legado espiritual que él nos dejó y que, a lo largo de los años, nos esmeramos en practicar, mediante los distintos trabajos y tareas que realizamos en diversos lugares del mundo: Francia, cuna de la Congregación y del Padre Ormières, España, Alemania, Roma, Venezuela, Colombia, Ecuador, México, Nicaragua, El Salvador, California, África, Japón y Vietnam.

Con este motivo se ha abierto el 2 de Octubre de 2016, fiesta de los Ángeles Custodios, el AÑO CONGREGACIONAL LUIS ORMIÈRES

En palabras de la Superiora General de la Congregación:

Abrimos este año celebrativo porque la Beatificación es un acontecimiento de Iglesia y para la Iglesia, y un motivo de alabanza y acción de gracias

Porque el Señor ha suscitado en su Iglesia a este hombre de evangelio apasionado por hacer discípulos de Cristo

Porque hoy el Padre Ormières es ejemplo de santidad desde la pequeñez y la humildad, desde una cotidianidad vivida con alegría, fe y confianza, entre los pequeños de su tiempo

Porque la Beatificación es una llamada a la fidelidad del Carisma, a testimoniar con gozo nuestra identidad y compartirla con otros en nuestra misión apostólica

Queremos que este año celebrativo ayude a las Hermanas a vivir nuestro seguimiento de Jesús con más hondura y fidelidad, siendo Ángeles humanizadores de la Historia, poniendo el propio Don al servicio de los demás, con alegría, desde los lugares en los que vivimos, siendo signos proféticos de sencillez, ternura y misericordia

“Todo su secreto, el del Padre Ormières, consistía en ir a Dios por la sencillez y la rectitud de corazón; no tenía más preocupación que la de trabajar en la obra del Señor y agradarle”

Que vivamos este acontecimiento de gracia con profundidad, abiertos a lo que el Señor, por medio del Padre Ormières, nos vaya descubriendo para nuestro camino de vida y misión

Comunidad del Santo Ángel de Lugones

Cuatro detalles que tal vez no conocías de la Corona de Adviento

5 detalles que tal vez no conocías de la Corona de Adviento

(ACI).- La Iglesia se prepara a iniciar el tiempo de Adviento este domingo 27 de noviembre y como es tradición los fieles se reunirán para rezar y encender la primera vela.

Aquí 5 cosas que todo cristiano debe saber de la famosa Corona de Adviento

1. Es ejemplo de la cristianización de la cultura

La Corona de Adviento tiene su origen en una tradición pagana europea que consistía en prender velas durante el invierno para representar el fuego del dios sol y pedirle que regresara con su luz y calor.

Los primeros misioneros aprovecharon esta tradición para evangelizar a las personas y les enseñaron que debían aprovechar esta Corona de Adviento como medio para esperar a Cristo, celebrar su natividad y rogarle que infunda su luz en sus almas.

2. Su forma circular es signo del amor de Dios


El círculo es una figura geométrica que no tiene ni principio ni fin. La Corona de Adviento recuerda que Dios tampoco tiene principio ni fin, por lo que refleja su unidad y eternidad. Es señal del amor que se debe tener hacia el Señor y al prójimo, que debe renovarse constantemente y nunca detenerse.

3. Las ramas verdes representan al Cristo vivo

Verde es el color de la esperanza y la vida. Las ramas representan que Cristo está vivo entre nosotros, y el color verde recuerda la vida de gracia, el crecimiento espiritual y la esperanza que debemos cultivar durante el Adviento. El anhelo más importante debe ser el llegar a una unión más estrecha con Dios, nuestro Padre, así como el árbol y sus ramas.

4. Las cuatros velas representan cada domingo de Adviento

Las velas permiten reflexionar en la obscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Después de la primera caída del hombre, Dios fue dando poco a poco una esperanza de salvación que iluminó todo el universo, como las velas de la Corona.

En este sentido, así como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos, los siglos se fueron iluminando cada vez más con la cercana llegada de Cristo al mundo.

Las cuatro velas que se colocan en la Corona de Adviento se van prendiendo semana a semana, en los cuatro domingos de adviento, y con una oración especial.

La parroquia de Lugones inicia una campaña de recaudación de fondos para la adquisición de vestuario para su nueva imagen


Lugones (Siero), Lucas Blanco

Sumar esfuerzos para que la protagonista de los actos centrales de la Semana Santa de Lugones luzca de estreno. Eso es lo que se han propuesto los feligreses de San Felix de Lugones con la puesta en marcha de una campaña de recaudación de fondos para financiar un atuendo nuevo para la recientemente estrenada imagen de la Virgen de la Soledad.

Después de su éxitosa puesta de largo el pasado 22 de octubre, la Parroquia pide ayudas voluntarias para sufragar el coste de unas prendas que vendrían a sustituir a las que luce actualmente la imagen, prestadas para su puesta de largo por la Hermandad de estudiantes de Oviedo, que suele colaborar habitualmente con los principales eventos de la Parroquia.

De momento se ha establecido un cajón con una ranura, que a la vez sirve de sustento `para la imagen, para recoger todas las donaciones que los feligreses y otros visitantes a las intalaciones religiosas crean conveniente ofreer.''Cuanto primero reunamos fondos, primero podremos tener una vestimenta propia´´, explica Rosi Menéndez, voluntaria e integrante de la Cofradía del Cristo de la Piedad y la Virgen de la Soledad.

El hecho de pedir la colaboración a los fieles está más que justificada, pues cabe destacar que la reciente adquisición de la Virgen supuso un desembolso para la Parroquia de 6.500 euros. Un dinero que se considera bien invertido, pues permite disponer de una imagen propia para las pujantes procesiones de Semana Santa locales y evita tener que recurrir a prestamos como se venía haciendo hasta ahora. De este modo, la Iglesia cuenta además con una nueva imagen que venerar. Una imagen espectacular de 1,6 metros de altura que es obra del prestigioso imaginero de Jaén Jose Miguel Tirao, y que desde su puesta de largo es objeto de ontinuos elogios por quienes la descubren.

El heccho de que la imagen sea de candelero, es decir, que esté compuesta sólo por las manos y la cabeza y carezca de cuerpo, obliga a que su exhibición tenga que disponer de un nuevo atuendo acorde, cuyo coste ascendería a varios miles de euros que las arcas de la parroquia no están en disposiciones de asumir actualmente.

Apuesta

De todos modos, se espera que, al igual que en campañas anteriores, la participación de la gente sea masiva y pronto se pueda anunciar la adquisición de unas prendas que, sin dudan, harán mucho más vistosa una procesión que el año pasado contó con cientos de participantes a pesar del mal tiempo y que espera seguir creciendo en cuanto a participación en los próximos años. 

Una apuesta más de una Parroquia que en los últimos años está centrando sus esfuerzos en mojorar el estado de las instalaciones y su mobiliario. Sin ir más lejos recientemente se adquirió un nuevo órgano para Viella, y entre los proyectos que se barajan para el  futuro está la sustitución de los viejos bancos del templo, para lo cuál se precisaría de un importante desembolso.

La Presentación de la Santísima Virgen María

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(Arciprensa)

Hoy, celebramos junto con toda la Iglesia, la Presentación en el Templo de la niña Santa María.

Es en una antigua y piadosa tradición que encontramos los orígenes de esta fiesta mariana que surge en el escrito apócrifo llamado "Protoevangelio de Santiago". Este relato cuenta que cuando la Virgen María era muy niña sus padres San Joaquín y Santa Ana la llevaron al templo de Jerusalén y allá la dejaron por un tiempo, junto con otro grupo de niñas, para ser instruida muy cuidadosamente respecto a la religión y a todos los deberes para con Dios.

Históricamente, el inicio de esta celebración fue la dedicación de la Iglesia de Santa María la Nueva en Jerusalén en el año 543. Estas fiestas se vienen conmemorando en Oriente desde el siglo VI, inclusive el emperador Miguel Comeno cuenta sobre esto en una Constitución de 1166.

Más adelante, en 1372, el canciller en la corte del Rey de Chipre, habiendo sido enviado a Aviñón, en calidad de embajador ante el Papa Gregorio XI, le contó la magnificencia con que en Grecia celebraban esta fiesta el 21 de noviembre. El Papa entonces la introdujo en Aviñón, y Sixto V la impuso a toda la Iglesia.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Carta Apostólica Misericordia et misera

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FRANCISCO

a cuantos leerán esta Carta Apostólica
misericordia y paz

Misericordia et misera son las dos palabras que san Agustín usa para comentar el encuentro entre Jesús y la adúltera (cf. Jn 8,1-11). No podía encontrar una expresión más bella y coherente que esta para hacer comprender el misterio del amor de Dios cuando viene al encuentro del pecador: «Quedaron sólo ellos dos: la miserable y la misericordia»(1). Cuánta piedad y justicia divina hay en este episodio. Su enseñanza viene a iluminar la conclusión del Jubileo Extraordinario de la Misericordia e indica, además, el camino que estamos llamados a seguir en el futuro.

1. Esta página del Evangelio puede ser asumida, con todo derecho, como imagen de lo que hemos celebrado en el Año Santo, un tiempo rico de misericordia, que pide ser siempre celebrada y vivida en nuestras comunidades. En efecto, la misericordia no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia, sino que constituye su misma existencia, que manifiesta y hace tangible la verdad profunda del Evangelio. Todo se revela en la misericordia; todo se resuelve en el amor misericordioso del Padre.

Una mujer y Jesús se encuentran. Ella, adúltera y, según la Ley, juzgada merecedora de la lapidación; él, que con su predicación y el don total de sí mismo, que lo llevará hasta la cruz, ha devuelto la ley mosaica a su genuino propósito originario. En el centro no aparece la ley y la justicia legal, sino el amor de Dios que sabe leer el corazón de cada persona, para comprender su deseo más recóndito, y que debe tener el primado sobre todo. En este relato evangélico, sin embargo, no se encuentran el pecado y el juicio en abstracto, sino una pecadora y el Salvador. Jesús ha mirado a los ojos a aquella mujer y ha leído su corazón: allí ha reconocido el deseo de ser comprendida, perdonada y liberada. La miseria del pecado ha sido revestida por la misericordia del amor. Por parte de Jesús, ningún juicio que no esté marcado por la piedad y la compasión hacia la condición de la pecadora. A quien quería juzgarla y condenarla a muerte, Jesús responde con un silencio prolongado, que ayuda a que la voz de Dios resuene en las conciencias, tanto de la mujer como de sus acusadores. Estos dejan caer las piedras de sus manos y se van uno a uno (cf. Jn8,9). Y después de ese silencio, Jesús dice: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Ninguno te ha condenado? […] Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más» (vv. 10-11). De este modo la ayuda a mirar el futuro con esperanza y a estar lista para encaminar nuevamente su vida; de ahora en adelante, si lo querrá, podrá «caminar en la caridad» (cf. Ef 5,2). Una vez que hemos sido revestidos de misericordia, aunque permanezca la condición de debilidad por el pecado, esta debilidad es superada por el amor que permite mirar más allá y vivir de otra manera.

2. Jesús lo había enseñado con claridad en otro momento cuando, invitado a comer por un fariseo, se le había acercado una mujer conocida por todos como pecadora (cf. Lc 7,36-50). Ella había ungido con perfume los pies de Jesús, los había bañado con sus lágrimas y secado con sus cabellos (cf. vv. 37-38). A la reacción escandalizada del fariseo, Jesús responde: «Sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco» (v. 47).

El perdón es el signo más visible del amor del Padre, que Jesús ha querido revelar a lo largo de toda su vida. No existe página del Evangelio que pueda ser sustraída a este imperativo del amor que llega hasta el perdón. Incluso en el último momento de su vida terrena, mientras estaba siendo crucificado, Jesús tiene palabras de perdón: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).

Nada de cuanto un pecador arrepentido coloca delante de la misericordia de Dios queda sin el abrazo de su perdón. Por este motivo, ninguno de nosotros puede poner condiciones a la misericordia; ella será siempre un acto de gratuidad del Padre celeste, un amor incondicionado e inmerecido. No podemos correr el riesgo de oponernos a la plena libertad del amor con el cual Dios entra en la vida de cada persona.

La misericordia es esta acción concreta del amor que, perdonando, transforma y cambia la vida. Así se manifiesta su misterio divino. Dios es misericordioso (cf. Ex 34,6), su misericordia dura por siempre (cf. Sal 136), de generación en generación abraza a cada persona que se confía a él y la transforma, dándole su misma vida.

3. Cuánta alegría ha brotado en el corazón de estas dos mujeres, la adúltera y la pecadora. El perdón ha hecho que se sintieran al fin más libres y felices que nunca. Las lágrimas de vergüenza y de dolor se han transformado en la sonrisa de quien se sabe amado. La misericordia suscita alegría porque el corazón se abre a la esperanza de una vida nueva. La alegría del perdón es difícil de expresar, pero se trasparenta en nosotros cada vez que la experimentamos. En su origen está el amor con el cual Dios viene a nuestro encuentro, rompiendo el círculo del egoísmo que nos envuelve, para hacernos también a nosotros instrumentos de misericordia.

Qué significativas son, también para nosotros, las antiguas palabras que guiaban a los primeros cristianos: «Revístete de alegría, que encuentra siempre gracia delante de Dios y siempre le es agradable, y complácete en ella. Porque todo hombre alegre obra el bien, piensa el bien y desprecia la tristeza [...] Vivirán en Dios cuantos alejen de sí la tristeza y se revistan de toda alegría»(2). Experimentar la misericordia produce alegría. No permitamos que las aflicciones y preocupaciones nos la quiten; que permanezca bien arraigada en nuestro corazón y nos ayude a mirar siempre con serenidad la vida cotidiana.

En una cultura frecuentemente dominada por la técnica, se multiplican las formas de tristeza y soledad en las que caen las personas, entre ellas muchos jóvenes. En efecto, el futuro parece estar en manos de la incertidumbre que impide tener estabilidad. De ahí surgen a menudo sentimientos de melancolía, tristeza y aburrimiento que lentamente pueden conducir a la desesperación. Se necesitan testigos de la esperanza y de la verdadera alegría para deshacer las quimeras que prometen una felicidad fácil con paraísos artificiales. El vacío profundo de muchos puede ser colmado por la esperanza que llevamos en el corazón y por la alegría que brota de ella. Hay mucha necesidad de reconocer la alegría que se revela en el corazón que ha sido tocado por la misericordia. Hagamos nuestras, por tanto, las palabras del Apóstol: «Estad siempre alegres en el Señor» (Flp 4,4; cf. 1 Ts 5,16).

4. Hemos celebrado un Año intenso, en el que la gracia de la misericordia se nos ha dado en abundancia. Como un viento impetuoso y saludable, la bondad y la misericordia se han esparcido por el mundo entero. Y delante de esta mirada amorosa de Dios, que de manera tan prolongada se ha posado sobre cada uno de nosotros, no podemos permanecer indiferentes, porque ella cambia la vida.

Sentimos la necesidad, ante todo, de dar gracias al Señor y decirle: «Has sido bueno, Señor, con tu tierra […]. Has perdonado la culpa de tu pueblo» (Sal 85,2-3). Así es: Dios ha destruido nuestras culpas y ha arrojado nuestros pecados a lo hondo del mar (cf.Mi 7,19); no los recuerda más, se los ha echado a la espalda (cf. Is 38,17); como dista el oriente del ocaso, así aparta de nosotros nuestros pecados (cf. Sal 103,12).

En este Año Santo la Iglesia ha sabido ponerse a la escucha y ha experimentado con gran intensidad la presencia y cercanía del Padre, que mediante la obra del Espíritu Santo le ha hecho más evidente el don y el mandato de Jesús sobre el perdón. Ha sido realmente una nueva visita del Señor en medio de nosotros. Hemos percibido cómo su soplo vital se difundía por la Iglesia y, una vez más, sus palabras han indicado la misión: «Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,22-23).

5. Ahora, concluido este Jubileo, es tiempo de mirar hacia adelante y de comprender cómo seguir viviendo con fidelidad, alegría y entusiasmo, la riqueza de la misericordia divina. Nuestras comunidades continuarán con vitalidad y dinamismo la obra de la nueva evangelización en la medida en que la «conversión pastoral», que estamos llamados a vivir (3), se plasme cada día, gracias a la fuerza renovadora de la misericordia. No limitemos su acción; no hagamos entristecer al Espíritu, que siempre indica nuevos senderos para recorrer y llevar a todos el Evangelio que salva.

En primer lugar estamos llamados a celebrar la misericordia. Cuánta riqueza contiene la oración de la Iglesia cuando invoca a Dios como Padre misericordioso. En la liturgia, la misericordia no sólo se evoca con frecuencia, sino que se recibe y se vive. Desde el inicio hasta el final de la celebración eucarística, la misericordia aparece varias veces en el diálogo entre la asamblea orante y el corazón del Padre, que se alegra cada vez que puede derramar su amor misericordioso. Después de la súplica de perdón inicial, con la invocación «Señor, ten piedad», somos inmediatamente confortados: «Dios omnipotente tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna». Con esta confianza la comunidad se reúne en la presencia del Señor, especialmente en el día santo de la resurrección. Muchas oraciones «colectas» se refieren al gran don de la misericordia. En el periodo de Cuaresma, por ejemplo, oramos diciendo: «Señor, Padre de misericordia y origen de todo bien, qué aceptas el ayuno, la oración y la limosna como remedio de nuestros pecados; mira con amor a tu pueblo penitente y restaura con tu misericordia a los que estamos hundidos bajo el peso de las culpas»(4). Después nos sumergimos en la gran plegaria eucarística con el prefacio que proclama: «Porque tu amor al mundo fue tan misericordioso que no sólo nos enviaste como redentor a tu propio Hijo, sino que en todo lo quisiste semejante al hombre, menos en el pecado»(5). Además, la plegaria eucarística cuarta es un himno a la misericordia de Dios: «Compadecido, tendiste la mano a todos, para que te encuentre el que te busca». «Ten misericordia de todos nosotros»(6), es la súplica apremiante que realiza el sacerdote, para implorar la participación en la vida eterna. Después del Padrenuestro, el sacerdote prolonga la plegaria invocando la paz y la liberación del pecado gracias a la «ayuda de su misericordia». Y antes del signo de la paz, que se da como expresión de fraternidad y de amor recíproco a la luz del perdón recibido, él ora de nuevo diciendo: «No tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia»(7). Mediante estas palabras, pedimos con humilde confianza el don de la unidad y de la paz para la santa Madre Iglesia. La celebración de la misericordia divina culmina en el Sacrificio eucarístico, memorial del misterio pascual de Cristo, del que brota la salvación para cada ser humano, para la historia y para el mundo entero. En resumen, cada momento de la celebración eucarística está referido a la misericordia de Dios.

En toda la vida sacramental la misericordia se nos da en abundancia. Es muy relevante el hecho de que la Iglesia haya querido mencionar explícitamente la misericordia en la fórmula de los dos sacramentos llamados «de sanación», es decir, la Reconciliacióny la Unción de los enfermos. La fórmula de la absolución dice: «Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz»(8); y la de la Unción reza así: «Por esta santa Unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo»(9). Así, en la oración de la Iglesia la referencia a la misericordia, lejos de ser solamente parenética, es altamente performativa, es decir que, mientras la invocamos con fe, nos viene concedida; mientras la confesamos viva y real, nos transforma verdaderamente. Este es un aspecto fundamental de nuestra fe, que debemos conservar en toda su originalidad: antes que el pecado, tenemos la revelación del amor con el que Dios ha creado el mundo y los seres humanos. El amor es el primer acto con el que Dios se da a conocer y viene a nuestro encuentro. Por tanto, abramos el corazón a la confianza de ser amados por Dios. Su amor nos precede siempre, nos acompaña y permanece junto a nosotros a pesar de nuestro pecado.

6. En este contexto, la escucha de la Palabra de Dios asume también un significado particular. Cada domingo, la Palabra de Dios es proclamada en la comunidad cristiana para que el día del Señor se ilumine con la luz que proviene del misterio pascual(10). En la celebración eucarística asistimos a un verdadero diálogo entre Dios y su pueblo. En la proclamación de las lecturas bíblicas, se recorre la historia de nuestra salvación como una incesante obra de misericordia que se nos anuncia. Dios sigue hablando hoy con nosotros como sus amigos, se «entretiene» con nosotros(11), para ofrecernos su compañía y mostrarnos el sendero de la vida. Su Palabra se hace intérprete de nuestras peticiones y preocupaciones, y es también respuesta fecunda para que podamos experimentar concretamente su cercanía. Qué importante es la homilía, en la que «la verdad va de la mano de la belleza y del bien»(12), para que el corazón de los creyentes vibre ante la grandeza de la misericordia. Recomiendo mucho la preparación de la homilía y el cuidado de la predicación. Ella será tanto más fructuosa, cuanto más haya experimentado el sacerdote en sí mismo la bondad misericordiosa del Señor. Comunicar la certeza de que Dios nos ama no es un ejercicio retórico, sino condición de credibilidad del propio sacerdocio. Vivir la misericordia es el camino seguro para que ella llegue a ser verdadero anuncio de consolación y de conversión en la vida pastoral. La homilía, como también la catequesis, ha de estar siempre sostenida por este corazón palpitante de la vida cristiana.

7. La Biblia es la gran historia que narra las maravillas de la misericordia de Dios. Cada una de sus páginas está impregnada del amor del Padre que desde la creación ha querido imprimir en el universo los signos de su amor. El Espíritu Santo, a través de las palabras de los profetas y de los escritos sapienciales, ha modelado la historia de Israel con el reconocimiento de la ternura y de la cercanía de Dios, a pesar de la infidelidad del pueblo. La vida de Jesús y su predicación marcan de manera decisiva la historia de la comunidad cristiana, que entiende la propia misión como respuesta al mandato de Cristo de ser instrumento permanente de su misericordia y de su perdón (cf. Jn 20,23). Por medio de la Sagrada Escritura, que se mantiene viva gracias a la fe de la Iglesia, el Señor continúa hablando a su Esposa y le indica los caminos a seguir, para que el Evangelio de la salvación llegue a todos. Deseo vivamente que la Palabra de Dios se celebre, se conozca y se difunda cada vez más, para que nos ayude a comprender mejor el misterio del amor que brota de esta fuente de misericordia. Lo recuerda claramente el Apóstol: «Toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia» (2 Tm 3,16).

Sería oportuno que cada comunidad, en un domingo del Año litúrgico, renovase su compromiso en favor de la difusión, conocimiento y profundización de la Sagrada Escritura: un domingo dedicado enteramente a la Palabra de Dios para comprender la inagotable riqueza que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo. Habría que enriquecer ese momento con iniciativas creativas, que animen a los creyentes a ser instrumentos vivos de la transmisión de la Palabra. Ciertamente, entre esas iniciativas tendrá que estar la difusión más amplia de la lectio divina, para que, a través de la lectura orante del texto sagrado, la vida espiritual se fortalezca y crezca. La lectio divina sobre los temas de la misericordia permitirá comprobar cuánta riqueza hay en el texto sagrado, que leído a la luz de la entera tradición espiritual de la Iglesia, desembocará necesariamente en gestos y obras concretas de caridad(13).

8. La celebración de la misericordia tiene lugar de modo especial en el Sacramento de la Reconciliación. Es el momento en el que sentimos el abrazo del Padre que sale a nuestro encuentro para restituirnos de nuevo la gracia de ser sus hijos. Somos pecadores y cargamos con el peso de la contradicción entre lo que queremos hacer y lo que, en cambio, hacemos (cf. Rm 7,14-21); la gracia, sin embargo, nos precede siempre y adopta el rostro de la misericordia que se realiza eficazmente con la reconciliación y el perdón. Dios hace que comprendamos su inmenso amor justamente ante nuestra condición de pecadores. La gracia es más fuerte y supera cualquier posible resistencia, porque el amor todo lo puede (cf. 1 Co 13,7).

En el Sacramento del Perdón, Dios muestra la vía de la conversión hacia él, y nos invita a experimentar de nuevo su cercanía. Es un perdón que se obtiene, ante todo, empezando por vivir la caridad. Lo recuerda también el apóstol Pedro cuando escribe que «el amor cubre la multitud de los pecados» (1 Pe 4,8). Sólo Dios perdona los pecados, pero quiere que también nosotros estemos dispuestos a perdonar a los demás, como él perdona nuestras faltas: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden» (Mt 6,12). Qué tristeza cada vez que nos quedamos encerrados en nosotros mismos, incapaces de perdonar. Triunfa el rencor, la rabia, la venganza; la vida se vuelve infeliz y se anula el alegre compromiso por la misericordia.

9. Una experiencia de gracia que la Iglesia ha vivido con mucho fruto a lo largo del Año jubilar ha sido ciertamente el servicio de los Misioneros de la Misericordia. Su acción pastoral ha querido evidenciar que Dios no pone ningún límite a cuantos lo buscan con corazón contrito, porque sale al encuentro de todos, como un Padre. He recibido muchos testimonios de alegría por el renovado encuentro con el Señor en el Sacramento de la Confesión. No perdamos la oportunidad de vivir también la fe como una experiencia de reconciliación. «Reconciliaos con Dios» (2 Co 5,20), esta es la invitación que el Apóstol dirige también hoy a cada creyente, para que descubra la potencia del amor que transforma en una «criatura nueva» (2 Co 5,17).

Doy las gracias a cada Misionero de la Misericordia por este inestimable servicio de hacer fructificar la gracia del perdón. Este ministerio extraordinario, sin embargo, no cesará con la clausura de la Puerta Santa. Deseo que se prolongue todavía, hasta nueva disposición, como signo concreto de que la gracia del Jubileo siga siendo viva y eficaz, a lo largo y ancho del mundo. Será tarea del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización acompañar durante este periodo a los Misioneros de la Misericordia, como expresión directa de mi solicitud y cercanía, y encontrar las formas más coherentes para el ejercicio de este precioso ministerio.

10. A los sacerdotes renuevo la invitación a prepararse con mucho esmero para el ministerio de la Confesión, que es una verdadera misión sacerdotal. Os agradezco de corazón vuestro servicio y os pido que seáis acogedores con todos; testigos de la ternura paterna, a pesar de la gravedad del pecado; solícitos en ayudar a reflexionar sobre el mal cometido; claros a la hora de presentar los principios morales; disponibles para acompañar a los fieles en el camino penitencial, siguiendo el paso de cada uno con paciencia; prudentes en el discernimiento de cada caso concreto; generosos en el momento de dispensar el perdón de Dios. Así como Jesús ante la mujer adúltera optó por permanecer en silencio para salvarla de su condena a muerte, del mismo modo el sacerdote en el confesionario tenga también un corazón magnánimo, recordando que cada penitente lo remite a su propia condición personal: pecador, pero ministro de la misericordia.

11. Me gustaría que todos meditáramos las palabras del Apóstol, escritas hacia el final de su vida, en las que confiesa a Timoteo de haber sido el primero de los pecadores, «por esto precisamente se compadeció de mí» (1 Tm 1,16). Sus palabras tienen una fuerza arrebatadora para hacer que también nosotros reflexionemos sobre nuestra existencia y para que veamos cómo la misericordia de Dios actúa para cambiar, convertir y transformar nuestro corazón: «Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me hizo capaz, se fio de mí y me confió este ministerio, a mí, que antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero Dios tuvo compasión de mí» (1 Tm 1,12-13).

Por tanto, recordemos siempre con renovada pasión pastoral las palabras del Apóstol: «Dios nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación» (2 Co 5,18). Con vistas a este ministerio, nosotros hemos sido los primeros en ser perdonados; hemos sido testigos en primera persona de la universalidad del perdón. No existe ley ni precepto que pueda impedir a Dios volver a abrazar al hijo que regresa a él reconociendo que se ha equivocado, pero decidido a recomenzar desde el principio. Quedarse solamente en la ley equivale a banalizar la fe y la misericordia divina. Hay un valor propedéutico en la ley (cf.Ga 3,24), cuyo fin es la caridad (cf. 1 Tm 1,5). El cristiano está llamado a vivir la novedad del Evangelio, «la ley del Espíritu que da la vida en Cristo Jesús» (Rm 8,2). Incluso en los casos más complejos, en los que se siente la tentación de hacer prevalecer una justicia que deriva sólo de las normas, se debe creer en la fuerza que brota de la gracia divina.

Nosotros, confesores, somos testigos de tantas conversiones que suceden delante de nuestros ojos. Sentimos la responsabilidad de gestos y palabras que toquen lo más profundo del corazón del penitente, para que descubra la cercanía y ternura del Padre que perdona. No arruinemos esas ocasiones con comportamientos que contradigan la experiencia de la misericordia que se busca. Ayudemos, más bien, a iluminar el ámbito de la conciencia personal con el amor infinito de Dios (cf. 1 Jn 3,20).

El Sacramento de la Reconciliación necesita volver a encontrar su puesto central en la vida cristiana; por esto se requieren sacerdotes que pongan su vida al servicio del «ministerio de la reconciliación» (2 Co 5,18), para que a nadie que se haya arrepentido sinceramente se le impida acceder al amor del Padre, que espera su retorno, y a todos se les ofrezca la posibilidad de experimentar la fuerza liberadora del perdón.

Una ocasión propicia puede ser la celebración de la iniciativa 24 horas para el Señor en la proximidad del IV Domingo de Cuaresma, que ha encontrado un buen consenso en las diócesis y sigue siendo como una fuerte llamada pastoral para vivir intensamente el Sacramento de la Confesión.

12. En virtud de esta exigencia, para que ningún obstáculo se interponga entre la petición de reconciliación y el perdón de Dios, de ahora en adelante concedo a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado de aborto. Cuanto había concedido de modo limitado para el período jubilar(14), lo extiendo ahora en el tiempo, no obstante cualquier cosa en contrario. Quiero enfatizar con todas mis fuerzas que el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida humana inocente. Con la misma fuerza, sin embargo, puedo y debo afirmar que no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde encuentra un corazón arrepentido que pide reconciliarse con el Padre. Por tanto, que cada sacerdote sea guía, apoyo y alivio a la hora de acompañar a los penitentes en este camino de reconciliación especial.

En el Año del Jubileo había concedido a los fieles, que por diversos motivos frecuentan las iglesias donde celebran los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X, la posibilidad de recibir válida y lícitamente la absolución sacramental de sus pecados(15). Por el bien pastoral de estos fieles, y confiando en la buena voluntad de sus sacerdotes, para que se pueda recuperar con la ayuda de Dios, la plena comunión con la Iglesia Católica, establezco por decisión personal que esta facultad se extienda más allá del período jubilar, hasta nueva disposición, de modo que a nadie le falte el signo sacramental de la reconciliación a través del perdón de la Iglesia.

13. La misericordia tiene también el rostro de la consolación. «Consolad, consolad a mi pueblo» (Is 40,1), son las sentidas palabras que el profeta pronuncia también hoy, para que llegue una palabra de esperanza a cuantos sufren y padecen. No nos dejemos robar nunca la esperanza que proviene de la fe en el Señor resucitado. Es cierto, a menudo pasamos por duras pruebas, pero jamás debe decaer la certeza de que el Señor nos ama. Su misericordia se expresa también en la cercanía, en el afecto y en el apoyo que muchos hermanos y hermanas nos ofrecen cuando sobrevienen los días de tristeza y aflicción. Enjugar las lágrimas es una acción concreta que rompe el círculo de la soledad en el que con frecuencia terminamos encerrados.

Todos tenemos necesidad de consuelo, porque ninguno es inmune al sufrimiento, al dolor y a la incomprensión. Cuánto dolor puede causar una palabra rencorosa, fruto de la envidia, de los celos y de la rabia. Cuánto sufrimiento provoca la experiencia de la traición, de la violencia y del abandono; cuánta amargura ante la muerte de los seres queridos. Sin embargo, Dios nunca permanece distante cuando se viven estos dramas. Una palabra que da ánimo, un abrazo que te hace sentir comprendido, una caricia que hace percibir el amor, una oración que permite ser más fuerte…, son todas expresiones de la cercanía de Dios a través del consuelo ofrecido por los hermanos.

A veces también el silencio es de gran ayuda; porque en algunos momentos no existen palabras para responder a los interrogantes del que sufre. La falta de palabras, sin embargo, se puede suplir por la compasión del que está presente y cercano, del que ama y tiende la mano. No es cierto que el silencio sea un acto de rendición, al contrario, es un momento de fuerza y de amor. El silencio también pertenece al lenguaje de la consolación, porque se transforma en una obra concreta de solidaridad y unión con el sufrimiento del hermano.

14. En un momento particular como el nuestro, caracterizado por la crisis de la familia, entre otras, es importante que llegue una palabra de gran consuelo a nuestras familias. El don del matrimonio es una gran vocación a la que, con la gracia de Cristo, hay que corresponder con al amor generoso, fiel y paciente. La belleza de la familia permanece inmutable, a pesar de numerosas sombras y propuestas alternativas: «El gozo del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia»(16). El sendero de la vida lleva a que un hombre y una mujer se encuentren, se amen y se prometan fidelidad por siempre delante de Dios, a menudo se interrumpe por el sufrimiento, la traición y la soledad. La alegría de los padres por el don de los hijos no es inmune a las preocupaciones con respecto a su crecimiento y formación, y para que tengan un futuro digno de ser vivido con intensidad.

La gracia del Sacramento del Matrimonio no sólo fortalece a la familia para que sea un lugar privilegiado en el que se viva la misericordia, sino que compromete a la comunidad cristiana, y con ella a toda la acción pastoral, para que se resalte el gran valor propositivo de la familia. De todas formas, este Año jubilar nos ha de ayudar a reconocer la complejidad de la realidad familiar actual. La experiencia de la misericordia nos hace capaces de mirar todas las dificultades humanas con la actitud del amor de Dios, que no se cansa de acoger y acompañar(17).

No podemos olvidar que cada uno lleva consigo el peso de la propia historia que lo distingue de cualquier otra persona. Nuestra vida, con sus alegrías y dolores, es algo único e irrepetible, que se desenvuelve bajo la mirada misericordiosa de Dios. Esto exige, sobre todo de parte del sacerdote, un discernimiento espiritual atento, profundo y prudente para que cada uno, sin excluir a nadie, sin importar la situación que viva, pueda sentirse acogido concretamente por Dios, participar activamente en la vida de la comunidad y ser admitido en ese Pueblo de Dios que, sin descanso, camina hacia la plenitud del reino de Dios, reino de justicia, de amor, de perdón y de misericordia.

15. El momento de la muerte reviste una importancia particular. La Iglesia siempre ha vivido este dramático tránsito a la luz de la resurrección de Jesucristo, que ha abierto el camino de la certeza en la vida futura. Tenemos un gran reto que afrontar, sobre todo en la cultura contemporánea que, a menudo, tiende a banalizar la muerte hasta el punto de esconderla o considerarla una simple ficción. La muerte en cambio se ha de afrontar y preparar como un paso doloroso e ineludible, pero lleno de sentido: como el acto de amor extremo hacia las personas que dejamos y hacia Dios, a cuyo encuentro nos dirigimos. En todas las religiones el momento de la muerte, así como el del nacimiento, está acompañado de una presencia religiosa. Nosotros vivimos la experiencia de las exequias como una plegaria llena de esperanza por el alma del difunto y como una ocasión para ofrecer consuelo a cuantos sufren por la ausencia de la persona amada.

Estoy convencido de la necesidad de que, en la acción pastoral animada por la fe viva, los signos litúrgicos y nuestras oraciones sean expresión de la misericordia del Señor. Es él mismo quien nos da palabras de esperanza, porque nada ni nadie podrán jamás separarnos de su amor (cf. Rm 8,35). La participación del sacerdote en este momento significa un acompañamiento importante, porque ayuda a sentir la cercanía de la comunidad cristiana en los momentos de debilidad, soledad, incertidumbre y llanto.

16. Termina el Jubileo y se cierra la Puerta Santa. Pero la puerta de la misericordia de nuestro corazón permanece siempre abierta, de par en par. Hemos aprendido que Dios se inclina hacia nosotros (cf. Os 11,4) para que también nosotros podamos imitarlo inclinándonos hacia los hermanos. La nostalgia que muchos sienten de volver a la casa del Padre, que está esperando su regreso, está provocada también por el testimonio sincero y generoso que algunos dan de la ternura divina. La Puerta Santa que hemos atravesado en este Año jubilar nos ha situado en la vía de la caridad, que estamos llamados a recorrer cada día con fidelidad y alegría. El camino de la misericordia es el que nos hace encontrar a tantos hermanos y hermanas que tienden la mano esperando que alguien la aferre y poder así caminar juntos.

Querer acercarse a Jesús implica hacerse prójimo de los hermanos, porque nada es más agradable al Padre que un signo concreto de misericordia. Por su misma naturaleza, la misericordia se hace visible y tangible en una acción concreta y dinámica. Una vez que se la ha experimentado en su verdad, no se puede volver atrás: crece continuamente y transforma la vida. Es verdaderamente una nueva creación que obra un corazón nuevo, capaz de amar en plenitud, y purifica los ojos para que sepan ver las necesidades más ocultas. Qué verdaderas son las palabras con las que la Iglesia ora en la Vigilia Pascual, después de la lectura que narra la creación: «Oh Dios, que con acción maravillosa creaste al hombre y con mayor maravilla lo redimiste».(18)

La misericordia renueva y redime, porque es el encuentro de dos corazones: el de Dios, que sale al encuentro, y el del hombre. Mientras este se va encendiendo, aquel lo va sanando: el corazón de piedra es transformado en corazón de carne (cf. Ez 36,26), capaz de amar a pesar de su pecado. Es aquí donde se descubre que es realmente una «nueva creatura» (cf. Ga 6,15): soy amado, luego existo; he sido perdonado, entonces renazco a una vida nueva; he sido «misericordiado», entonces me convierto en instrumento de misericordia.

17. Durante el Año Santo, especialmente en los «viernes de la misericordia», he podido darme cuenta de cuánto bien hay en el mundo. Con frecuencia no es conocido porque se realiza cotidianamente de manera discreta y silenciosa. Aunque no llega a ser noticia, existen sin embargo tantos signos concretos de bondad y ternura dirigidos a los más pequeños e indefensos, a los que están más solos y abandonados. Existen personas que encarnan realmente la caridad y que llevan continuamente la solidaridad a los más pobres e infelices. Agradezcamos al Señor el don valioso de estas personas que, ante la debilidad de la humanidad herida, son como una invitación para descubrir la alegría de hacerse prójimo. Con gratitud pienso en los numerosos voluntarios que con su entrega de cada día dedican su tiempo a mostrar la presencia y cercanía de Dios. Su servicio es una genuina obra de misericordia y hace que muchas personas se acerquen a la Iglesia.

18. Es el momento de dejar paso a la fantasía de la misericordia para dar vida a tantas iniciativas nuevas, fruto de la gracia. La Iglesia necesita anunciar hoy esos «muchos otros signos» que Jesús realizó y que «no están escritos» (Jn 20,30), de modo que sean expresión elocuente de la fecundidad del amor de Cristo y de la comunidad que vive de él. Han pasado más de dos mil años y, sin embargo, las obras de misericordia siguen haciendo visible la bondad de Dios.

Todavía hay poblaciones enteras que sufren hoy el hambre y la sed, y despiertan una gran preocupación las imágenes de niños que no tienen nada para comer. Grandes masas de personas siguen emigrando de un país a otro en busca de alimento, trabajo, casa y paz. La enfermedad, en sus múltiples formas, es una causa permanente de sufrimiento que reclama socorro, ayuda y consuelo. Las cárceles son lugares en los que, con frecuencia, las condiciones de vida inhumana causan sufrimientos, en ocasiones graves, que se añaden a las penas restrictivas. El analfabetismo está todavía muy extendido, impidiendo que niños y niñas se formen, exponiéndolos a nuevas formas de esclavitud. La cultura del individualismo exasperado, sobre todo en Occidente, hace que se pierda el sentido de la solidaridad y la responsabilidad hacia los demás. Dios mismo sigue siendo hoy un desconocido para muchos; esto representa la más grande de las pobrezas y el mayor obstáculo para el reconocimiento de la dignidad inviolable de la vida humana.

Con todo, las obras de misericordia corporales y espirituales constituyen hasta nuestros días una prueba de la incidencia importante y positiva de la misericordia como valor social. Ella nos impulsa a ponernos manos a la obra para restituir la dignidad a millones de personas que son nuestros hermanos y hermanas, llamados a construir con nosotros una «ciudad fiable».(19)

19. En este Año Santo se han realizado muchos signos concretos de misericordia. Comunidades, familias y personas creyentes han vuelto a descubrir la alegría de compartir y la belleza de la solidaridad. Y aun así, no basta. El mundo sigue generando nuevas formas de pobreza espiritual y material que atentan contra la dignidad de las personas. Por este motivo, la Iglesia debe estar siempre atenta y dispuesta a descubrir nuevas obras de misericordia y realizarlas con generosidad y entusiasmo.

Esforcémonos entonces en concretar la caridad y, al mismo tiempo, en iluminar con inteligencia la práctica de las obras de misericordia. Esta posee un dinamismo inclusivo mediante el cual se extiende en todas las direcciones, sin límites. En este sentido, estamos llamados a darle un rostro nuevo a las obras de misericordia que conocemos de siempre. En efecto, la misericordia se excede; siempre va más allá, es fecunda. Es como la levadura que hace fermentar la masa (cf. Mt 13,33) y como un granito de mostaza que se convierte en un árbol (cf. Lc 13,19).

Pensemos solamente, a modo de ejemplo, en la obra de misericordia corporal de vestir al desnudo (cf. Mt 25,36.38.43.44). Ella nos transporta a los orígenes, al jardín del Edén, cuando Adán y Eva se dieron cuenta de que estaban desnudos y, sintiendo que el Señor se acercaba, les dio vergüenza y se escondieron (cf. Gn 3,7-8). Sabemos que el Señor los castigó; sin embargo, él «hizo túnicas de piel para Adán y su mujer, y los vistió» (Gn 3,21). La vergüenza quedó superada y la dignidad fue restablecida.

Miremos fijamente también a Jesús en el Gólgota. El Hijo de Dios está desnudo en la cruz; su túnica ha sido echada a suerte por los soldados y está en sus manos (cf. Jn 19,23-24); él ya no tiene nada. En la cruz se revela de manera extrema la solidaridad de Jesús con todos los que han perdido la dignidad porque no cuentan con lo necesario. Si la Iglesia está llamada a ser la «túnica de Cristo»(20) para revestir a su Señor, del mismo modo ha de empeñarse en ser solidaria con aquellos que han sido despojados, para que recobren la dignidad que les han sido despojada. «Estuve desnudo y me vestisteis» (Mt 25,36) implica, por tanto, no mirar para otro lado ante las nuevas formas de pobreza y marginación que impiden a las personas vivir dignamente.

No tener trabajo y no recibir un salario justo; no tener una casa o una tierra donde habitar; ser discriminados por la fe, la raza, la condición social…: estas, y muchas otras, son situaciones que atentan contra la dignidad de la persona, frente a las cuales la acción misericordiosa de los cristianos responde ante todo con la vigilancia y la solidaridad. Cuántas son las situaciones en las que podemos restituir la dignidad a las personas para que tengan una vida más humana. Pensemos solamente en los niños y niñas que sufren violencias de todo tipo, violencias que les roban la alegría de la vida. Sus rostros tristes y desorientados están impresos en mi mente; piden que les ayudemos a liberarse de las esclavitudes del mundo contemporáneo. Estos niños son los jóvenes del mañana; ¿cómo los estamos preparando para vivir con dignidad y responsabilidad? ¿Con qué esperanza pueden afrontar su presente y su futuro?

El carácter social de la misericordia obliga a no quedarse inmóviles y a desterrar la indiferencia y la hipocresía, de modo que los planes y proyectos no queden sólo en letra muerta. Que el Espíritu Santo nos ayude a estar siempre dispuestos a contribuir de manera concreta y desinteresada, para que la justicia y una vida digna no sean sólo palabras bonitas, sino que constituyan el compromiso concreto de todo el que quiere testimoniar la presencia del reino de Dios.

20. Estamos llamados a hacer que crezca una cultura de la misericordia, basada en el redescubrimiento del encuentro con los demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos.Las obras de misericordia son «artesanales»: ninguna de ellas es igual a otra; nuestras manos las pueden modelar de mil modos, y aunque sea único el Dios que las inspira y única la «materia» de la que están hechas, es decir la misericordia misma, cada una adquiere una forma diversa.

Las obras de misericordia tocan todos los aspectos de la vida de una persona. Podemos llevar a cabo una verdadera revolución cultural a partir de la simplicidad de esos gestos que saben tocar el cuerpo y el espíritu, es decir la vida de las personas. Es una tarea que la comunidad cristiana puede hacer suya, consciente de que la Palabra del Señor la llama siempre a salir de la indiferencia y del individualismo, en el que se corre el riesgo de caer para llevar una existencia cómoda y sin problemas. «A los pobres los tenéis siempre con vosotros» (Jn 12,8), dice Jesús a sus discípulos. No hay excusas que puedan justificar una falta de compromiso cuando sabemos que él se ha identificado con cada uno de ellos.

La cultura de la misericordia se va plasmando con la oración asidua, con la dócil apertura a la acción del Espíritu Santo, la familiaridad con la vida de los santos y la cercanía concreta a los pobres. Es una invitación apremiante a tener claro dónde tenemos que comprometernos necesariamente. La tentación de quedarse en la «teoría sobre la misericordia» se supera en la medida que esta se convierte en vida cotidiana de participación y colaboración. Por otra parte, no deberíamos olvidar las palabras con las que el apóstol Pablo, narrando su encuentro con Pedro, Santiago y Juan, después de su conversión, se refiere a un aspecto esencial de su misión y de toda la vida cristiana: «Nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, lo cual he procurado cumplir» (Ga 2,10). No podemos olvidarnos de los pobres: es una invitación hoy más que nunca actual, que se impone en razón de su evidencia evangélica.

21. Que la experiencia del Jubileo grabe en nosotros las palabras del apóstol Pedro: «Los que antes erais no compadecidos, ahora sois objeto de compasión» (1 P 2,10). No guardemos sólo para nosotros cuanto hemos recibido; sepamos compartirlo con los hermanos que sufren, para que sean sostenidos por la fuerza de la misericordia del Padre. Que nuestras comunidades se abran hasta llegar a todos los que viven en su territorio, para que llegue a todos, a través del testimonio de los creyentes, la caricia de Dios.

Este es el tiempo de la misericordia. Cada día de nuestra vida está marcado por la presencia de Dios, que guía nuestros pasos con el poder de la gracia que el Espíritu infunde en el corazón para plasmarlo y hacerlo capaz de amar. Es el tiempo de la misericordiapara todos y cada uno, para que nadie piense que está fuera de la cercanía de Dios y de la potencia de su ternura. Es el tiempo de la misericordia, para que los débiles e indefensos, los que están lejos y solos sientan la presencia de hermanos y hermanas que los sostienen en sus necesidades. Es el tiempo de la misericordia, para que los pobres sientan la mirada de respeto y atención de aquellos que, venciendo la indiferencia, han descubierto lo que es fundamental en la vida. Es el tiempo de la misericordia, para que cada pecador no deje de pedir perdón y de sentir la mano del Padre que acoge y abraza siempre.

A la luz del «Jubileo de las personas socialmente excluidas», mientras en todas las catedrales y santuarios del mundo se cerraban las Puertas de la Misericordia, intuí que, como otro signo concreto de este Año Santo extraordinario, se debe celebrar en toda la Iglesia, en el XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, la Jornada mundial de los pobres. Será la preparación más adecuada para vivir la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el cual se ha identificado con los pequeños y los pobres, y nos juzgará a partir de las obras de misericordia (cf. Mt 25,31-46). Será una Jornada que ayudará a las comunidades y a cada bautizado a reflexionar cómo la pobreza está en el corazón del Evangelio y sobre el hecho que, mientras Lázaro esté echado a la puerta de nuestra casa (cf. Lc 16,19-21), no podrá haber justicia ni paz social. Esta Jornada constituirá también una genuina forma de nueva evangelización (cf. Mt 11,5), con la que se renueve el rostro de la Iglesia en su acción perenne de conversión pastoral, para ser testimonio de la misericordia.

22. Que los ojos misericordiosos de la Santa Madre de Dios estén siempre vueltos hacia nosotros. Ella es la primera en abrir camino y nos acompaña cuando damos testimonio del amor. La Madre de Misericordia acoge a todos bajo la protección de su manto, tal y como el arte la ha representado a menudo. Confiemos en su ayuda materna y sigamos su constante indicación de volver los ojos a Jesús, rostro radiante de la misericordia de Dios.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 20 de noviembre, Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, del Año del Señor 2016, cuarto de pontificado.

FRANCISCO

(1) In Io. Ev. tract. 33,5.

(2) Pastor de Hermas, 42, 1-4.

(3) Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24 noviembre 2013, 27: AAS 105 (2013), 1031.

(4) Misal Romano, III Domingo de Cuaresma.

(5) Ibíd., Prefacio VII dominical del Tiempo Ordinario.

(6) Ibíd., Plegaria eucarística II.

(7) Ibíd., Rito de la comunión.

(8) Ritual de la Penitencia, n. 102.

(9) Ritual de la Unción y de la pastoral de enfermos, n. 143.

(10) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, 106.

(11) Cf. Id. Const. dogm. Dei Verbum, 2.

(12) Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24 noviembre 2013, 142: AAS 105 (2013), 1079.

(13) Cf. Benedicto XVI, Exhort. ap. postsin. Verbum Domini, 30 septiembre 2010, 86-87: AAS 102 (2010), 757-760.

(14) Cf. Carta con la que se concede la indulgencia con ocasión del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, 1 septiembre 2015:L’Osservatore Romano ed. Española, 4 de septiembre de 2015, 3-4

(15) Cf. ibíd.

(16) Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia, 19 marzo 2016, 1.

(17) Cf. ibíd., 291-300.

(18) Misal Romano, Vigilia Pascual, Oración después de la Primera Lectura.

(19) Carta. enc. Lumen fidei, 29 junio 2013, 50: AAS 105 (2013), 589.

(20) Cf. Cipriano, La unidad de la Iglesia católica, 7.

Panem Nostrum, la tienda que sólo vende productos de clausura y cuyo fin es ayudar a estos conventos


(Religion en Libertad) Mazapanes de los conventos de Toledo, dulces suspiros de las monjas clarisas, cerveza artesanas de los trapenses, mermeladas de las cistercienses, y un sinfín de productos culinarios que tienen como nexo de unión el haber sido realizados en distintos conventos y monasterios de toda la geografía española.

Esta es la tienda Panem Nostrum, que funciona en la localidad madrileña de Villanueva de la Cañada pero qye también vende a través de internet a través de la página panemnostrum.es, y que tiene como principal y único objetivo ayudar a todos los religiosos y religiosas de clausura para que puedan seguir sobreviviendo y así también promocionar sus productos.

La creadora de Panem Nostrum, Ana María Muñoz, cuenta que decidió crear este proyecto después de una experiencia que vivió su hija. “Hace unos años fue en misión a Chile. Para financiar el viaje de los jóvenes se planteó contactar con las monjas de diversos conventos con objeto de vender sus pastas y me presté a colaborar”, recuerda.

“En esos días me encontré con una triste realidad. Muchos conventos tenían una penuria material mucho más allá de lo deseado. No conseguían ingresar lo suficiente para mantenerse y en algunos casos se ven obligados a recurrir a los bancos de alimentos. Ante esa penosa situación se me metió en la cabeza que tenía que hacer algo por ellas y así surgió el proceso”.

De esta manera comenzó la andadura de esta tienda de productos de clausura y ahora que se acerca la Navidad son muchos, también empresarios, los que realizan cestas formadas por productos de estos conventos y así además de disfrutar de su calidad hacen una obra de caridad.

Para Ana María Muñoz la experiencia está siendo muy gratificante. “Ahora después de casi dos años viajando por España y conociéndolas he hecho muchas amigas. Su dulzura y alegría es lo que me mantiene en la dura lucha del día a día para sacar este proyecto adelante”, afirma.

Sanz Montes: "No son el recuerdo de unos héroes, sino la compañía de unos santos"


El arzobispo de Oviedo presidió la ceremonia de recepción de las reliquias de los cuatro mártires de Nembra en la iglesia parroquial allerana

(Andrés Velasco lne)
"Sacerdote, mineros y estudiante de magisterio eran sus ocupaciones. Setenta y cuatro, cuarenta y ocho, cuarenta y cinco y veinticuatro... sus edades. Jenaro Fueyo, Segundo Alonso, Isidro Fernández y Antonio González, sus nombres". Así comenzaba ayer el "acción de gracias" con el que se celebraba la recepción de las reliquias de los beatos mártires de Nembra en la parroquia allerana.La iglesia se quedó pequeña para acoger a decenas de fieles que quisieron acompañar a las familias en una ceremonia cargada de emoción. El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, fue el encargado de presidir el oficio por el que desde ayer, las reliquias de estos cuatro beatos ya reposan en la parroquia de Nembra.

Durante la ceremonia, que contó con una destacada participación del coro parroquial, Sanz Montes aseguró sobre los cuatro mártires que "desde que la iglesia los nombrara como beatos, son para nosotros no el recuerdo de unos héroes, sino la compañía de unos santos". Glosó su figura, y profundizó en lo que tenían en común: la parroquia de Nembra, la misma que les vio nacer, y que también les vio morir ajusticiados durante la revolución de 1934.

Aprovechó el prelado para hablar de su situación personal, tras la reapertura de la querella contra su persona por una presunta estafa. "Hay paredones de piedra donde te fusilan con bala o paredones de papel donde te calumnian a diario", aseguró Sanz Montes. "Lo digo desde la experiencia propia y actualísima", indicó, para agregar que "cada cual tiene su paredón y en cualquier paredón tienes que dar testimonio de que eres capaz de amar a un enemigo y de morir perdonando". Algo, dijo, que también hicieron los mártires de Nembra.

Previamente, el Arzobispo, que estuvo acompañado por el notario del arzobispado de Oviedo, Alejandro Soler, que fue el encargado de llevar las reliquias al templo allerano, había procedido a bendecir un cuadro pintado por el artista Favila. En la obra, los rostros de Jenaro Fueyo, Segundo Alonso, Isidro Fernández y Antonio González, una cruz de la Victoria y la iglesia parroquial de Nembra.

La ceremonia, en la que estuvieron, entre otros, el arcipreste del Caudal, Gonzalo Suárez, el párroco de Nembra, Enrique Iglesias, y el impulsor de la beatificación, Ángel Garralda, culminó con la presentación de las reliquias a los feligreses, que pasaron uno a uno a besar el relicario con los restos de los cuatro mártires que desde ayer descansan en su parroquia.